Los universitarios empiezan estos días un curso atípico. Acudirán a sus facultades, pero también aprenderán desde casa a través de la webcam. La primera ola lanzó a los profesores a la enseñanza online y a las aplicaciones tecnológicas para examinar a distancia. Con el nuevo curso por delante, los docentes deberán ingeniárselas para realizar prácticas durante la segunda ola y ser más tecnológicos ante nuevos reveses del virus.
Como la de los colegios, la negociación sobre el nuevo curso universitario también fue polémico. La comunidad educativa acusó al Ministro de Universidades de no concretar las medidas para la vuelta a las clases. Después de acordarlas con Sanidad, el departamento de Manuel Castells actualizó un documento con recomendaciones para 2020/2021. Apostaron por las clases semipresenciales y por el uso obligatorio de las mascarillas y por una mejor ventilación de los centros. Las competencias, en cambio, las tienen tanto las universidades como las comunidades autónomas. El Gobierno negocia ahora el reparto de los 400 millones de euros del Fondo Covid-19 que están reservados para la enseñanza universitaria.
Para este nuevo curso las facultades cuentan con la experiencia de la primera ola. No fue sencillo. La pandemia impuso a la fuerza las clases online. Las universidades apostaron, como norma general, por la evaluación continua y trabajaron con plataformas virtuales como Moodle o Sakai. No les quedó otra que aventurarse con nuevos métodos de enseñanza por webcam. También apostaron por la tecnología para luchar contra las trampas de algunos alumnos durante los exámenes virtuales.
Las facultades tienen por delante un curso 2020/2021 con varias incógnitas. En la Universidad Complutense de Madrid (UCM), por ejemplo, combinan las clases presenciales con las online y las retransmitidas. La idea es que la mayor parte de la docencia de los estudiantes de primer curso sea presencial. Aunque no todas las facultades de la UCM lo permiten. Para cumplir las medidas de seguridad algunos centros no tendrán espacio suficiente para todos los alumnos y tendrán optar por las lecciones mixtas.
Esto obliga tanto a profesores como a estudiantes a estar listos para la enseñanza online. La situación podría ser más grave si se produce un brote de Covid-19 en la facultad o la comunidad decreta medidas restrictivas de algún tipo. El Ministerio de Universidades aconsejó a los centros que desarrollasen un plan de contingencia que permita "un cambio masivo e inmediato a un sistema de docencia online".
La edad, la tecnología y las prácticas
Jordi Hernández, comisionado de la rectora de la Autónoma de Barcelona (UAB) para las TIC, cree que la edad influye a la hora de adaptarse a una universidad online. "Los alumnos llevan la delantera porque son nativos digitales, se adaptan muy rápido. Son los profesores lo que nos preocupa porque tengan que asumir deprisa y corriendo unas tecnologías. Tienen que adquirir herramientas multimedia para grabar o construir esquemas para las clases, más allá del Power Point. Y luego ser capaces de comunicar con estas nuevas herramientas, cambiar su discurso", explica.
De hecho, los planes de contingencia que recomienda el Ministerio deben incluir una formación para profesores sobre aspectos técnicos y metodológicos de la enseñanza online. "Los profesores tendrán que habilitarse digitalmente y adaptar el material presencial a lo virtual". Uno de los métodos online con "más recorrido", sostiene Hernández, es la clase "puesta del revés". Consiste en que el alumno primero trabaje los contenidos y después utilice las videollamadas con el profesor para debatir con otros alumnos o resolver dudas.
En el CSIF defienden que el mayor problema de este nuevo curso es la "incertidumbre". "Es muy difícil hacer una guía docente en una situación cambiante", indican fuentes del sindicato. "En las universidades públicas llevan tiempo apostando por la digitalización y por ofrecer medios a sus profesores para dar, poco a poco, un complemento a la presencialidad. Pero las cifras [que exige la pandemia] son distintas. No es lo mismo una semipresencialidad que tener que darlo todo", agregan.
Por otro lado, desde CSIF consideran que hay otras cuestiones "que no están resueltas", como las prácticas. En la Autónoma de Barcelona hay tres tipos de prácticas. Están las que son "necesariamente presenciales", otras donde "es posible observar sin interactuar" (como las necropsias de animales) y las que "promueven el debate y la puesta en común, típicas en las ciencias sociales. "Las primeras son algo más complicadas pero funcionarían bien con los programas de videoconferencia. Hay prácticas que se hacen visitando yacimientos e incluso embarcando en pesqueros. Claramente vamos a tener que reducirlas para garantizar las condiciones que nos impone la pandemia", admite Hérnandez.
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