Sigue siendo el tema de moda. Y más ahora, después del manifiesto firmado por centenares de científicos, académicos, directivos, empresarios, CEOs, ejecutivos, líderes tecnológicos y expertos de diversos países que piden seis meses de moratoria en el avance de la IA. A raíz de esto, hay quien ha entrado en verdadero pánico, y tampoco faltan profetas que hablan del fin del mundo.
Mientras tanto, si le preguntas a la estrella de moda, Chat GPT4, por los límites de la inteligencia artificial, no te pone pegas a la hora de contestar. Reconoce abiertamente que le cuesta comprender algunas cosas que hacemos, que carece de emociones y creatividad real, que no le es fácil adaptarse a nuevos escenarios o aprender nuevas habilidades, que no tiene moral, que depende de los datos, que genera preocupación en los humanos, que puede haber brechas de seguridad y hasta que consume mucha luz y eso es poco ecológico. A pesar de que, como casi siempre, tiene toda la razón en cada uno de esos puntos, prefiero preguntar a mis congéneres, que al tratarse de seres de mi misma especie, creo que nos entenderemos mejor.
El pasado jueves se presentó la primera Guía Legal de Branded Content e Inteligencia Artificial para la BCMA, elaborada por ÉCIJA, bufete experto en temas relacionados con tecnología y la innovación. Como no es fácil “ponerle puertas al campo”, seguro que es mucho lo que tienen por delante.
Estoy con Carlos Rivadulla, Jefe del Área de Tecnología, Medios y Telecomunicaciones dentro de la firma legal, y con Patricia Castiñeiras, abogada senior del mismo área, experta en entretenimiento. Me aseguran que en las plataformas tipo Open AI están cambiando constantemente los términos y condiciones de uso, prácticamente de forma semanal. Al principio trataron de atribuirse la autoría intelectual de las creaciones que se obtengan, pero muy probablemente se dieron cuenta de que eso, sencillamente, no es así. Si no hubiéramos creado un Universo entero en la red, esas máquinas no podrían hacer su trabajo. Ha sido una constante en la Historia. Todo avance se basa en lo anterior.
Según Carlos “con la ley en la mano, la autoría personal de, por ejemplo, una poesía generada por inteligencia artificial, no puede atribuirse a la IA, porque no es un ser humano. Está tan alejada de la intención del creador del software, que tampoco se le puede atribuir, y por último, tampoco se puede denominar autor al que introduce la petición informática para crear ese contenido, porque no es quien lo realiza. Al final serán los tribunales, bajo las reglas de la competencia, los que tendrán que revisar cada caso, cuando existan conflictos.” Según el jurista, actualmente el propietario se puede considerar que es el que utiliza la herramienta para generar el contenido, pero el uso que haga de la pieza conseguida se regirá por las leyes en vigor. El debate no está cerrado.
Sobre los orígenes de esta necesaria guía, Patricia Castiñeiras comenta que ya habían tenido que atender a varios de sus clientes con problemas a este respecto. Parece que las empresas de marketing y publicidad han sido de las primeras en abalanzarse sobre las posibilidades de creación de estos sistemas. Y preguntada por algún consejo para los creadores, dada su experiencia, se muestra seria cuando afirma que “mejor preguntar antes que tener que cambiar algo después”. Por lo visto ha habido empresas que han perdido bastante dinero cuando, después de diseñar una campaña, se han dado cuenta de que legalmente ofrecía dudas o directamente no era legal ponerla en práctica. Una vez más se demuestra que la abogacía preventiva es vital para evitar problemas posteriores. En este caso se trata de un terreno nuevo, desconocido y resbaladizo, en el que es muy fácil caerse.
Ya se ha escrito mucho sobre los motivos objetivos que podemos tener para sentir miedo. Nada mejor que despejar dudas con especialistas, ya que expertos no puede haber. Hay personas que llevan ya unos años hablando con las máquinas en una conversación racional, casi de tú a tú.
