"Hasta ahora, la única vida que conocemos está aquí mismo, en nuestro planeta Tierra. Pero estamos buscando". No lo decimos nosotros, lo dice la propia NASA. Y es que la agencia aeroespacial de referencia a nivel mundial está explorando el universo para responder a una de las grandes preguntas que siempre se ha formulado la humanidad: ¿estamos solos? Sea cual sea la respuesta, si es que algún día llegamos a obtenerla, lo cambiará todo para siempre. Pero veamos en qué punto estamos.

El resumen podríamos hacerlo utilizando la paradoja de Fermi. Y es que incluso a velocidades de viaje lentas, los miles de millones de años de existencia del universo han dado tiempo de sobra para que otras formas de vida inteligentes y tecnológicas atraviesen la galaxia. En otras palabras: debería de haber altas probabilidades de que ya hubiéremos encontrado señales extraterrestres. Y sin embargo, no tenemos noticias en ese sentido. De ahí surgió la famosa pregunta que planteó el físico Enrico Fermi a mediados del siglo pasado: "¿Dónde está todo el mundo?".

Pocos años después el astrónomo estadounidense Frank Drake formuló una ecuación para calcular qué probabilidad existía de que otra civilización pudiera comunicarse con nosotros. Pero actualmente la mayoría de sus términos permanecen en blanco (la fracción de planetas con vida, con vida inteligente, con tecnología detectable). Así que no podemos resolverla. Se trata de una idea controvertida, pero sugiere que algún día podríamos obtener una respuesta. Por eso la NASA considera que, al menos, es más esperanzadora que el silencio de Fermi.

"Nos encontramos en una encrucijada en la búsqueda de vida. Hemos encontrado miles de planetas en nuestra galaxia, la Vía Láctea, una gran fracción de ellos en el rango de tamaño de la Tierra y orbitando en las 'zonas habitables' de sus estrellas (la distancia de la estrella a la que podría existir agua líquida en la superficie). Sabemos que la galaxia probablemente contiene billones de planetas. Nuestros telescopios en el espacio y en la Tierra, y nuestra tecnología de detección remota, son cada vez más potentes. Y sin embargo, hasta ahora, la única vida que conocemos está aquí mismo, en casa. Por el momento, estamos mirando fijamente al vacío, esperando que alguien nos devuelva la mirada", resumen desde la agencia americana.

Hay una posibilidad que lo aceleraría todo. Una especie de atajo para encontrar vida. Sería captar señales o evidencias de vida inteligente, las llamadas tecnofirmas, que no son más que signos de una civilización tecnológica. Estas no se limitaría a las señales de radio, podrían incluir todo tipo de evidencias: contaminación o sustancias químicas artificiales en atmósferas de algunos planetas; 'luces de ciudad' en el lado nocturno de un planeta; grandes estructuras artificiales que pasan frente a una estrella; constelaciones de satélites o calor residual detectado como radiación infrarroja.

Estas tecnofirmas están suscitando cada vez más interés entre los científicos de la NASA y de todo el mundo. La razón la explicó Ravi Kopparapu, investigador del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA en Greenbelt (Maryland, EEUU): "Las civilizaciones avanzadas, cualquier civilización que utilice energía, necesita emitir calor residual".

¿Cómo se busca vida en el universo?

Salvo que nos encontremos con algún golpe de suerte, la tarea será mucho más difícil. La NASA tiene actualmente 24 misiones donde la astrobiología está presente (la ciencia que estudia el origen, la evolución y la distribución de la vida en el universo), y tiene programadas otras cuatro más para el futuro. Se puede decir que están en ello. Y la clave está en la luz.

"Cuando analizamos la luz que una estrella emite a través de la atmósfera de un planeta lejano, que está dividida en un espectro de arco iris, podemos leerla como un código de barras. Las porciones que faltan en el espectro de luz nos indican qué componentes están presentes en la atmósfera alienígena. Un patrón de espacios negros podría indicar metano, otro, oxígeno. Verlos juntos podría ser un argumento sólido a favor de la presencia de vida. O podríamos leer un código de barras que muestre la combustión de hidrocarburos. Sería como si tuviéramos un menú de los gases y sustancias químicas que hay en los cielos de estos mundos, incluidos los vinculados a la vida", sostienen desde la NASA.

Pero igual de importante es buscar vida como aprender a reconocerla. Porque de lo contrario podríamos pasarla por alto. En ese sentido, el telescopio espacial James Webb, lanzado en 2021, podría obtener los primeros atisbos: la mezcla de gases en las atmósferas de planetas del tamaño de la Tierra. Y el mismo telescopio, o uno similar, podría detectar señales de una atmósfera como la nuestra.

En los últimos años las técnicas de búsqueda han evolucionado mucho. Y han surgido nuevas fronteras que esperan ser exploradas por la comunidad astrobiológica, incluido el desarrollo de instrumentación para la detección de vida y la aplicación de inteligencia artificial (IA), aprendizaje automático y computación de próxima generación para la caracterización de planetas.

