OpenAI, la empresa creadora de ChatGPT y líder mundial en desarrollo de inteligencia artificial, está manteniendo conversaciones preliminares con los regulares estadounidenses para cambiar su estructura corporativa y convertirse en una compañía con ánimo de lucro. La noticia, adelantada por Bloomberg esta misma semana, supondría un antes y después en el sector. Pero, sobre todo, pondría en duda la regla número uno bajo la que se fundó la compañía en 2015, que era crear una IA beneficiosa para toda la humanidad.
"En la literatura tecnológica una de las ramas que predomina es la de los tecno-agoreros. Es decir, aquellas personas que siempre creen que la tecnología nos va a llevar por mal camino. Pero los fundadores de OpenAI, entre los que estaban personas como Elon Musk, quisieron darle a la compañía esa pátina de elemento social, al apostar por desarrollar una IA buena para todo el mundo. De ese deseo de ser abiertos y transparentes nace incluso el nombre de la empresa. Pero con el tiempo la situación ha ido cambiando", resume Carlos Guadián, consultor de tecnología y comunicación.
Algunas voces internas comenzaron a cuestionar la filosofía original, y la empresa, con los años, comenzó a dar pasos para desmarcarse de ella. José Antonio Carballar, doctor en Ciencias Económicas y Empresariales y profesor de la Universidad de Sevilla, recuerda que en 2019 OpenAI firmó un acuerdo con Microsoft por 1.000 millones de dólares, algo que "ya supuso un gran cambio". Ese mismo año dejaron de ser una organización sin fines lucrativos para convertirse en una empresa con ánimo de lucro limitado. La noticia de Bloomberg, de confirmarse, sería simplemente pasar al siguiente nivel.
"Da la impresión de que en OpenAI siempre ha habido una gran lucha interna entre el sentido de altruismo y de progreso. La idea es que no conseguir ingresos es estancarse en una tecnología tan innovadora, que necesita todavía de mucha inversión en I+D. Por otro lado, vender su tecnología le permite grandes ingresos que, en teoría, pueden reinvertir en I+D. Esta lucha la ganó Sam Altman el año pasado cuando los partidarios de la primera opción intentaron echarlo", sostiene Carballar.
La explosión de ChatGPT y las posibilidades económicas que se le abrieron a la empresa desde entonces fueron el germen. "En ese momento se dieron cuenta de que ahí había dinero, porque esa tecnología fue un punto de disrupción en el mercado", apunta Guadián, que concuerda en que el empujón definitivo fue el despido y la posterior recontratación de Sam Altman como CEO de OpenAI hace justo un año. Un terremoto que sacudió al sector durante cinco días, pero que acabó con Altman erigiéndose como el gran triunfador y ganando poder interno.
"Acabó volviendo con mucha más fuerza a la empresa, y las personas del consejo de OpenAI que habían querido echarle acabaron saliendo de la compañía. Fue una auténtica lucha de poder, un juego de tronos. Y Altman se ha llevado el gato al agua, porque está conduciendo a la compañía hacia el lugar donde quiere. En estos meses las salidas de trabajadores han sido constantes", asegura Guadián. Que explica que el CEO de la compañía "quiere ir hacia la IA general, y para ello necesitan quitarse de encima todas las barreras que tienen".
Carballar cuenta que las ventas de OpenAI son mil millonarias anualmente. Y sigue teniendo a varias empresas de capital riesgo, como Nvidia, interesadas en invertir miles de millones a cambio de poder rentabilizar esta inversión. Pero en medio de todo ese ecosistema empresarial era importante el visto bueno de Microsoft, que tiene aproximadamente el 49% de acciones de OpenAI y posee los derechos exclusivos para integrar y distribuir productos basados su tecnología.
"Microsoft no es la empresa más puntera en IA, principalmente porque no se han dedicado tanto a ese sector. Así que creo que verán con buenos ojos el paso que OpenAI quiere dar, porque les interesa que caminen en esa dirección. El problema puede estar en que a partir de ahora Microsoft marque condiciones diferentes en tema de financiación o de capacidad de decisión dentro de OpenAI. Y mientras, por detrás hay otras empresas que están optando a liderar el desarrollo de la IA, como Anthropic, Perplexity o Meta, que está entrando sigilosamente en la pelea con sus modelos LLaMA", sostiene Guadián.
Las implicaciones de una nueva estructura
La información que ha trascendido es que OpenAI crearía una entidad con fines de lucro y otra que se mantendría sin fines de lucro. Las dudas del papel que podría jugar la segunda son inevitables. "Seguramente quieran hacer lo que hacen otras muchas empresas: social washing. La sociedad sin fines de lucro se utilizaría para labores de responsabilidad social corporativa. Sería como una especie de paraguas protector que usarían ante cualquier crisis derivada de su actividad de negocio para demostrar que están comprometidos y dar la apariencia de ser una compañía abierta y colaborativa", sugiere Guadián.
Para Carballar, esta nueva organización supondría muchos cambios. Empezando porque eliminaría el límite en los retornos de inversión, haciendo a la empresa más atractiva para los inversores. De esta manera, además, OpenAI conseguiría financiación de manera más fácil, algo que podría ser importante de cara a una posible salida a bolsa. En paralelo, el experto apunta que se producirían cambios en la estructura de propiedad, con Altman recibiendo una participación en la empresa. Y además, habría una mayor flexibilidad para reinvertir ganancias y ofrecer opciones de acciones para atraer talento.
"Habría un mayor enfoque en la rentabilidad, lo que podría suponer más servicios de pago o funciones premium, mayor presión para monetizar los productos existentes y posible introducción de publicidad en sus servicios. Al contar con más recursos, OpenAI podría acelerar el desarrollo de nuevas tecnologías y productos de IA, lo que potencialmente beneficiaría a los usuarios con innovaciones más rápidas. Sin embargo, posiblemente se priorizarían aquellos proyectos con mayor potencial comercial sobre otros con beneficios sociales más amplios pero menos rentables", afirma Carballar.
El resumen del experto es que "este cambio reflejaría la creciente competencia en el campo de la IA y la necesidad de adaptarse a un entorno más comercial, aunque, sin duda, plantea preguntas sobre cómo afectará a la misión original de OpenAI de desarrollar IA beneficiosa para la humanidad".
De fondo, surge otra duda. Guadián la explica: "Al cambiar esas prioridades para centrarse más en desarrollos propios quizás no cumplan con determinadas leyes, como el reglamento de IA de la Unión Europea. Y el miedo que tengo es que los europeos nos podamos quedar fuera de todo esto, como mínimo un tiempo, respecto a territorios con legislaciones más laxas, como EE.UU. Es algo que ya estamos viendo, aunque quizás no de forma tan clara. Tarde o temprano estas empresas querrán contar con el mercado europeo, pero ese retraso puede provocar una desventaja competitiva".
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