La llegada de la lava al mar no ha acabado con la crisis del volcán de La Palma, sólo ha cerrado el camino de una colada que tras destruir un millar de construcciones está ganando terreno al océano. La aparición de dos bocas nuevas en la madrugada del viernes y una tercera durante este sábado ha generado una colada efusiva que avanza ladera abajo separada a 450 metros de la “lava primigenia”, que es como ha denominado el comité de crisis a la suma de coladas que ya ha creado un delta lávico o isla baja en la costa.
“La aparición de tres nuevos centros de emisión a 600 metros del cono principal era algo que se podía esperar, era un escenario posible", asegura Inés Galindo, jefa de la Unidad de Canarias del Instituto Geológico y Minero del CSIC. "Ha surgido una lava muy fluida al principio, que luego se ralentiza y extiende lateralmente y engrosa cuando se aleja del punto de emisión. Hay que ver cómo evoluciona porque parte de esa lava puede encauzar por donde han ido las anteriores o tomar otros caminos y afectar a zonas que no estaban afectadas todavía”.
“El cono es un sistema muy dinámico y cambia su morfología constantemente, es normal que aparezcan nuevas bocas y nuevas coladas”, añade Pablo José González, vulcanólogo del IPNA-CSIC. “La población igual pensaba que con la entrada al mar se estabilizaba todo. Pero lo único que estabiliza es que no haya cambios importantes en las bocas”.
El volcán sigue muy vivo y las dos coladas recuerdan lo imprevisible que es su comportamiento, especialmente en cuanto a duración en el tiempo y a zona afectada por la lava. “La propagación de la fisura eruptiva siempre está sobre la mesa. Que se propague dependerá mucho de se siga inyectando magma desde zonas profundas hacia el reservorio que hay más superficial, pero hay que ir revisando los datos de sísmica, de deformación del terreno y observar qué es lo que ocurre e intentar adelantarnos en la medida de lo posible”, explica Inés Galindo. “El riesgo para las viviendas vacías seguirá mientras se mantenga la erupción. La erupción no ha terminado, hay que tener paciencia, porque no sabemos cuánto puede durar y esperar a que termine para empezar a tomar medidas”, añade.
“Mientras estén en el cono, el número de bocas es irrelevante. La relevancia está en que haya algo diferente a eso. En el cono va a haber cambios constantes”, mantiene Pablo José González.
Para el vulcanólogo del IPNA-CSIC, todavía no hay ningún indicador que nos permita vislumbrar el final de la erupción. "Un buen indicador es la subsidencia del terreno, que se registrase un hundimiento en las estaciones GPS o un descenso significativo en la tasa de emisión diaria de dióxido de azufre. Son dos indicadores muy fiables de que la actividad está descendiendo”. Pero eso, lamenta, no está pasando todavía. “Si lo observamos en los próximos días, podríamos ser más esperanzadores sobre el final. Pero desgraciadamente no hay ningún indicador de que la erupción esté cerca de terminar”, añade.
Mirar el pasado para predecir el futuro
Si se observa el rastro de las coladas que dejó el volcán de Teneguía, en 1971, se ve una gran superficie arrasada por la lava. “Entonces hubo varios focos de emisión. Las erupciones de Canarias son fisurales, se van abriendo distintos centros de emisión a lo largo de una línea y algunos de esos centros de emisión -sobre todo cuando están en pendiente en las zonas más bajas- suelen ser efusivos, esto es, emiten lava líquida y los de las zonas más altas emiten los piroclastos. Este es el comportamiento habitual, pero suele haber varios centros de emisión como es el caso del volcán actual”, afirma Inés Galindo.
Para esta científica saber cómo evoluciona el volcán ahora no depende sólo de los parámetros bioquímicos, sino también del conocimiento previo que tenemos de los volcanes anteriores. “Es muy importante conocer cómo evolucionaron las coladas de las erupciones históricas. Nosotros tenemos una foto fija de cómo terminó la erupción, pero por medio del registro geológico podemos intentar descifrar qué fue pasando durante la erupción y eso es muy importante fomentar ese tipo de estudios”. En el volcán actual se ve cómo han ido evolucionando las coladas en las distintas fases, pero muchas coladas se van a quedar cubiertas por otras. "Es importante estudiar las erupciones históricas porque tendríamos más información para interpretar erupciones futuras y contemplar escenarios posibles. Nosotros lo que hacemos es ver si lo que ha ocurrido en el pasado puede volver a repetirse".
Y el pasado es precisamente el que nos dice que no ha terminado el peligro en el valle de Aridane en La Palma. “Que se abra una boca más lejos puede ocurrir, ya ocurrió en erupciones previas. Es un escenario que no se descarta, por eso estamos pendiente de la deformación, de los datos de satélite, de la sismicidad y de observaciones de vapores. Observamos todo para que en caso de que se vaya a abrir una nueva fisura eruptiva intentar detectar en qué zona antes de que lo haga. Esto no ha parado”, concluye.
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