Investigación

Los hombres ibéricos fueron sustituidos por pastores esteparios hace 4.000 años

Un estudio liderado por españoles confirma que descendientes de esteparios sustituyeron a la población masculina ibérica en apenas 500 años

Enterramiento de la pareja que reveló la sustitución de los hombres ibéricos
Enterramiento de la pareja que reveló la sustitución de los hombres ibéricos | BENÍTEZ DE LUGO y FUENTES

El macho ibérico no es tan ibérico. Sencillamente porque el genoma ibérico no es tan ibérico. Una obviedad en casi cualquier población mundial, moldeada por visitas, conquistas y migraciones. Lo que ocurrió en la Península Ibérica resulta particularmente enigmático. Un estudio de la evolución poblacional de 8.000 años revela que hubo un momento en que la práctica totalidad de los varones de Iberia fueron sustituidos por gente de las estepas de la actual Rusia hace 4.500 años.

Según los datos publicados en Science, el análisis de los restos de 400 personas a lo largo de estos ocho milenios muestran una sustitución de 4 de cada diez personas por población de áreas lejanas. Es decir, cambiaron los hombres, pero no tanto se reemplazaron las mujeres en la Edad de Bronce. Y los hombres provenían de las actuales estepas rusas entre el mar Negro y el Caspio.

El proceso, que no fue de golpe, se parece más a lo que entendemos por una colonización

No está claro qué pasó, pero el proceso, que no fue de golpe, se parece más a lo que entendemos por una colonización. Tenían mejor tecnología e importaron nuevas enfermedades para las que serían inmunes Se prolongó la sustitución genética a lo largo de cinco siglos, a partir de pueblos yamnayas que se desplazaron por toda Europa. El pasado octubre, un estudio de la Escuela de Medicina de Harvard ya adelantó que los yamnayas conquistaron Iberia hace algo más 4.500 años. Ahora se ha confirmado que 500 años después no quedó prácticamente ni un varón con marcas genéticas que no proviniesen de aquellos colonizadores. ¿Qué pasó?

El estudio ha sido dirigido por David Reich y Carles Lalueza-Fox, genetistas de la Harvard Medical School y del Instituto de Biología Evolutiva (IBE), respectivamente. Han participado 111 personas de Estados Unidos y Europa, en lo que es la acción de análisis de restos genéticos más completa de nuestro continente.

Los datos confirman que el genoma de los pobladores de la Península Ibérica es resultado de “una superposición de capas producida a lo largo de miles de años por diferentes migraciones, algunas de ellas relativamente recientes como la de los romanos o los musulmanes”, explica a Efe Carles Lalueza-Fox.

Los amantes de Ciudad Real

Ella ibérica. Él, estepario. Los dos, enterrados juntos en los campos de Castillejo del Bonete (Ciudad Real) hace 3.800 años. Esta catalogación por orígenes tan poco científica en realidad responde a los restos de objetos con los que fueron enterrados y sus respectivos ADN. El descubrimiento de los huesos ocurrió en 2004, en un olivar. Pero es ahora cuando sus genomas han destapado la sorpresa.

“El hombre tiene ancestros muy recientes provenientes de estos nuevos grupos humanos que llegaron a la Península, mientras que la mujer es de ancestralidad ibérica. También sabemos que ella tenía una dieta marítima y que venía de la costa y, pese a estas diferencias, están enterrados juntos. Es un ejemplo muy ilustrativo de coexistencia”, destaca Lalueza-Fox.

Eso sí, el ADN cuenta lo que ocurrió, no cómo. Uno de los aspectos más interesantes del ADN es que “cuenta qué eventos sucedieron y cuándo pero no cómo. Hay varias hipótesis que pueden explicar lo que sucedido pero hacen falta otras disciplinas como la arqueología o la antropología para entender qué paso”, advierte a Efe Íñigo Olalde, genetista de Harvard y primer autor del trabajo.

“Los resultados de nuestro estudio podrían ser compatibles con una situación violenta”, similar a un genocidio, “pero en el registro arqueológico no hay pruebas de tal violencia”.

Obviamente, esta peculiar pareja también puede demostrar que ellas prefirieron a estos hombres provenientes de la estepa.

 

Una revolución social

En ese periodo de transición entre la Edad del Cobre y del Bronce, durante unos 500 años tuvieron lugar unos acontecimientos sociales tumultuosos que “no sabemos cómo ocurrieron, pero que claramente reemplazaron a los linajes paternos ibéricos por un linaje paterno de procedencia esteparia, que aún hoy en día sigue siendo al más común en la Península Ibérica”, apunta Lalueza-Fox.

Los análisis genéticos revelan que entre el 2.500 y el 2.000 a.C, la población típicamente ibérica del Neolítico coexistió con los descendientes de las poblaciones esteparias que 500 años antes se habían propagado rápidamente por toda Europa desde la estepa rusa (los Yamnayas).

“Fue una colonización que larga, de unos 500 años”, que dejó su impronta en la composición genética de la población de la Península Ibérica que, durante la Edad del Bronce, había perdido cerca del 40 % de su ascendencia genética y el 100 % de los linajes ibéricos paternos, que fueron sustituidos por el estepario (que perdura hoy en día).

Vascos, desde la Edad de Hierro

La investigación concluye que la genética de los vascos -un pueblo sobre cuya ancestralidad genética se ha debatido mucho-, no ha variado prácticamente desde la Edad de Hierro.

Los investigadores han determinado que no han recibido tanta influencia genética de los pueblos que han pasado por la Península Ibérica en los últimos 2.500 años, como los púnicos, los romanos, los griegos o los musulmanes, lo que explicaría por qué el euskera es la única lengua prerromana que perdura en la actualidad.

El estudio revela también que en el Neolítico hubo otro reemplazo genético en la población ibérica desencadenado por la llegada de los agricultores originarios de Anatolia (actual Turquía), que sustituyeron a la cultura de cazadores-recolectores de final del Mesolítico (desde el año 8.000 a. C. hasta el 5.500 a.C.)

Las poblaciones neolíticas se mezclaron con la ibérica, lo que tuvo un impacto demográfico incluso mayor que el tendría lugar unos 3.000 años después, en la Edad del Bronce, pero “aunque sustituyeron el 80 por ciento del genoma ibérico, el impacto no fue tan fuerte en los linajes estrictamente paternos”, apunta Olalde a Efe.

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