Fueron apareciendo por todos los rincones del templo, fruto de años excavando sus entrañas. Son fragmentos de piedra y cerámica en los que quedaron escritos algunos de los secretos de su construcción, la organización de su clero o el culto diario en sus confines. Como si fueran "pósits" faraónicos. Una misión española ha logrado descifrar los óstracos que por cientos poblaban el templo funerario de Tutmosis III, emplazado entre los campos fértiles del Nilo y la árida colina de Qurna, en la orilla occidental de la actual Luxor.

“A lo largo de trece campañas los arqueólogos de la misión hispano-egipcia han hallado unos 300 óstracos cuyo contenido podrá ser ahora leído por todas aquellas personas interesadas en el Egipto de los faraones”, señala a El Independiente Myriam Seco, la arqueóloga sevillana que codirige desde 2008 la tarea faraónica de rescatar el templo de Millones de Años (como se denomina a los templos funerarios del Imperio Nuevo) dedicado al apodado “Napoleón egipcio” (1490/68-1436 a.C.), sepultado hasta hace tres lustros por capas de tierra y sitiado por construcciones ilegales.

El borrador de los escribas

En el antiguo Egipto el papiro se usaba en documentos oficiales. Los óstracos, en cambio, eran una suerte de borradores a los que los funcionarios recurrían para anotar recibos, impuestos y recuentos y evitar así el coste del papiro. La piedra o la terracota servían para dejar constancia en hierático o demótico de las inquietudes de los cortesanos que trabajaban en Tebas. Siglos después, en la antigua Grecia, en el óstraco se escribiría el nombre de los candidatos al ostracismo durante al menos una década.

Cuadrícula a cuadrícula, el equipo de Seco que horada un perímetro que se extiende a lo largo de cien metros de ancho y 150 metros de largo ha ido recuperando esas anotaciones, reunidas ahora en una obra de Fredrik Hagen, un profesor de la Universidad de Copenhagen dedicado a desentrañar la historia social y económica de Egipto durante el segundo milenio a.C.

Hagen ha examinado y traducido los textos que fueron dejados en las piezas pétreas y cerámicas. “Aunque fragmentarias, es uno de los cuerpos más ricos que ha visto la luz en una generación, tanto por el número de óstracos como por los diferentes textos representados que proporcionan datos nuevos y esenciales para cualquier interesado en los templos del antiguo Egipto, la religión, los sacerdotes y la historia social”, establece el académico, que prepara ahora un segundo volumen centrado en los papiros descubiertos en el templo.

Aunque fragmentarias, es uno de los cuerpos más ricos que ha visto la luz en una generación

Fredrik Hagen, profesor de la Universidad de Copenhagen

Los retazos que permanecieron durante milenios bajo las arenas de Luxor son una pequeña joya que arroja luz sobre los tiempos de “Tutmosis el grande”, el joven que subió al trono tras el óbito de su tía y madrastra Hatshetsup y reunió la virtud del estratega militar, el gobernante eficiente y el diplomático hábil. Tutmosis III no solo cosecha conquistas territoriales sino que moldea la gran administración que funcionará durante 300 años desde Siria central hasta el norte del Sudán. El contenido de los óstracos ofrece un viaje a los pormenores que se hallan tras un recinto que debió ser imponente, dispuesto en tres terrazas de grandes dimensiones y unos muros de adobe monumentales y encalados.

Un óstraco con una lista de nombres de sacerdotes wab inscrito por las dos caras
Dibujo con las inscripción de uno de los óstracos

“Algunos de estos materiales denotan la estrecha relación entre los supervisores de trabajos de este templo y el de la reina Hatshepsut en Deir el Bahari, incidiendo así en la circunstancia ya conocida de que ambos fueron construidos al mismo tiempo”, subraya Seco, profesora de la universidad de Sevilla. “Se conserva una pequeña misiva que un constructor llamado Senna, conocido por sus labores en el templo de Hatshepsut, le envió a Senenmut sobre cuestiones de organización de trabajo”, agrega.

