Se los llevó a la tumba. Fueron cuatro collares, uno de ellos con formidables cuentas de amatista, cornalina, ámbar, cuarzo y vidrio azul. Y, junto a un pequeño pero hermoso ajuar de joyas, no dejó pista alguna de su identidad. Como si quisiera evaporarse. Una de las misiones españolas más veteranas en Egipto ha encontrado un ataúd intacto de una adolescente de 15 años dejado sobre el suelo hace 3.600 años en una colina de Tebas, la actual Luxor. Sus alhajas son un libro abierto sobre el comercio internacional de la época.
“No sabemos su nombre pero debió ser una chica de la élite”, reconoce a El Independiente José Manuel Galán, investigador del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) y coordinador del Proyecto Djehuty, una misión española que lleva dos décadas excavando en la ladera de Dra Abu el Naga, en la orilla occidental de Luxor, a unos 600 kilómetros al sur de El Cairo. “Desconocemos si fue miembro de la familia real o estuvo vinculada a un alto dignatario. Era, sin duda, una persona importante para enterrarse así”, agrega.
La misteriosa difunta, fallecida antes de alcanzar la edad adulta, apareció con cuatro collares. Dos de ellos estaban elaborados íntegramente en fayenza (cerámica con un acabado vítreo) de distintos tonos de azul. La tercera mezclaba cuentas de fayenza con verdes de vidrio. Y la cuarta estaba compuesta de piedras semipreciosas, hecha de 74 piezas de distintas formas. “Tiene una pieza central que es un halcón de ámbar, representando al dios Horus, y a los lados dos escarabeos (amuletos egipcios con forma de escarabajo pelotero)”, detalla el arqueólogo.
TESOROS ESPAÑOLES DE EGIPTO
“Estas dos piezas translúcidas azules son interesantes porque bien podrían ser de cuarzo azulado de Nubia o de vidrio de Siria. De cualquier modo refleja el comercio internacional de aquella época, hacia el año 1600 a.C.”, estima Galán. Un vestigio de pequeño tamaño que, sin embargo, podría rectificar la Historia hasta ahora conocida y contada. “En esta época los reyes de Egipto están en el delta del Nilo. Son los hicsos, y cuando el monarca Kamose empieza la supuesta reconquista de los tebanos, alega que Tebas está fuera de las rutas comerciales”, explica el experto.
Por aquel entonces la ciudad de la cien puertas se hallaba marginada, con un rey nubio al sur y uno semita al norte. “Están fuera de juego porque entre ambos territorios se comunican por la ruta de los oasis y Tebas queda así fuera del comercio internacional. Un argumento que no es del todo cierto. En los enterramientos de la élite tebana se encuentran unos vasos de lujo que proceden de Nubia. Este collar, si se confirma que es de vidrio de Siria, sería testimonio de que en Tebas podían conseguir bienes del norte”, subraya. Las pesquisas también sugieren un cambio de cronología. “Los egiptólogos discuten acerca de cuándo comenzó a usarse el vidrio azul en Egipto y si era de importación o no. Nuestro hallazgo podría adelantar la fecha de importación en un siglo”.
"El collar es un bonito testimonio del comercio internacional en una época en la que Tebas estaba fuera de las principales rutas"
JOSÉ MANUEL GALÁN, COORDINADOR DEL PROYECTO DJEHUTY
Un sarcófago 'encalado'
Las joyas que pueden modificar el relato aparecieron en un ataúd de madera, probablemente de sicomoro, una higuera de la especie Ficus Sycomorus. El sarcófago procede de un solo tronco de árbol y mide 1,75 metros de alto y 0,33 de ancho. En su interior descansaba la adolescente de 1,59 metros de altura.
La caja fue pintada con una capa de enlucido blanquecino. “No se trata de pintura sino yeso diluido en agua. Eso podría haber funcionado como una capa de preparación para luego pintarlo con colores pero la realidad es que se deja intencionadamente así, en blanco, algo también muy peculiar”, arguye. “Yo creo que la idea es evocar las vendas de lino, hacer que el ataúd antropomorfo fuera una momia en sí mismo”.
El ataúd jamás fue enterrado sino que fue dejado sobre el suelo en un confín del cementerio de Dra Abu el Naga. “Lo encontramos sobre el suelo. La primera impresión era que lo habían abandonado los saqueadores pero ahora tengo clarísimo que no fue así. Fue dejado sobre el suelo intencionadamente y no fue encontrado en las excavaciones del siglo XIX aunque un metro más allá llegasen a la roca madre”.
Una peculiaridad que la misión sigue tratando de desentrañar. “Nos sigue sorprendiendo que ataúdes intactos se dejen sobre el suelo. Es algo que no hay documentado en otras excavaciones. En nuestra zona hemos encontrado ataúdes sobre el suelo desde el 2000 a.C. hasta el 1.000 a.C. Son mil años de historia de la necrópolis en la que parece que una de las opciones de los enterradores es dejar los ataúdes tal cual y eso resulta llamativo”, reseña Galán. “No son abandonados porque están encajados con piedras. No tienen ninguna protección encima. Se cubren únicamente con tierra”.
