"Es importante resaltar que todo lo que pongo en el libro está referenciado con documentos científicos". Es una de las frases más repetidas por Pedro Baños, autor de "El domino de la mente". No es para menos. Su relato de cómo las nuevas tecnologías, desde las redes sociales a los ordenadores cuánticos, nos acercan cada día más a un mundo de personas dominadas mentalmente por una élite parece sacado de una novela de ciencia ficción.
No es así, asegura este coronel del Ejército de Tierra y diplomado de Estado Mayor en la reserva. Pedro Baños sabe bien de qué habla, puesto que ha sido jefe de Contrainteligencia y Seguridad del Cuerpo de Ejército Europeo en Estrasburgo. Esa experiencia, y su paso por las misiones en Bosnia y Herzegovina, además de mucho estudio, lo han convertido en especialista en geopolítica, estrategia, defensa, seguridad, terrorismo, inteligencia y relaciones internacionales.
Desde esa experiencia advierte del adormecimiento social acunado por el entretenimiento, de cómo somos objeto de hipervigilancia y de la ventaja casi imbatible que ha adquirido China en la guerra híbrida que se libra a escala mundial. Y reconoce, sin querer ser un mal ejemplo, que todavía no se ha bajado la aplicación Radar Covid del Gobierno.
Pregunta.- Sostiene que ya somos víctimas del dominio mental ¿es una victimización como ciudadanos o como consumidores?
Respuesta.- Como ciudadanos. Es un problema que debemos solucionar como sociedad y para ello tenemos que ser muy exigentes con nuestros políticos, para recuperar esta privacidad, esta intimidad y esta libertad que estamos perdiendo por estar inmersos en este mundo tecnológico. Esta hiperconexión hace que seamos muy fácilmente manipulables por el dominio que tienen estos medios tecnológicos sobre las personas.
P.- ¿La propuesta del Gobierno de crear una especie de “ministerio de la verdad” es la solución?
R.- Puede haber vías mejores. En un sistema democrático atacar la desinformación, que se supone que es el objetivo, a través de medidas gubernamentales que lleve a cabo la administración puede ser problemático. Esto no es un problema de desinformación ciudadana -de la mentira, que ha existido siempre-, sino de considerar la desinformación como un instrumento de guerra. Es decir, que haya otros países que quieran desequilibrar a nuestro país. Tenemos instrumentos para combatirlo, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), a gente formada de la Policía y la Guardia Civil, Y algo que es bastante desconocido que es el Centro de Inteligencia de las FFAA. Si además es un problema de seguridad nacional, esto tiene que estar regulado en un cuerpo legislativo de tal manera que no quede al arbitrio de un gobierno.
P.- ¿Cómo se regulan unas redes de información mundiales?
R.- Es imposible regularlo. Queremos regular la mentira, es una utopía absoluta. Y el problema es aunque intentemos regularlo en el ámbito nacional, si hablamos del ciberespacio, tiene ámbito mundial. Además es muy difícil hacer la atribución de aquel que está realizando el ataque. Aunque podamos determinar que procede de un determinado territorio, puede ser que estén utilizando una falsa IP, o puede ser un cibermercenario actuando en beneficio de no sabemos quien. Pero al margen de eso debería existir una regulación internacional y los primeros que no lo van a permitir son las grandes superpotencias.
Nada confirma que Rusia pudiera tener interés en desequilibrar España actuando en este proceso independentista
P.- ¿Da credibilidad a las sospechas de intervención rusa en el procés independentista?
R.- Hasta ahora no se ha podido confirmar absolutamente nada. Lo último que conocimos de un político catalán al que un empresario ruso habría ofrecido 10.000 soldados es una auténtica quimera, desde el punto de vista militar no tiene pies ni cabeza.
P.- Más allá de la anécdota de Víctor Terradellas y la operación Volhov ¿cree que hubo intervención cibernética de desinformación promocionada desde Rusia?
R.- Hasta ahora no ha habido nada que confirme que Rusia pudiera tener interés en desequilibrar España actuando en este proceso independentista. Entre otras cosas porque la primera que tiene problemas independentistas es Rusia. Tenemos que entender todo esto en esa lucha geopolítica entre grandes potencias que intentan descalificarse unas a otras. Nosotros estamos en un bando muy concreto y permanentemente nos tratan de mentalizar de que los malos son los otros.
