Nuestra tolerancia a los eventos catastróficos sigue a prueba, si bien hemos demostrado una gran capacidad para mirar para otro lado. La pandemia era una amenaza que virólogos y epidemiólogos venían advirtiendo durante muchos años y se hizo realidad en marzo de 2020. Los meteorólogos espaciales ya lo han advertido, una tormenta solar que alcance la Tierra no es un evento que se pueda discutir si va a ocurrir o no. Ocurrirá, tarde o temprano e igual que las pandemias ocurrieron antes del coronavirus, las tormentas solares nos han alcanzado antes. La cuestión es si estamos preparados.
“Yo me he cansado de decir que un suceso puede ocurrir. El Sol es una estrella activa, eso no lo va a discutir nadie, ya se nos ha oído la voz a los científicos que trabajamos en meteorología espacial. No podemos olvidarnos de la actividad del Sol y, además, cada vez tenemos una tecnología más sensible a estos sucesos. Las epidemias vienen y cuando vienen se encuentran con que no tienen nada, lo que está en nuestra manos es investigar y eso es lo que estamos haciendo. Claro, se puede hacer a un ritmo o a otro. Los que desarrollan vacunas han ido a un ritmo que nunca se hubieran imaginado, nosotros estamos intentando anticiparnos, porque el Sol, dentro de poco, nos va a dar alguna sorpresa y nos gustaría estar preparados”, afirma Consuelo Ruiz Tortuero, meteoróloga espacial de la Universidad de Alcalá.
Las tormentas solares se producen por grandes explosiones en la superficie del Sol. Son lo que se conoce como fulguraciones que, a veces, van acompañadas de Eyecciones de Masa Coronal (CME [Coronal Mass Ejection], por sus siglas en inglés). Cuando se produce una gran explosión en el Sol que emite plasma solar al espacio perturban el flujo del viento solar que, dependiendo de dónde se produce en el Sol, puede alcanzar a la Tierra. El hemisferio norte es la zona del planeta más susceptible de recibir el impacto de un fenómeno de esta naturaleza.
Varios países europeos las contemplan como amenazas en sus estrategias nacionales de seguridad. En España la Estrategia de Seguridad Aeroespacial Nacional de 2019 del Departamento de Seguridad Nacional la tipifica como una amenaza de “potencial catastrófico”. El documento señala algunas de las consecuencias que más preocupan de una tormenta solar. “Bloqueo de radiocomunicaciones, daños de componentes electrónicos de satélites de navegación y en redes de transmisión de electricidad”, apunta entre otros. El documento asegura que “estadísticamente son raros y se producen cada 100 o 200 años”.
“Muchos gobiernos europeos y operadores de infraestructuras sensibles son conscientes del peligro del tiempo extremo espacial. Muchos países, pero no todos, han incluido el clima espacial en su registro nacional de riesgos”, afirma Juha-Pekka Luntama, director de la Oficina Meteorológica Espacial de la Agencia Espacial Europea (ESA).
El ciclo del sol
Cada 11 años los polos magnéticos del Sol se invierten lo que afecta a su actividad. Eso hace que haya un momento máximo de actividad solar y otro mínimo en este periodo. Entre 2019 y 2020 se vivió el mínimo solar y se espera que entre 2024 y 2025 ocurra el máximo. En ese momento es cuando más manchas solares son visibles en la superficie de la estrella. Las fulguraciones se producen cerca de las manchas solares.
Se espera que los impactos de un evento meteorológico espacial extremo en la infraestructura europea sean severos, asegura el responsable de la ESA. "Es probable que se produzcan apagones locales o regionales en la red eléctrica. También es posible que los apagones causen efectos en cascada en las redes eléctricas interconectadas y los problemas se extiendan más allá de las regiones inicialmente impactadas. Todos los servicios de navegación por satélite y muchos servicios de telecomunicaciones por satélite sufrirían perturbaciones que podrían durar desde algunas decenas de minutos hasta varias horas. Estos provocarían retrasos y cancelaciones de vuelos y problemas en el transporte por carretera y el tráfico marítimo. Es muy probable que muchos satélites en el espacio sufran al menos anomalías transitorias debido al evento solar, pero también es probable que algunos satélites se dañen permanentemente y se pierdan potencialmente. La recuperación de los satélites impactados para que vuelvan a estar en servicio completo llevaría de días a semanas y los servicios relacionados de navegación, telecomunicaciones y observación de la Tierra no estarían disponibles durante este tiempo. El reemplazo de satélites con daños permanentes llevaría años”, enumera. El impacto de todos estos efectos en la economía afectaría a varios sectores clave desde las telecomunicaciones, la energía y las comunicaciones aéreas y terrestres.
