Rayyanah Barnawi acaba de observar la Tierra desde el espacio. Es la primera mujer árabe en hacerlo y el ser humano número 600 que se embarca en un viaje espacial, tras décadas de una competición a la que se han incorporado las petromonarquías del golfo Pérsico. “Ha sido una aventura transformadora. Nunca pensé en vivir algo así”, confiesa Rayannah en conversación con El Independiente. A sus 35 años, es un símbolo de una sociedad, la saudí, que se abre al mundo en mitad de las contradicciones, tras décadas de conservadurismo extremo y aislamiento.
Su travesía espacial resulta aún más singular si se cuenta orbitando alrededor de la historia de su país de origen, Arabia Saudí, la cuna del islam y la guardiana de sus esencias. “Nací en un pequeño pueblo de Arabia Saudí. Fui una niña que siempre quería saber más, explorar y hacer preguntas sobre la vida de las cosas”, desliza. Ha pasado 9 días, 5 horas y 27 minutos como protagonista de un periplo con la Estación Espacial Internacional como destino. Una travesía inimaginable hace apenas un suspiro.
Profeta en su tierra
En 2018, hace justo cinco años, la monarquía saudí levantó la prohibición de que las súbditas saudíes pudieran conducir por el árido callejero del reino. En el último lustro han ido, además, quebrando las cadenas que las convertían en ciudadanos de segunda, desde la figura del mehrem -un tutor varón, ya fuera un padre, un marido o un hermano, que decidía el trabajo, la apertura de una cuenta bancaria o una operación médica- hasta el veto a practicar ciertos deportes. “Ya ve, ahora ya no solo conduzco sino que hasta voy en cohete”, bromea esta investigadora en células madre cancerígenas que estudió en Nueva Zelanda y trabaja actualmente en un hospital de Riad, la capital del país.
“Se han producido grandes cambios y desarrollos en Arabia Saudí”, comenta la joven, que admite haber saciado, en parte, aquella curiosidad infantil con la reciente gesta espacial. “Ya me consideraba una exploradora, pero lo de ir al espacio era algo que nunca llegué a imaginar”, narra con una sonrisa. Rayyanah no ha hecho el viaje sola. La han acompañado su compatriota Ali al Qarni y los astronautas Peggy Whitson y John Shoffner, que partieron de Cabo Cañaveral (EE.UU.) en la nave Dragon 2 de Axiom Space, un empresa privada estadounidense que diseña el turismo espacial del futuro y aspira a establecer la primera estación espacial privada en 2025.
Ya me consideraba una exploradora, pero lo de ir al espacio era algo que nunca llegué a imaginar
Su periplo, inaugurado a partir de la inscripción en un proyecto con una cláusula de confidencialidad inicial, ha servido para alimentar el furor patriótico en el reino. Las andanzas de la joven, hija de un empleado en el sector petrolero y una profesora, han sido transmitidas en directo y congregado a multitudes en espacios públicos del país y, antes de emprender el viaje hacia Florida, Rayyanah fue recibida junto a su colega de expedición en palacio por el príncipe heredero saudí Mohamed bin Salman. Su experiencia se sumó así a la campaña que trata de cambiar la imagen internacional de una monarquía regada por el petróleo.
Siembra de nubes
En su breve estancia en el espacio, Rayyanah ha desempeñado la doble faceta de investigadora y sujeto de la investigación. Parte de sus experimentos han evaluado el impacto del espacio, marcado por la microgravedad y la alta radiación, en la salud humana. “Se trata de combinar lo que he investigado durante estos años en la Tierra con lo que sucede en el espacio, con la idea de que los hallazgos tengan un efecto positivo en los pacientes que padecen enfermedades como el cáncer”. En los ensayos se ha medido el flujo sanguíneo al cerebro y de la actividad eléctrica cerebral, la presión intracraneal a través de la evaluación no invasiva de la pupila del ojo y el seguimiento de los cambios en el nervio óptico.
Se ha tratado de testar, además, la respuesta inflamatoria de las células inmunitarias humanas en microgravedad con la esperanza de hallar biomarcadores o terapias potenciales para enfermedades inflamatorias. En un tiempo marcado por la emergencia climática, Rayyanah y su compañero saudí han explorado también la tecnología de siembra de nubes que ya se emplea en tierras saudíes en busca del maná del cielo. “Debido a la escasez de lluvia y agua en nuestra región, el experimento va en línea con el objetivo de aumentar hasta un 50% el porcentaje de precipitaciones”, explica la científica.
“Se trata de un experimento que nos ayudará a comprender cómo se puede realizar siembra de nubes en viajes futuros a la Luna o Marte y el establecimiento de colonias espaciales en su superficie”, desliza. Durante el viaje, ambos han creado lluvia artificial a través de la condensación del vapor de agua en plancton y átomos de sal en microgravedad que simulan el proceso de siembra de nubes usado en el reino.
Los nuevos actores de la carrera espacial
Fue la gravedad uno de los retos más notables del deambular de Rayyanah por el espacio, tras un breve entrenamiento en Japón y Alemania. "Desde que entré en la Estación Espacial Internacional, me resultó difícil anclarme y flotar. Fuimos entrenados en gravedad cero, pero sólo habíamos experimentado ese efecto durante 20 o 30 segundos. Flotar todo el tiempo y esos ocho días resultó un desafío al principio, pero recibí el buen consejo de ir poco a poco y supongo que al final nos las arreglamos para hacerlo”, comenta.
"Estoy encantada con la aventura. Lo próximo es desarrollar la industria espacial en el reino", esboza. "El espacio es el futuro. Muchas de las tecnologías de las que hoy disfrutamos parten del ámbito espacial", comenta Rayyanah. Arabia Saudí se incorpora a una carrera espacial a la que, superada la rivalidad de la Guerra Fría, se ha sumado recientemente Oriente Próximo. Su vecino, Emiratos Árabes Unidos, lanzó en 2020 una misión no tripulada a Marte y prepara ahora la exploración del cinturón de asteroides, disco circunestelar del sistema solar que se encuentra entre las órbitas de Marte y Júpiter y frontera entre los planetas rocosos y gaseosos.
De su viaje la aprendiz de astronauta dice haber aprendido que "no existen los límites". "Ver la Tierra debajo de nosotros fue increíble. Sé que muchos astronautas han hablado de que el primer momento que observas la Tierra, pero a veces lo damos todo por sentado. Cuando contemplas la Tierra, sientes la importancia de proteger nuestro hogar. Para mí, viniendo de mi cultura, solo puedo admirar cómo Dios puede proteger nuestras vidas con una delgada capa de atmósfera".
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