Quizás no sabías que se puede oír a las ballenas cantando jazz o que desde un pequeño transistor se puede sintonizar el big bang. Que el mundo ya no brilla como antes o que las canciones son más tristes desde que empezamos a escucharlas en formato MP3. Estas son solo algunas de las historias asombrosas que contiene Las ballenas cantan jazz (Ariel), el primer libro del periodista científico Mario Viciosa.
Dirigido a Alice – una extraterrestre -, un terrícola llamado Bob es el encargado de contar las historias desde el asombro y preguntándose, una y otra vez, si desde el espacio exterior éstas serán comprendidas. Porque de lo que Viciosa no tiene dudas es de que en algún lugar, alguna forma de vida espera ser descubierta. “Estadísticamente resulta improbable que no haya vida en otro lugar”, explica a El Independiente, “de eso tengo casi una fe absoluta; que nos podamos comunicar con ellos ya es más complicado”.
Complicado pese a que llevamos medio siglo intentándolo, como cuenta en su libro el periodista que ha publicado muchos de sus vídeos en El Independiente. Las sondas espaciales Voyager, que iban a cruzar el sistema solar, llevaron los primeros discos con información grabada en oro para tratar de llevar un mensaje al espacio exterior. Viciosa se muestra más reacio a que esa comunicación pueda establecerse algún día: “Con la tecnología actual resulta bastante improbable, con tecnologías futuras quizás, pero que compartamos un código de comunicación ya es más complicado. Es más, es posible, como dice Dimitar Sasselov, que hayamos encontrado vida en algún lugar y no nos hayamos dado cuenta”.
Precisamente para identificar esa vida que podamos encontrar fuera, la humanidad lleva desde mediados del siglo pasado intentando crear vida. “Es un poco como el punto de partida del doctor Frankenstein, intentar generar un ser vivo a partir de elementos inertes. Esto es menos literario, pero sí nos ha aproximado a una especie de sopa primigenia, un caldo de cultivo en el que una serie de elementos químicos sometidos a unas condiciones de presión, temperatura y probablemente electricidad, empiezan a organizarse de tal manera que se generan moléculas que subsiguientemente pueden derivar en ADN. Y a partir de ahí tienes un libro de instrucciones con el que puedes fabricar cosas que se repliquen y por tanto acercarnos a la idea de vida”, explica Viciosa.
Y es que quizás, la idea de vida de los humanos “está sesgada”. “Por eso es interesante tratar de crearla en la tierra o al menos saber qué ingredientes básicos de esa sopa primigenia son indispensables para tener vida, que quizás no son tantos ni tan especiales”. El autor de Las ballenas cantan jazz tiene, no obstante, miedo a que esa vida no sea la que tanto se ha soñado y proyectado en libros y películas. “A lo mejor nos resulta algo decepcionante cuando encontremos vida que sea algo parecido a una bacteria, pero será igualmente revolucionario. Nos mostrará que no somos únicos ni tan excepcionales”.
Además de ese laboratorio de vida, el ser humano también fabrica polvo de estrellas y lo hace en Madrid. Una máquina única en el mundo, la stardust, que antes estaba en un sótano de la Universidad Autónoma, es capaz de fabricar polvo de estrellas, como contó Viciosa en El Independiente.
“Se utilizan una serie de componentes de partida, se somete a temperaturas, presiones y radiaciones para recrear las reacciones químicas que ocurren en las estrellas y en el espacio interestelar. En realidad son un montón de tubos aislados con papel albal… algo tan prosaico que funciona tan eficazmente”, explica Viciosa.
Desde tan lejos como esas estrellas reverbera aún el eco del Big Bang, el momento en que surgieron las primeras estrellas. Un eco que puede escucharse desde un transistor de radio o ima televisión. “Una fracción muy pequeñita de ese ruido blanco o nieve que veíamos en los televisores analógicos o escuchamos en la radio son reverberaciones de aquel primer estallido”, explica Viciosa, “ porque los objetos más lejanos del cosmos emiten señales de radio”. De hecho, hay un transistor en un desierto de Australia que en una frecuencia más cercana a nuestra FM comercial hay un punto del dial que ha sido capaz de sintonizar no el big bang, pero sí el momento en que se encendieron las primeras estrellas. Estamos sintonizando con nuestro pasado y con la historia”.
Muchos siglos después de ese Big Bang a los humanos nos quedan muchas cosas por descubrir y una de las que se averiguó hace poco es que las ballenas corales de Groenlandia cantan jazz. El estudio que da título al libro de Viciosa es de 2018 y lo realizó una investigadora de la Universidad de Washington. “Ella encontró patrones rítmicos y de cantos sobre los que luego improvisaban. Es decir, tienen bases y a partir de ahí construyen repertorios de canciones que van modificando. Se parecen al jazz y muy particularmente a temas como el Watermelon Man de Herby Hancock”.
Bob quiere alertar a Alice, también de que la tierra ya no brilla como antes. “A lo mejor se han dado cuenta porque desde fuera la tierra se ve cada vez peor, literalmente, porque ha ido perdiendo brillo por el cambio climático. Al haber desaparecido buena parte de aquello que refleja la luz del sol, como el hielo, hace que rebote menos la luz y por tanto brille menos desde hace unos años”.
Otra de las historias que Bob quiere hacer llegar a Alice es que el tiempo ya no pasa como antes en la tierra. “Es curioso porque pensábamos que la tierra iba frenándose, algo que tenía sentido. Cuando la tierra era joven los días duraban menos. Pero estos últimos años se ha medido que la tierra había cogido otra vez un poco de ritmo”, explica Viciosa. “La tierra no tiene un tiempo de rotación exacto, que tiene que ver con cómo la tierra está hecha por dentro y su propia dinámica”. Eso ha hecho que algunos años se hayan tenido que añadir segundos, como en 2016, algo que se hace, explica Mario, desde San Fernando (Cádiz). “Allí está el Real Observatorio de la Armada, que es el lugar donde se fabrica la hora en España. Se custodian una serie de relojes atómicos y máseres, que se coordinan muy finamente en Tres Cantos, porque el tiempo pasa distinto cerca del mar que en altura, porque cuanto más cerca del centro de la Tierra más rápido pasa. Y se coordinan internacionalmente”.
Como divulgador científico, el autor de Las ballenas cantan jazz cree que la pandemia ha sido un gran momento para su sector. “Creo que se ha visto que se ha hecho mejor de lo que pensábamos, que se ha hecho mejor y con más voces expertas que nunca. También ha habido bulos pero el resultado ha sido favorable, especialmente en España donde se ha visto por ejemplo en las tasas de vacunación”.
Si eso sorprendería a los extraterrestres no lo sabemos aunque Viciosa piensa que Alice sí se asustaría de cómo tratamos a la tierra. “Creo que no le gustaría la forma en que tratamos a nuestro propio planeta, porque esta pandemia zoonótica que probablemente haya tenido que ver con la depredación de los ecosistemas donde vivían determinados reservorios animales. Y seguramente la próxima pandemia viral provenga de algo parecido”.
Viciosa también se pregunta, sonriente, si algún extraterrestre tendrá algún interés en sus cartas. “O lo que es peor, si no hemos tenido noticias de ellos porque ellos ya las han tenido de nosotros y no les interesa mantener un diálogo. Porque en tal caso esto sería un ejercicio de humansplaining, es decir, les estamos contando cosas que ya saben y no les interesan nada. Sería dramático descubrir eso pero es una posibilidad”, esboza junto a una carcajada.
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