“En conjunto, el daño socioeconómico de un único fenómeno meteorológico espacial extremo se estimó en 2016 en el estudio contratado por la ESA en hasta 15.000 millones de euros, sólo en Europa”, afirma Juha-Pekka Luntama. Ante una eventual tormenta solar unos servicios meteorológicos espaciales precisos y oportunos son importantes para mitigar los impactos y reducir los costos socioeconómicos relacionados.
Un evento Carrington en el siglo XXI
En 1859 se produjo la mayor tormenta solar de la que se tiene registro, es conocido como evento Carrington por su observador, el astrónomo Richard Carrington. Las auroras boreales fueron visibles en América del Sur y causó fallos en los telégrafos de Europa y América del Norte. ¿Cómo nos afectaría un Carrington hoy? “Es como si preguntas a un epidemiólogo le preguntas por el Covid en 2019, pues ni se hubiera imaginado que llegaríamos a esta situación”, contesta Consuelo Ruiz Tortuero. “Tengo claro qué sistemas se podrían ver afectados, pero no tengo claro hasta donde. Mi mente no puede imaginar hasta dónde”, asegura.
“Sin embargo, el nivel de riesgo y los escenarios de impactos potenciales requieren más estudios", apunta este científico de la ESA. “Por ejemplo, el riesgo en la red eléctrica varía significativamente según la latitud del país, la conductividad local del suelo, la tecnología de transformadores de la red eléctrica, etc. Por lo tanto, el peligro no es el mismo para todos los países. También se necesita más trabajo para comprender completamente cómo las perturbaciones, los servicios de navegación por satélite afectaría al transporte, la aviación comercial y cualquier aplicación que utilice satélites de navegación como señal de reloj de referencia. También necesitamos más estudios científicos para caracterizar los fenómenos meteorológicos espaciales extremos de modo que se pueda analizar rigurosamente la sensibilidad de la infraestructura”, afirma.
Cómo evitar la catástrofe
Europa tiene muchos sistemas que proporcionan información sobre el clima espacial. El sistema más completo es el Sistema Meteorológico Espacial de la ESA, que trabaja en desarrollar la capacidad de monitoreo del clima espacial, incluidos los instrumentos meteorológicos espaciales terrestres y espaciales, como la utilización de estos datos de medición para producir servicios meteorológicos espaciales. “El sistema de la ESA se basa en la creación de redes de expertos en meteorología espacial en los estados miembros de la ESA. Por ejemplo, en España, la Universidad de Alcalá (UAH) y la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) forman parte de esta red federada de grupos de expertos que proporcionan servicios de meteorología espacial para Europa”, afirma el dirigente de la agencia.
Consuelo Ruiz Tortuero cree que disponer de una red de científicos mayor es necesario para prepararse para eventos futuros. “Para hacer buenas predicciones hay que tener buena base científica y de otra manera es imposible hacer cosas en condiciones, se puede hacer predicciones pero con un porcentaje de fiabilidad que para mí no es válido. Necesitamos equipos de investigación serios y con dignidad [sin precariedad laboral]. Creo que hacen falta unos protocolos y un centro de meteorología espacial que respalde esos protocolos, se necesita un servicio 24 horas los siete días de la semana, con gente experta”.
Para el avance del conocimiento de la meteorología espacial son esenciales los programas espaciales. Desde su lanzamiento en 2020 la sonda Solar Orbiter de la Agencia Espacial Europea se dirige hacia el Sol con el objetivo de conocer mejor el funcionamiento de su campo magnético y su influencia en las tormentas solares que amenazan a infraestructuras clave de nuestra vida en la Tierra.
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