P.- Retrata una hipervigilancia tecnológica como paso previo a esa dominación ¿no tenemos escapatoria?
R.- No, en absoluto. Nos han metido en un sistema tal que no podemos prescindir de estos aparatos tecnológicos que nos inundan. Si queremos hacer una transferencia bancaria necesitamos el móvil, porque nos llegará aquí la clave; dentro de poco tendremos el DNI también en el móvil. Es parte integrante de nuestra vida, no podemos escapar de ello. Unido a sistemas de pago, videoconferencias, teletrabajo, dispositivos de reconocimiento facial… todo conforma una serie de instrumentos que nos conocen absolutamente bien. Una vez que nos conocen viene el siguiente proceso, que es la manipulación absoluta también a través de todos estos instrumentos.
No podemos escapar de la hipervigilancia, es parte integrante de nuestra vida
P.- La mayoría de los ciudadanos de a pie tenemos la tentación de pensar que no somos tan importantes como para ser objeto de vigilancia.
R.- Eso es parte de la estrategia de convencernos de que lo que nosotros aportamos no tiene valor, que no nos va a perjudicar, que somos personas anónimas. Los datos individuales son importantes pero sobre todo son importantes los datos que se extrapolan y se convierten en colectivos. Se convierten en tendencias, por barrios, trabajos, grupos sociales o países enteros. Al final consiguen estratificar la sociedad para conocernos al detalle. Y por supuesto que son importantes todos los datos. Y muchos de esos datos pueden ser utilizados contra nosotros, porque son datos que quedan almacenados, alguien los puede comprar y utilizar. Cada vez hay más países que lo primero que te piden para entrar es que les enseñes el móvil para ver qué tienes ahí. Son datos valiosísimos en muchísimas circunstancias.
P.- Apunta en su libro a la nanotecnología aplicada a la integración de la biología humana y la inteligencia artificial.
R.- Es el camino al que vamos. Hace pocos días el jefe del Estado Mayor británico dijo que en menos de diez años el 30% de los soldados serán robots. Es decir, robots soldados. Y me atrevo a decir que el otro 70% serán soldados robots. Es decir, soldados transhumanos que habrán sido potenciados física y mentalmente.
Los ejércitos tendrán soldados transhumanos potenciados física y mentalmente
P.- ¿Cómo se potencia mentalmente a un soldado?
R.- Hay muchas maneras, desde implantes a psicofármacos tremendamente potentes que ya se están utilizando, psicofármacos que pueden ser tanto para activar como para desactivar. Incluso se está hablando de modificaciones genéticas que puedan ser reversibles. Esta es la realidad que se está trabajando en un mundo militar que, por desgracia, sabemos que suele ir mucho más avanzado que el mundo civil. Lo que ahora llevamos en el móvil lo vamos a tener incrustado en el cerebro y vamos a ver con realidad virtual, realidad aumentada, hologramas… Vamos a tener toda esa información en el cerebro, pero tener información no significa ser sabios, simplemente es tener información que puede estar muy condicionada porque a alguien le interese que lo esté.
P.- ¿Por qué identifica Smart con espía?
R.- Porque es así. Smart significa inteligente, que está conectado con internet, conectado con esa nube que nos está escuchando. Cuando tenemos un aparato en casa pendiente de que le demos instrucciones nos está escuchando. Es verdad que la memoria interna del dispositivo es pequeña, pero la memoria de verdad es la que está en la nube y esa es infinita. Nos están escuchando en todo momento. Cualquier cosa que lleve el apellido Smart puede ser hackeable, desde la televisión a una nevera que va a estar también conectada a internet para pedir nuestros alimentos. Y de ahí se puede extraer mucha información. Tenemos que ser conscientes de que todo lo que lleva el apellido Smart es como si llevara el apellido espía.
P.- ¿El caso del robot de cocina de Lidl es un ejemplo?