Xavier Mitjana comenzó a usar inteligencia artificial hace 10 años, cuando en el centro de investigaciones en el que trabajaba se requería un volumen importante de locuciones en inglés para unos vídeos, con sus guiones y sus voces. Lo resolvió gracias a la incipiente tecnología TTS (Text-to-speech). Durante todo este tiempo ha divulgado contra el escepticismo de muchos. Ahora vive el "hype" (subidón) surgido a raíz de la aparición de la versión de uso público de Chat GPT, contabilizando por miles sus nuevos suscriptores al canal de Youtube en el que siempre habló de cómo usar estas herramientas con fines prácticos.
No tiene sentido ponerle límites. Cualquier innovación que permita liberar horas de trabajo no puede ser mala"
Xavier Mitjana
“No tiene sentido ponerle límites. Cualquier innovación que permita liberar horas de trabajo no puede ser mala. Lo que habrá que hacer es aprender y ajustar otras cosas”, afirma. “Sin embargo, si la preocupación es la concentración de poder que supone que haya tanto en tan pocas manos, eso ya es otra cosa”. Mitjana no cree en absoluto que tengamos que temer una “revolución de las máquinas”, pero recuerda que la unión de Open AI con Microsoft ha generado prácticamente un monopolio, y que con los meses de moratoria que solicitan los firmantes del famoso manifiesto, es posible que entren otros actores en escena. “Eso también daría sus ventajas a países como Rusia o China, que no suelen respetar este tipo de acuerdos. Esto es crítico, porque el uso de esta tecnología también va a influir claramente en los equilibrios geopolíticos”, afirma el especialista. Para él “parar la investigación no tiene sentido”.
Otro Xavier, pero apellidado Laballós, lleva también algún tiempo usando modelos de inteligencia artificial y formando a personas en este campo del conocimiento. Comienza la conversación dándome una clave interesante. “El 30 de noviembre de 2022, Chat GPT se abría de forma gratuita y para todo el mundo. Los modelos ya existían, pero la interfaz la podía usar cualquiera que tuviese ordenador y conexión a internet. Mediante un sencillo chat puedes pedir lo que quieras a los ordenadores más potentes del mundo. En cinco días consiguió un millón de suscriptores. A Spotify le costó cinco meses y a Netflix, tres años”.
Sobre el miedo a cómo nos va a afectar, recuerda que “cuando salió Excel, también decían que los contables iban a desaparecer”. Para él, una de las mayores preocupaciones debe ser la veracidad. “En las búsquedas de Google ves claramente la fuente de la que sale cada información. Hoy en día, aunque sean sistemas muy potentes y las estemos alimentando constantemente nosotros, tratan de complacer al máximo a quien le hace la petición. Tanto que, si no tiene un dato, tiende a completar los vacíos, y no siempre eso es fiable”. Otro de los riesgos claros es la homogeneización de la creatividad: “Si todos usamos los mismos sistemas, aunque cambiemos la forma que tengamos de pedir el producto, acaban pareciéndose. Habrá más ruido. Veremos pronto una inundación de información similar, fácil de crear, y solamente destacarán las creaciones que realmente tengan un valor humano diferencial”, asegura Laballós.
Ambos especialistas son tajantes en cuanto al papel del ser humano. Además de necesario, es quien debe decidir. Quizá nos enfrentamos a una época en la que más que producir, nuestra misión sea la de hacernos responsables de ese trabajo que hacen ya también las máquinas en lo intelectual. Somos indispensables con nuestras decisiones y aportaciones. Nos han hecho jefes. Alvin Toffler, en La Tercera Ola, ya hablaba de una humanidad ocupada en crear, más que en fabricar.
Tras hablar con juristas y expertos, podemos concluir que nos esperan años de transformación en los que unos sectores y puestos de trabajo recibirán un impacto mayor que otros, en ocasiones para mejorar la productividad y en otros casos, para tener que acometer reconversiones. Detener el progreso nunca fue rentable ni fácil para la humanidad, pero está claro que la ola que llega nos está enseñando a nadar.
NOTA: en la redacción de este artículo no se ha usado inteligencia artificial de ningún tipo, salvo en la pregunta inicial y en la corrección ortográfica.
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