Al principio, los usuarios compartían fotografías de planes con amigos, paisajes o platos de comida bien presentados. Hoy también es el escaparate de marcas y cientos de miles de personas que buscan reconocimiento social. Instagram cumple diez años este martes. Una década marcada por el éxito, el auge del vídeo y la batuta de Mark Zuckerberg, propietario de la red social desde 2012.
Instagram existe gracias a Kevin Systrom. No fue su único fundador, pero sí el primero que persiguió la idea. Durante su infancia en Massachusetts, Systrom tuvo varias hobbies. Creo niveles de un juego de rol para el ordenador, probó como DJ y se aficionó a la fotografía. Después estudió en la Universidad de Stamford y un invierno en Florencia, donde creció su interés por la calidad de las imágenes.
Hay dos episodios curiosos en los años de estudiante de Systrom. Uno de sus proyectos, una web para cargar imágenes pesadas para luego compartirlas, provocó el interés de otro joven prodigio: Mark Zuckerberg. Los entresijos de esta relación los relata la periodista Sarah Frier en Sin Filtro. La historia secreta de Instagram (Editorial Conecta), el libro en el que se basa este artículo.
Regresemos a 2005. El creador de TheFacebook.com, el embrión de la red social, busca nuevos colaboradores. Systrom le admira, pero rechaza la oferta. Había estudiado dirección de empresas y algo de programación. Pero aún no estaba seguro de si quería trabajar para el sector tecnológico.
Casualidad o no, en 2006 se le presentó una oportunidad similar. Durante unas prácticas hizo migas con Jack Dorsey, el mismo que pocos meses después acabó como director ejecutivo de una recién creada Twitter. Systrom no vio su potencial entonces y continuó con su aburrido empleo de marketing en Google. Lo dejó con 25 años y se lanzó al desarrollo de aplicaciones para el móvil. El resultado de esas intentonas fue Burbn, una plataforma donde los usuarios podían contar dónde habían estado y compartir fotografías geolocalizadas.
La idea gustó. Systrom convenció a un empresario para que invirtiese medio millón en Burbn. Éste puso una condición: buscar a un cofundador para el proyecto. Así llegó Mike Krieger, un brasileño que también estudiaba en Stamford.
La pareja se puso manos a la obra. Systron se encargó del diseño y Krieger, de la programación. Perfilaron las características de la nueva app: fotos cuadradas, likes, opción de seguir y que te sigan otros usuarios, filtros... Y un nuevo nombre: Instagram, el resultado de instant más telegram. La plataforma se estrenó el 6 de octubre de 2010 para móviles Apple. El éxito fue inmediato.
Una venta sin precedentes
Instagram logró 25.000 descargas en su primer día en la App Store. En el verano de 2011, ya contaba con seis millones de usuarios. Aún estaba a años luz de Twitter y Facebook, pero crecía mucho más rápido. Cuando Justin Bieber publicó su primera foto, saturó los servidores: el joven cantante ganaba 50 seguidores por minuto. El 3 de abril de 2012 lanzaron la aplicación para Android batiendo récords de descargas. Detrás de ese éxito sólo había un puñado de personas. Ni siquiera generaban beneficios. Pero llegó el gran anuncio: Zuckerberg ofreció 1.000 millones de dólares para comprar la empresa.
Era una operación sin precedentes para una aplicación móvil. Google compró YouTube en 2006 por 1.600 millones. Aunque eso fue antes de la crisis financiera. Como explica Sarah Frier, al comprar la empresa, Facebook se hacía más fuerte frente a sus competidores. A su vez, Systron y Krieger aseguraban largos años de vida para su criatura.
Para despejar dudas, Zuckerberg les prometió que Instagram continuaría desarrollándose de forma independiente. Hasta entonces la plataforma aún no era, ni de lejos, lo que es hoy. No servía para fabricarse una marca personal o vender productos. Los usuarios veían la vida de los demás a través de sus fotografías. El proceso de edición contaba con unos cuantos filtros y efectos como desenfocar partes de la imagen.
A partir de entonces los desarrolladores tuvieron más recursos. Después del boom de Vine, una red social emergente donde se compartían vídeos de pocos segundos, Instagram trabajó en su propio formato. Con el tiempo, viners famosos como Lele Pons o Amanda Cerny se mudaron a la aplicación de Systron y compañía. Más tarde, hicieron lo mismo con Snapchat. Esta app era distinta y muy atractiva para los adolescentes. Sus usuarios se divertían compartiendo selfies y vídeos sin editar. El creador, Evan Spiegel, rechazó la primera ofensiva de Zuckerberg: 3.000 millones de dólares. Pero el golpe definitivo fue el lanzamiento de las stories de Instagram.
Desde mediados de 2013 Zuckerberg permitió publicidad dentro de Instagram. La plataforma era un auténtico fenómeno de masas y siguió añadiendo más funciones para los usuarios. También se cambió el algoritmo: desde 2016 se priorizó a las publicaciones de los contactos más cercanos y no a los contenidos más recientes. En 2018 superaron los 800 millones de usuarios activos. De un equipo con 13 personas pasaron a contar con casi 1.000 oficinas alrededor del mundo.
Con el tiempo, la red social derivó a un producto como el que conocemos hoy. La gente sigue compartiendo fotografías y vídeos de todo tipo: selfies, stories, Instagram TV... Pero también hay una parte de los usuarios que busca reconocimiento social en forma de likes y seguidores. Algunos son, en si mismos, productos para vender marcas. El final del dúo Systron&Krieger llegó en 2018 tras varios desacuerdos con Zuckerberg. Cuando Instagram ya crecía a un ritmo más alto que su red social, dejó de ayudarles e hizo una serie de cambios que afectaban a la plataforma de la pareja de desarrolladores. Systrom comentó a sus confidentes más cercanos que a lo mejor ya era el momento de permitir que Zuckerberg dirigiese Instagram como un departamento de Facebook, según se detalla en Sin Filtro.
En septiembre de 2018, los cofundadores abandonaron la empresa y la dejaron en manos de Facebook. Systron y Krieger publicaron una carta de despedida donde no hacían ninguna mención a Zuckerberg. Sin sus 'padres' compartiendo el mando, Instagram dejó de mostrar en 2019 el contador de likes en las fotos de otros usuarios. Este verano, además, lanzaron Reels. Una nueva función de microvídeos que imita al formato de otra red social aupada por los más jóvenes, TikTok.
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