Mark Coeckelbergh, el filósofo belga de la tecnología, ha impartido la segunda conferencia magistral del VI Congreso Internacional de Inteligencia Artificial, organizado por El Independiente en Alicante. En su intervención, el experto ha hablado en profundidad de la relación entre la ética, la política y esta tecnología, planteando una serie de cuestiones para hacer un llamamiento a una reflexión conjunta.
Coeckelbergh, que es profesor en la Universidad de Viena (Austria) y en el Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias de Praga (República Checa), ha querido comenzar enumerando los principales retos éticos de la IA. Empezando por la privacidad y la protección de datos, su nivel de explicabilidad y transparencia, sus sesgos y su impacto en el trabajo humano. Y acabando con dos preguntas importantes. ¿Quién es responsable de esta tecnología y ante quién?¿Y qué estatus moral debemos otorgarle a algo no humano?
El experto ha explicado que en la actualidad está muy centrado en estudiar el impacto de la IA en las democracias, en aspectos como la desinformación o la manipulación de los votantes. Y se ha mostrado a favor de actuar, desarrollando una normativa global sobre IA que aborde estas cuestiones. Aún así, en su conferencia ha querido tratar varios aspectos concretos que a su juicio merecen especial atención.
El primero de ellos es la libertad. Y es complejo. Porque, según explica Coeckelbergh, la filosofía política distingue entre la libertad negativa (es decir, la injerencia) y la libertad positiva (que se traduce como autonomía y autogobierno). Y la IA puede influir en ambas. Por ejemplo, si se utiliza para mantener a las personas en un estado de esclavitud o explotación, en el primer caso, o para eludir la autonomía humana, en el segundo.
En cuanto al nivel de igualdad y justicia de la IA, el filósofo ha detallado que sus sesgos pueden suponer un gran problema. En ese sentido, ha asegurado que la IA nunca es "políticamente neutral", aunque la definición de qué es exactamente ser parcial y qué es ser injusto pueda variar de una persona a otra. Pero, en cualquier caso, para Coeckelbergh lo que importa es quién evaluará los sesgos de esta tecnología y cómo tratará de compensarlos.
En la charla también se ha hablado de las diferencias entre los regímenes totalitarios y las democracias, y se ha reflexionado sobre qué entorno social podría configurarse para que la gente pueda ejercer su responsabilidad y se le permita cuestionar, criticar o incluso resistir "cuando sea lo correcto". Al hilo de esto, el filósofo ha apostillado que "hay que seguir trabajando para profundizar en las condiciones que hacen que la democracia funcione".
"Es fascinante hablar de democracia y tratar de definirla. El problema es que la IA puede apoyar el autoritarismo, y algunos responsables políticos podrían utilizarla contra nosotros. Podrían incluso intervenir en los aspectos más importantes de nuestras vidas. Lo que algunos llaman el Gran Hermano", ha expresado Coeckelbergh.
Como conclusión, el experto ha querido recalcar que la IA es "poder", y que esto queda patente en las diversas formas en que nos afecta a nosotros y a nuestros principios y valores políticos. Además, se muestra convencido de que con ella se cuestiona la división moderna de una tecnología neutral y una política social. Porque la IA permite "ejercer el poder", pero también "moldea nuestro yo, crea nuevas formas de subjetividad y nos disciplina".
"La IA pone en peligro los cimientos de nuestras democracias. Pero no es necesariamente mala. Sólo debemos tratar de utilizarla correctamente", aseguró el experto. "Hay que construir una IA que beneficie a la sociedad, porque esta tecnología no está sujeta a fronteras", añadió.
Por ello considera necesario que se regule a través de una normativa, que permita organizar y limitar ese poder de forma que tanto la IA como nuestros sistemas políticos sean más democráticos. ¿Y cuándo debe hacerse todo esto? "Ahora, que la IA está aún en fase de desarrollo", concluyó Coeckelbergh.
Intervención de Mark Coeckelbergh completa:
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