R.- Ese es el camino si hablamos del internet de las cosas enlazado con el 5G, que va a ser su arteria principal. Hasta los objetos más cotidianos van a estar conectados y una casa domotizada también puede ser hackeable.
P.- ¿Qué es la guerra híbrida?
R.- Los grandes países procuran no utilizar los medios convencionales por el riesgo de que degeneren en un holocausto nuclear. Lo que hacen es utilizar otros medios. Hoy en día la guerra se hace con instrumentos económicos -sanciones, embargos, impidiendo acceder a mercados internacionales- pero también y muy importante con esta desinformación y manipulación mediática que intentan utilizar todos para desprestigiarse mutuamente.
China está ganando la guerra híbrida, la convencional y la tecnológica
P.-¿Esa guerra la ha ganado ya China?
R.- China está ganando la guerra híbrida, la guerra convencional y la guerra tecnológica. La tecnológica es muy interesante, porque quien domina la tecnología y puede producir más barato es el que inunda los mercados con sus productos. Y eso es lo que está haciendo China. Primero aprovechándose de toda la tecnología que pusimos a su disposición y actualmente ya inventa, aunque sigue copiando, y sigue teniendo la capacidad de producir mucho más barato, con lo cual hoy en día es imbatible. Dominando esa tecnología domina buena parte de la economía y ser solvente económicamente le permite tener cada vez mejor ejército, mejores espías y ciberespias, servicios de inteligencia y desarrollar otros campos como el espacial.
P.- ¿Europa tiene alguna opción en esa guerra híbrida?
R.- La disyuntiva que nos queda en Europa es seguir siendo fieles o servidores de Estados Unidos o pasarnos al bando chino. Seguimos siendo muy lentos en todas las acciones que llevamos a cabo. Diez meses después de que empezó la pandemia todavía no nos hemos puesto de acuerdo ni siquiera para ver cómo va a venir la ayuda. Ni siquiera en una situación de crisis extrema nos hemos puesto de acuerdo. Si hablamos de los refugiados, hasta hace pocos días no se ha acordado una normativa, cuando este problema viene de 2015. En un mundo acelerado y con países que hacen planes a muy largo plazo nosotros somos incapaces de ser proactivos y lo que estamos siendo, malamente, es reactivos.
P.- ¿Con esa capacidad tecnológica China podría decidir unas elecciones en España?
R.- Todas las grandes potencias a lo largo de la historia han intentado tener gobiernos que les sean fieles. Después de la II Guerra Mundial Estados Unidos ha interferido de una manera u otra -a veces con golpes de estado- en unos cien procesos electorales en todo el mundo. La Unión Soviética en unos 50. Es algo tradicional. Y a China, como a Rusia o Estados Unidos, le interesará tener gobiernos afines y lo intentarán. Unos de forma más abierta, otros más sibilina. Pero es como la desinformación, esto lo hacen todos los países, no podemos señalar a uno.
P.- ¿Cómo nos defendemos de eso?
Necesitamos una inversión en defensa que no tenemos. Hoy en día es tan importante tener soldados como tener cibersoldados
R.- Primero hay que ser conscientes de que sucede, y tener personal bien capacitado. En el CNI, y la Inteligencia Militar hay personas que trabajan en este campo. Pero una vez más es muy difícil saber exactamente quién está haciendo estas maniobras de ataques cibernéticos. Muy frecuentemente se dan casos de ataques de falsa bandera, para confundir y culpar a otro. Es un trabajo muy complicado, que necesita de verdaderos expertos. Sobre todo necesitamos una inversión en defensa que no tenemos. Hoy en día es tan importante tener soldados como tener cibersoldados, tener espías como tener ciberespías, y para eso tenemos que tener medios. Por más que tengamos personas bien capacitadas, que las tenemos, hay que tener medios. Lo mismo que no tenemos medios convencionales como tienen otras grandes potencias, en este mundo cibernético tampoco tenemos los medios de los que disponen otros.
P.- ¿La Covid ha acelerado ese proceso de sumisión mental?
