Cuando hace 21 años Gabi Martínez (Barcelona, 1971) escribió El diablo de Timanfaya, poco o nada hacía presagiar aquella insólita campaña de desprestigio hoy convertida en halagos de predicciones y profecías. El autor, sin elogios gratuitos y sin eludir las ambigüedades ni los claroscuros, pretendía escribir «un libro de viajes que no tiene más aspiración que la poética», pero entonces se topó con la censura. Y no con la de en blanco y negro y régimen dictatorial: «Los volcanes son el hilo a través del que quería contar las Canarias y expresar qué supone vivir sobre volcanes. Para expresar y hablar de lugares, es muy importantes hablar de lo que atrae y de lo que no, y con ello formar los claroscuros que hacen a un lugar interesante. Pasa lo mismo con los personajes de las novelas», explica Gabi para El Independiente.
El periodista, que intentaba encontrar su voz teniendo muy presente la de quienes le deslumbraron desde las páginas que había devorado antes -entre ellos el escritor Josep Pla-, quiso hablar de volcanes vivos, de la ambición, de cómo la especulación inmobiliaria podía suponer un riesgo en una zona sísmica como la canaria, y del afán humano de poner a prueba la naturaleza: «Uno de los aspectos que trata el libro, y de forma irremediable, es la sismología. Había tres islas activas vulcaniamente y a propósito de eso hice algunos comentarios. El libro, basado en publicaciones científicas y afirmaciones avaladas por las autoridades internacionales en vulcanología, denunciaba que se hubiera permitido la construcción de apartamentos, hoteles y restaurantes en primera línea de playa o zonas calientes, y alertaba del peligro real de que tres islas, Tenerife, El Hierro y La Palma, entraran en erupción».
Y eso es precisamente lo que molestó, antes incluso de que la obra viera la luz: «Antes de que El diablo de Timanfaya saliera a la venta, la editorial, como de costumbre, había enviado ejemplares no venales a las redacciones para su promoción. Entonces me llamaron para entrevistarme de un periódico local, y a falta de un día para la entrevista me dijeron que se cancelaba. En el libro se dicen cosas que no nos convencen ni encajan con lo que queremos, me dijeron».
La campaña de desprestigio en torno a Martínez estaba servida. El diario apareció al día siguiente con una portada en la que criticaba Diablo de Timanfaya como un libro «contra Canarias» de un «escritor catalán». El gremio de hoteleros había puesto el grito en el cielo y los lectores, sin haber leído el texto y basándose en extractos tendenciosos, afilaron la pluma para dar forma -de rabia e indignación- a numerosas cartas al director.: «Cuando leí ese titular me sorprendí. Yo sentía que había escrito un libro con cariño por Canarias. No lo entendí. Y entonces arrancaron las presiones del gremio de la hostelería, que no soportaban que se hablara de las islas como un lugar peligroso. Las acusaciones eran variadas. Algunos llegaron a decir que yo estaba despechado porque una novia canaria me había dado calabazas, y otros, que había escrito ese libro bajo el influjo de drogas psicotrópicas».
El área de cultura del Cabildo de Gran Canaria llegó incluso a pedir la retirada del libro, y Martínez se ganó las críticas hasta del entonces presidente del Partido Popular de Canarias y luego ministro del Gobierno de Mariano Rajoy, José Manuel Soria: «En aquel momento me temblaron las piernas. Ahora pienso que lo mismo que se criticaba y quería negar, es un hecho. Y aún así hay quien ve en la erupción del volcán de La Palma un espectáculo y oportunidad turística. Los oportunistas intentan atraer una experiencia a su favor mientras se ocultan los temas sustanciales de fondo que nos construyen como sociedad. En este tiempo me he dado cuenta de que hemos vivido en un autoengaño colectivo descomunal que por un lado nos ha llevado a una burbuja económica que ha hecho reventar la idea de sistema equilibrado, y por otro, a la censura directamente. Los medios de comunicación, probablemente sometidos a intereses económicos y políticos, contribuyeron a neutralizar el libro. Lo de dar permisos para edificar en lugares inconvenientes y peligrosos, no es más que el resultado de acallar a la voz de las personas que podían estar diciendo que eso no era legal».
En aquel momento me temblaron las piernas, pero lo que se quiso negar ahora es un hecho"
gabi martínez
Diablo de Timanfaya, libro ya descatalogado que formó parte de la colección Islas, compuesta por ocho capítulos que trataban sobre la idea de lo insular, se ha desempolvado de la estantería o armario mas neutro y puesto en el foco como una predicción de lo que ocurrió el pasado 19 de setiembre, cuando el volcán de la 'Isla Bonita' entro en erupción tras sufrir las sacudidas del enjambre sísmico que venía azotando a la isla desde hacía una semana: «En ese momento hubo un gran movimiento en contra del libro y de mi personas y ahora, hay un gran movimiento a favor de aquel escritor que en su día fue censurado. Lo que tienen en común ambos momentos es que nadie se ha leído el libro, y creo que este hecho resumen el mundo en el que vivimos. Para mí lo más importante es la libertad de expresión. El kit de todo y por lo que nadie me pregunta, es sobre la libertad de expresión que se neutralizó. Se habla de predicción del volcán y no de la censura, que implica falta de libertad de expresión», añade.
Gabi Martínez es considerado uno de los representantes españoles de la literatura de viajes, y aunque reconoce que «el género está muy condicionado por el turismo» en su trayectoria profesional destacan obras como Los mares de Wang, En la Barrera o Voy.
Te puede interesar
Lo más visto
- 1 Los grandes capos de la droga se esconden en Dubái
- 2 El rector de la Complutense admite que el caso de Begoña Gómez es único
- 3 El volcán y la Dana
- 4 Jóvenes saharauis en Ferraz: "PSOE es el lobby de Marruecos"
- 5 “Marruecos ataca a España pero no puede declarar la guerra”
- 6 Los 10 mejores pre entrenos de 2024, guía y comparativa
- 7 Marruecos, el vecino incómodo
- 8 Susana Camarero: la esperanza del PP para Valencia
- 9 Amazon hunde el precio de esta cafetera superautomática