La colección de fragmentos reunida por la expedición española, una de las más veteranas de la tierra de los faraones, abarca desde la fase de construcción del templo hasta su vida posterior, una vez abierto. “Otro óstraco, por ejemplo, informa sobre los números de trabajadores asignados a sus distintas partes. Sin olvidar una pieza que incluye tres recetas distintas, con sus correspondientes proporciones de mezcla, para lograr adobes de diversa calidad”, explica la arqueóloga.

"Se conserva una pequeña misiva que un constructor llamado Senna, conocido por sus labores en el templo de Hatshepsut, le envió a Senenmut sobre cuestiones de organización de trabajo"

MYRIAM SECO, DIRECTORA DE LA EXCAVACIÓN

Una prueba de la vida del recinto

Un hallazgo que levanta acta, cuál notario, del trajín que sucedió a su inauguración y que ayuda a la musealización que persigue el equipo español, que en paralelo a las excavaciones ha remontado los muros de adobe sobre los originales y ha reconciliado su apariencia actual con la que debió lucir en su época de mayor esplendor, plantando de nuevo los ocho alcorques de nueve metros de profundidad horadados en el segundo patio.

“En los óstracos también hay información sobre los sacerdotes que sirvieron en el templo, especialmente en uno que conserva una amplia lista de nombres de sacerdotes 'puros', a los cuales fueron adscritos algunos orfebres; nombres de escribas responsables del aparato administrativo y nombres de artesanos especializados”, detalla Seco. “Obviamente, son listas destacadas, lamentablemente muy fragmentadas, sobre las provisiones necesarias para los trabajadores o las ofrendas realizadas en los rituales”.

Vista aérea del templo de Tutmosis III en Luxor

El templo consagrado a la eternidad de uno de los faraones más grandes del antiguo Egipto se ha mostrado especialmente atento con quienes tratan hoy de reparar una deuda, la de auscultar su perímetro, cercenado por el paso de una carretera. “Una parte del corpus conservado incluye fragmentos de copias de obras literarias de épocas anteriores, entre las que destacan la 'Enseñanza de Amenemhat', la 'Instrucción de Khety' o la 'Enseñanza de un hombre a su hijo'”, enumera Seco.

Un gran museo al aire libre

“Estos materiales, unidos a partes del 'Kemit', el texto usado para la formación de escribas, permiten sugerir que tal vez hubo actividad docente en el templo”, advierte la arqueóloga. Durante estos últimos 13 años, el templo no ha dejado de deparar sorpresas. Bajo su estructura se esconde una necrópolis del Imperio Medio (2050-1750 a.C.) de la que han rescatado ataúdes y ajuares de exquisito valor. Un tesoro subterráneo por el que se suceden más de 1.500 años de historia funeraria.

"En los óstracos también hay información sobre los sacerdotes que sirvieron en el templo, especialmente en uno que conserva una amplia lista de nombres de sacerdotes 'puros'"

MYRIAM SECO, DIRECTORA DE LA EXCAVACIÓN

Entre los vestigios de la construcción del templo, ha emergido incluso “la primera piedra” que colocó el faraón. “Cuando el monarca decidía construir su templo había una ceremonia que se llamaba el estiramiento de la cuerda. Se llevaba a cabo por la noche orientada por las estrellas”, rememora Seco. “Estiraban una cuerda que sería simbólicamente el eje del templo y a partir de ese eje se marcaban cuatro puntos que iban a ser sus esquinas. En esos lugares se hacían unos pequeños agujeros y enterraban piezas que iban a dar luego buena suerte a la construcción del edificio”, añade.

Tenemos tal cantidad de material que hay que buscar la manera de exhibirlo en su contexto y darle vida

MYRIAM SECO, DIRECTORA DE LA EXCAVACIÓN

La misión localizó en las oquedades unos monolitos de granito, cuarcita y arenisca, los materiales usados en el templo. Los cuatro de mayores proporciones conservan el cartucho del soberano y la inscripción “Tutmosis III en su templo del oeste en el día del estiramiento de la cuerda”. “Tenemos tal cantidad de material que hay que buscar la manera de exhibirlo en su contexto y darle vida”, indica Seco, volcada en la misión de resucitar el templo de Millones de Años.