Jordi Sabater Pi fue el primer investigador que rompió la división entre humanos y animales por la capacidad de fabricar herramientas. Publicó su descubrimiento sobre los chimpacés de Guinea Ecuatorial casi al mismo tiempo, aunque semanas antes, que Jane Goodall. Pero Sabater era español y autodidacta, aunque décadas después se convertiría en el primer catedrático de etología de España. Y su trabajo sucumbió eclipsado por la fama de Copito de Nieve, el gorila albino que durante décadas fue la estrella del Zoo de Barcelona.
Ahora, la Universidad de Barcelona, el Ayuntamiento y la Colección Sabater Pi que preside su hijo han unido fuerzas para dar a conocer su trabajo al gran público en el centenario de su nacimiento. Una nueva biografía del periodista Toni Pou -El último naturalista-, la Exposición en el Museo Virtual de la UB, el documental Maa-yiem: la extraordinaria historia de Jordi Sabater Pi y hasta un cómic, Rara Avis, recuperan su legado.
En 1940, sin haber terminado el bachillerato, huyendo del hambre de la posguerra y de la insolencia de los vencedores, Sabater Pi llegó a Fernando Poo, en la Guinea española que enfilaba sus últimas décadas como colonia, para trabajar como capataz en una plantación de café.
Todo le fascina, la naturaleza exuberante, los Fang -tribu dominante en la isla- de los que llega a aprender lengua y cultura, y la diversidad de la fauna africana. Aunque no era una sorpresa. "La aventura africana lo cautivó de niño" explica su hijo, Oriol Sabater. Alumno de una escuela francesa, creció con las historias de profesores y algún militar francés que pasaban por sus aulas explicando experiencias en las colonias. Cuando la Guerra Civil acabó con la imprenta familiar, África fue la opción para empezar, con 18 años, una nueva vida.
Los Fang
Los Fang centran sus primeras observaciones. Jordi Sabater "era inquieto, curioso, y muy organizado" explica su hijo. "Tenía claro que el paso del tiempo acabaría con la cultura Fang" por la evangelización y la imposición de la cultura española, y "decidió que tenía que preservarla".
El antropólogo Agustí Panyella su mentor desde España. Él le abre las puertas a las revistas científicas, primero francesas, después también anglosajonas. Y su observación se convierte en estudio, hasta publicar sus primeros trabajos sobre etnología para el Instituto de Estudios Africanos.
La observación, y los dibujos, son su herramienta de estudio. Unos dibujos a lápiz y acuarela que le acompañarán toda la vida, de Fernando Poo a la Guinea continental y también por diversos puntos de la geografía española a su regreso. Personas, plantas y animales que estudia con su lápiz con precisión de forense, pero a los que dota de vida con una calidez especial en el caso de los primates.
Aseguraba que "la sensación más extraordinaria que he vivido es aguantar la mirada de un gorila, su expresividad y los sentimientos que transmite", recuerda su hijo. "Decía que todos los hombres deberían experimentar esa sensación alguna vez" para romper esa supuesta barrera de superioridad sobre los animales.
Las montañas de Okorobikó
Eso fue en la Guinea continental, a donde se trasladó para seguir estudiando a los Fang y una naturaleza ya entonces en retroceso. Allí fue donde realizó su primer gran descubrimiento, en las montañas de Okorobikó. Sabater Pi se fijó en unos bastones de unos cuarenta centímetros incrustados en las paredes de una termitera.
Pensó que podían pertenecer a los pigmeos que habitaban la zona, pero ellos lo negaron. Tras tiempo de observación descubrió que eran chimpancés -en concreto las hembras- quienes los cortaban y los usaban, para extraer termitas y larvas sabrosas del termitero, y también para recoger un cierto tipo de arena con propiedades terapéuticas.
Poco tiempo después, y en otras zonas de África, Jane Goodall iba a hacer descubrimientos similares, pero fue Sabater Pi quien publicó primero el suyo, nada menos que en la revista Nature, en 1969. "Aquello molestó mucho, mi padre afirmaba en su artículo que los chimpancés tenían una cultura propia, porque las hembras transmitían de madres a hijas esa técnica" explica Sabater.
Siempre el mismo tamaño de bastones, de las mismas plantas, y elaborados con la misma técnica. El escándalo de antropólogos y filósofos estaba servido.
Mvebec, el pájaro de la miel
No fue su primer descubrimiento científico, aunque sí el más destacado, por lo menos hasta Copito de Nieve. Años antes respondió a la petición del ornitólogo nortemaericano James Chapin para conseguir un ejemplar del pájaro indicador de la miel, "mvebec" en lengua Fang. Tardó 12 años, pero consiguió observar a la escurridiza ave que se alimenta de cera de abejas.
Después de eso, Chapin le propone trabajar en los chimpancés y gorilas de Guinea, sobre los que no había literatura científica. Y le abre las puertas de la National Geographic Society, que lo becará como uno de sus investigadores en el continente, junto a la primatóloga Dian Fossey, con la que compartió observaciones y abundante correspondencia. A Sabater se debe también el descubrimiento de la rana gigante.
En 1959 funda el Centro Ikunde de estudio e investigación en Bata, en las instalaciones creadas por el cazador y aventurero Lluís Lassaletta, con quien compartió parte de su estancia en Guinea. Con la muerte de Lassaletta, propone al Zoo de Barcelona crear el centro de investigación, que se convertirá también en fuente de animales para el zoológico catalán.
"No le gustaba capturar animales, lo cuestionaba" asegura su hijo, "pero la cultura sobre la naturaleza era muy diferente" a mediados del siglo pasado, recuerda. Allí fue donde "rescató" a Copito de Nieve. El gorila albino llegó a sus manos a través de un cazador indígena que había matado a sus padres. "Cuando mi padre lo trajo a casa llevaba días atado y mal alimentado" recuerda Oriol Sabater, que entonces era un adolescente.
Sabater compró a Copito de Nieve por 12.000 pesetas -su captor pedía 20.000- y solo tras haberlo cuidado dos semanas en su casa y tener garantías de que el animal podía sobrevivir. Semanas después, un emisario de la Exposición Universal que ese año se celebraba en Montreal llamó a su puerta para ofrecerle un cheque en blanco por el gorila, que ya había protagonizado la portada de National Geographic.
"Tengo un contrato con el Zoo de Barcelona" respondió inflexible Sabater. Copito de Nieve se convertiría durante cuatro décadas en la estrella del Zoo y el primer reclamo turístico de la Barcelona pre-olímpica. También en el hallazgo que fagocitó la biografía de Sabater. El primatólogo regresó poco después a la capital catalana, expulsado de Guinea tras la proclamación de la independencia.
Como responsable de los primates, cambió la organización de los grupos, sus hábitats y alimentación para conseguir, por primera vez, que se reprodujeran en cautividad y dejar de "cazar" animales para su exhibición pública. Después llegaría la universidad y la creación de los primeros estudios de etología -estudio del comportamiento de los animales- de España.
Títulos como El chimpancé y los orígenes de la cultura o Etología de la vivienda humana: de los nidos de gorilas y chimpancés a la vivienda humana acreditan que siempre vio a los primates como algo más que unos primos lejanos.
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