R.- Sin lugar a dudas. La Covid ha acelerado muchos procesos en los que estábamos inmersos. Primero este enfrentamiento geopolítico, y también este proceso de hipervigilancia. No digo que no sean necesarias ciertas medidas de control ciudadano, pero me preocupa que se implementen medidas extremas que después permanezcan. Tras los atentados del 11S jamás hubiéramos imaginado que aceptaríamos esas normas de seguridad o la vigilancia por parte de la NSA a prácticamente a todo el mundo. Aquello se ha quedado, quién nos dice que estas medidas no se vayan a quedar también. Y eso es mucho más preocupante. Complementaría de forma absoluta el control que ya sufrimos los ciudadanos.
P.- Póngame un ejemplo
R.- La tecnología que está desarrollando China de control en las fábricas, les ponen electrodos en la cabeza para saber si están concentrados en el trabajo o se están distrayendo. Eso ya existe. Lo que está desarrollando Elon Musk con Neuralink para dirigir aparatos con nuestros pensamientos. Pero esos aparatos también pueden dirigir nuestros pensamientos, porque van a ser completamente transparentes. El peligro es que perdamos el último reducto de libertad, que era nuestro pensamiento.
P.- En el momento en que nosotros podamos dictar un texto mentalmente a un ordenador éste nos podrá dictar pensamientos subliminales.
R.- Claro. Quién nos dice que ese aparato electrónico no puede leer algo más de nuestra mente. Es lo que hablábamos de los dispositivos domésticos que nos escuchan. Otro tema que puede parecer ciencia ficción, pero no lo es, es la parapsicología de la que tanto se habló en la Guerra Fría. Se está recuperando. La agencia de tecnología disruptiva del Pentágono, DARPA, está desarrollando tecnologías de telepatía para que los soldados se comuniquen telepáticamente entre ellos.
La normalidad no va a existir, 2020 es el año cero de una nueva era, una era digital
Cuando dicen que vamos a ir a una nueva normalidad, no es así, la normalidad no va a existir. Hemos entrado en una nueva era. El 2020 es el año cero de una nueva era, una era digital que ni siquiera es la cuarta revolución industrial. Es una era digital que lo va a cambiar absolutamente todo. Y no hemos hablado de la nueva mecánica cuántica que está desarrollando China, los nuevos sistemas financieros... el mundo va a sufrir una convulsión total que ya veremos si nos beneficia a los ciudadanos. Yo lo dudo.
P.- Dibuja un horizonte entre Matrix y George Orwell.
R.- 1984, la novela distópica de Orwell, ha quedado muy desfasada. La hemos superado con creces, los sistemas de vigilancia, autocensura y silencio social son mucho más sofisticados. Estamos en una mezcla entre 1984, Un mundo feliz, y la tercera parte: Farenheit 451, porque ya no leemos. Si no leemos no excitamos nuestra mente, no la alimentamos y vamos a ser todavía más manipulables a través del entretenimiento estéril.
P.- ¿Netflix nos espía?
R.- Claro. Para darnos un producto que consumamos con alegría y pasemos mucho tiempo nos tienen que conocer. Conocernos significa que tienen que saber qué tipos de películas o series nos gustan, qué género, cuánto tiempo pasamos viéndolas o si nos enganchamos a ver la siguiente. Cuando nos dan películas recomendadas es porque saben lo que nos gusta. Vemos la película y la plataforma nos está viendo a nosotros, nos está analizando y obteniendo datos de nosotros.
P.- ¿Nos hemos convertido en una sociedad de cobayas?
R.- Totalmente, somos cobayas tecnológicas. Porque somos esclavos digitales, y no somos conscientes de lo que significa esta inmersión absoluta, casi obligada en este mundo digital. Cuando plataformas como whatsapp te ofrece servicios gratuitos, tiene que rentabilizarlo de alguna manera. Cuando Google compra la productora de las pulseras deportivas Fitbit por 1.800 millones de euros es porque piensa rentabilizarlo. ¿Cuántos datos van a sacar de todos nosotros, empezando por datos de salud?
P.- Después de todo lo hablado ¿se ha bajado la aplicación Radar Covid?
R.- De momento no me la he bajado. No pretendo ser antisocial, intento cumplir todas las normas como militar que soy. Pero hasta que no vea que existe una seguridad absoluta de que no se permite que complemente el rastreo desde luego no me la voy a bajar.
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