Las auroras boreales, rodeadas de misticismo y encanto, encuentran un poder oculto que podría dañar la infraestructura que conduce la electricidad. El ángulo de impacto de las sacudidas interplanetarias que, en muchos casos, las originan, es clave para pronosticar sacudidas peligrosas y, por ende, proteger la infraestructura eléctrica.

Así lo han demostrado un grupo de científicos que han publicado sus conclusiones en la revista científica Frontiers in Astronomy and Space Sciences. El Dr. Denny Oliveira, del Centro de Vuelos Espaciales Goddard de la NASA, es el autor principal del artículo, en el que explica que "la aurora es una advertencia visual que indica que las corrientes eléctricas en el espacio pueden generar estas corrientes inducidas geomagnéticamente en la Tierra".

Oliveira argumenta que la región auroral puede expandirse mucho durante tormentas geomágneticas severas, en las que su límite puede descender a 40 grados o incluso más, como ocurrió en la tormenta de mayo de 2024, la "tormenta más severa de las últimas dos décadas", que incluso pudo llegar a verse en algunas zonas de España.

Las auroras pueden producirse por dos motivos: o bien las partículas expulsadas del Sol alcanzan el campo magnético de la Tierra y provocan una tormenta geomagnética, o bien choques interplanetarios comprimen el campo magnético de la Tierra. Estos choques generan también corrientes inducidas geomagnéticamente, que pueden dañar la infraestructura que conduce la electricidad.

Los choques interplanetarios más potentes implican corrientes y auroras más potentes, "pero los eventos más débiles y frecuentes como las sacudidas interplanetarias", dice Oliveira, "pueden suponer amenazas para los conductores de tierra con el tiempo". Así, el estudio pone en evidencia la frecuencia con la que se producen corrientes geoeléctricas tras las sacudidas. Corrientes que merecen atención inmediata.

La ofensiva angular

Se cree que los choques que golpean la Tierra de frente producen corrientes geomagnéticas inducidas más fuertes, al comprimir más el campo magnético. Una vez planteado esto, los científicos pasaron a estudiar el cómo las corrientes geomagnéticas inducidas se ven afectas por choques según el ángulo y el momento del día.

Para ello, tomaron una base de datos de choques interplanetarios y la cruzaron con lecturas de corrientes inducidas geomagnéticamente de un gasoducto natural en Mäntsälä, Finlandia. Para calcular propiedades como el ángulo y la velocidad, utilizaron datos del campo magnético interplanetario y del viento solar. Así, los choques se dividieron en tres grupos: choques muy inclinados, choques moderadamente inclinados y choques casi frontales.

Descubrieron que, a medida que los choques son más frontales, las corrientes inducidas geomagnéticamente son también más altas, tanto inmediatamente después del choque como durante la subtormenta siguiente.

Entonces, el poder predecir hasta dos horas antes del impacto cómo será el ángulo del choque, nos permite establecer protecciones para las redes eléctricas y otras infraestructuras vulnerables. “Una cosa que los operadores de infraestructuras eléctricas podrían hacer para proteger sus equipos es gestionar algunos circuitos eléctricos específicos cuando se emite una alerta de choque”, sugiere Oliveira. Así, se evitaría que las corrientes inducidas geomagnéticamente redujeran la vida útil de los equipos.

Sin embargo, los científicos no encuentran correlaciones entre el ángulo de un choque y el tiempo que tarda en impactar e inducir una corriente. “Aunque Mäntsälä se encuentra en un lugar crítico, no ofrece una imagen global", argumenta Oliveira como motivo de ello. Se necesitan más registros de corrientes en diferentes latitudes para investigar este aspecto y, por ello, "sería bueno que las compañías eléctricas de todo el mundo pusieran sus datos a disposición de los científicos para su estudio".