"Encontramos el ataúd sobre el suelo. La primera impresión era que lo habían abandonado los saqueadores pero ahora tengo clarísimo que no fue así"
JOSÉ MANUEL GALÁN, COORDINADOR DEL PROYECTO DJEHUTY
Esquivó a los cazatesoros
En el terruño árido que horada, el equipo ha detectado otro dato que llama poderosamente la atención. “Resulta curioso que en nuestro yacimiento hay una proporción de mujeres y niños mayor que en otros lugares, mayor de lo esperado. No sé a qué se debe”, admite el investigador, que prepara una conferencia siguiendo el hilo de esta constatación. En el caso de los menores de edad, los ataúdes son colocados de lado. “Son antropomorfos y se dejan de costado y para que el ataúd no se gire lo encajan con piedras”, indica.
Y a pesar de su ubicación, que los hacía teóricamente más frágiles ante las inclemencias del tiempo y las tentaciones de los amantes de lo ajeno, los sarcófagos -como el de la adolescente sin nombre- resistieron intactos durante milenios hasta que la labor meticulosa de la excavación se topó con ellos. “Curiosamente dejándose sobre el suelo y fuera de las tumbas pensaríamos que están más expuestos pero los saqueadores acuden a los pozos e ignoran los ataúdes sobre el suelo sin apenas protección”, confirma Galán.
La momificación en la dinastía XVII era muy mala. Los huesos están sueltos y las vendas casi desechas
La quinceañera también sorteó las excavaciones decimonónicas, caóticas y fugaces, siempre a la caza de objetos para llenar vitrinas. “Relativamente cerca del ataúd encontramos un papel de periódico de finales del siglo XIX”, admite el arqueólogo español. “Hallamos junto a zonas intactas otras extremadamente excavadas, hasta la mismísima roca. En el siglo XIX excavaron haciendo agujeros”. La propietaria del ataúd apareció, en cambio, por el siglo XXI con serios achaques. “La momificación en la dinastía XVII era muy mala. Eso hace que el cuerpo se deteriore mucho más y afecte al vendaje. Los huesos están sueltos y las vendas casi desechas”, señala el “mudir” (director, en árabe) del Proyecto Djehuty.
La difunta fue sometida a una radiografía completa. El análisis de las muelas y la cadera ayudó a descifrar su edad. “Poco más pudimos hacer. Solicitamos otros análisis del collar pero se nos denegó el permiso”, asevera Galán. Las cadenas de entre 61 y 70 centímetros de longitud, una de ellas se exhibe ya en las vitrinas del Museo de Luxor, no habitaron el más allá colgadas al cuello de la adolescente. “Se las dejaron en un puñado encima del pecho. Se las pusieron después de tratar el cuerpo. En pleno proceso de momificación, algún familiar con cuidado depositó sus abalorios encima de su pecho”, describe el arqueólogo.
Privada de identidad
Su coqueta colección de joyas la completan dos pendientes, hallados en la oreja izquierda, y dos anillos, uno en cada mano, realizados uno en hueso y otro en vidrio azul con un engarce y un cordel alrededor del dedo. Un tesoro que los ladrones de tumbas, que buscaban precisamente metales y piedras semipreciosas, olvidaron para adentrarse en las profundidades de los pozos.
No te puedes lamentar de la información que no tienes. Tienes que celebrar la información que sí que puedes obtener
El cuerpo magullado y su ajuar fueron desempolvados a unos metros del patio de entrada a la tumba de Djehuty, en una capilla de adobe del 1600 a.C. Sin más información que la que aporta su momia y sus alhajas. Privada de nombre y genealogía alguna. “No te puedes lamentar de la información que no tienes. Tienes que celebrar la información que sí que puedes obtener”, sentencia Galán, curtido en búsquedas que son batallas contra lo imposible y lo deseable. “El ataúd no tiene ninguna inscripción. Tal vez algún objeto del ajuar que no hemos encontrado pudiera haber tenido el nombre pero estos ataúdes son anónimos”.
Uno de los tantos enigmas que guardan las arenas de Egipto. “Cómo es posible que, si la identidad era tan importante, se enterraran en el anonimato. Resulta interesante darle vueltas. En los pozos saqueados, en cambio, encontramos las momias desmembradas junto a fragmentos del ataúd y objetos con el nombre del individuo. Estos ataúdes dejados sobre el suelo tienen el denominador común de que son anónimos y de que no tienen más ajuar que el que entra dentro del sarcófago”, sostiene Galán, que sigue prendado del descubrimiento. “No están claras las circunstancias de la muerte. Quizás fue precipitada”, advierte. Una de las pocas certezas es el estatus acomodado de la quinceañera que esquivó a los cazatesoros. “Cualquiera que pueda costearse y ser enterrado con esos abalorios puede considerarse de clase media alta”, concluye.
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