Ingredientes necesarios para la vida

"Para determinar si un lugar de nuestro Sistema Solar es habitable hay que ver si reúne las condiciones necesarias para albergar vida. Los tres requisitos principales son agua líquida, una fuente de energía y los elementos químicos de la vida (carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, fósforo y azufre)", relató Zita Martins, científica de la Agencia Espacial Europea, a este periódico. "En segundo lugar, la unidad básica de la vida en la Tierra es la célula, por lo que es necesario poder detectar los componentes básicos de la célula (las moléculas orgánicas) para detectar la vida. Y para ello se necesitan equipos a bordo de una misión espacial", remató la experta.

De fondo, eso sí, surge una duda. Estamos explorando si hay vida en otros lugares del universo buscando los mismos ingredientes que la hicieron posible aquí, en la Tierra. Está por ver si ese es el enfoque correcto, pero por el momento es la opción más sensata. Fabian Klenner, investigador de la Universidad de Washington (EEUU), lo ilustró así: "Por supuesto, es totalmente posible que en algún lugar del universo existan formas de vida compuestas por una química y una biología totalmente diferentes. Pero creo que es una buena idea buscar los mismos ingredientes que crearon la vida tal y como la conocemos en la Tierra".

Como curiosidad hay que mencionar a los extremófilos, formas de vida en la Tierra que aman los ambientes extremos y prosperan en condiciones que matarían a cualquier otra. Pertenecen a ramas de vida que se separaron de la nuestra hace miles de millones de años, y también podrían ser análogos de formas de vida extrañas en mundos distantes. En nuestro planeta habitan en los estanques químicos cáusticos del Parque Nacional de Yellowstone (EEUU), en los valles secos de la Antártida y en respiraderos sobrecalentados en el fondo del océano.

Lugares más prometedores

Dentro de nuestro propio sistema solar hay varias misiones espaciales preparadas para estudiar algunos de los cuerpos celestes más propicios para albergar vida. Pero Carole Mundell, directora de ciencias de la Agencia Espacial Europea, ya admitió en una entrevista con El Independiente que Encélado, una de las 146 lunas de Saturno, es el más prometedor de todos ellos.

Fuera del sistema solar la cosa se complica. Aquí toca hablar de los exoplanetas, que son planetas que orbitan otras estrellas. Se ha confirmado la existencia de más de 4.900 solo en nuestra galaxia, pero es probable que su número se sitúe en billones. "Los hay de muchas variedades, y una buena parte de ellos tienen aproximadamente el tamaño de la Tierra. Sin embargo, como ocurre con la mayoría de las preguntas científicas, obtener una respuesta a esta solo genera más preguntas: ¿cuál de estos exoplanetas, si es que hay alguno, alberga alguna forma de vida? ¿Con qué rapidez surge la vida? ¿Y cuánto dura?", relatan desde la NASA.

Una de las mejores herramientas que tienen los científicos para empezar a delimitar la búsqueda de mundos habitables es el concepto de 'zona habitable' que hemos visto anteriormente. Pero se trata de una forma de hacer el primer corte y centrarse en los planetas con mayores posibilidades de poseer condiciones habitables. Porque, además, se requieren otras muchas otras condiciones: un planeta de tamaño adecuado con una atmósfera adecuada y una estrella estable que no sea propensa a estallar en llamaradas esterilizantes. Entendemos también que haría falta agua líquida en la superficie. Y en la atmósfera sería necesario un equilibrio adecuado de gases que puedan sustentar la vida.

A largo plazo se espera que los telescopios futuros incluso puedan detectar señales de fotosíntesis (la transformación de la luz en energía química por parte de las plantas) o gases o moléculas que sugieran la presencia de vida animal. "Por supuesto, lo mejor que podríamos manejar es una estimación de probabilidad. Aun así, un exoplaneta con, digamos, un 95% de probabilidad de vida sería un cambio de juego de proporciones históricas", aseguran desde la NASA.

El futuro de la búsqueda

"Los científicos y expertos en tecnología sugieren una variedad de posibilidades, pero muchos parecen estar de acuerdo en al menos una observación: la búsqueda de vida se está acelerando, generando nuevas tecnologías y nuevas ideas a medida que nuestra visión del cosmos se hace más nítida", afirmó Pat Brennan, miembro del Programa de Exploración de Exoplanetas de la NASA, en un artículo publicado en 2023.

Brennan explicó que una de las tecnologías más esperadas para la búsqueda de vida es un posible telescopio espacial futuro, el Observatorio de Mundos Habitables de la NASA. Estas iniciativas, combinadas con misiones como el Retorno de Muestras de Marte de la NASA y la exploración de lunas heladas en el sistema solar exterior, representan un punto de inflexión para nuestra especie, según Shawn Domagal-Goldman, científico del programa de la NASA responsable del desarrollo inicial del concepto de la misión Mundos Habitables.

"En un futuro muy lejano, se espera que la Tierra misma llegue a su fin. Dentro de unos cinco mil millones de años, nuestro Sol moribundo debería hincharse hasta convertirse en una gigante roja, engullendo algunos de sus planetas más cercanos y tal vez a la Tierra junto con ellos. Para entonces, un Sol cada vez más caliente habría hecho que nuestro planeta fuera inhabitable en cualquier caso. ¿Terminaría así nuestro capítulo en la historia cósmica de la vida? Tal vez no. Si para entonces la humanidad no se hubiera extinguido, tal vez hubiéramos migrado a otro sistema planetario", escribió Brennan.