Un estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH) publicado en Nature Ecology and Evolution demuestra que el Homo erectus, al que considerábamos esbelto y estilizado, en realidad era achaparrado y robusto. El Homo erectus fue el primer ancestro humano que se extendió desde África por el continente Europeo hasta el sureste asiático.
“Hasta hoy se ha pensado que el Homo erectus era el primero que tenía el cuerpo como nosotros y se ha interpretado como una adaptación climática de hace millones de años, pero nuestro estudio es el primero que pone en duda que fuera tan esbelto”, asegura a El Independiente el investigador Markus Bastir, del Museo Nacional de Ciencias Naturales MNCN-CSIC y uno de los autores del estudio.
La evolución de la forma corporal humana refleja el modo en el que los ancestros del ser humano se adaptaron al medio ambiente en el que vivían. Los humanos modernos, Homo sapiens, tienen un cuerpo relativamente alto y esbelto que contrasta con la forma corporal de los neandertales, más bajos y achaparrados.
Los estudios previos se han centrado en gran medida en las piernas y la pelvis pero para la realización de este trabajo los paleoantropólogos han reconstruido en 3D la forma de la caja torácica del ejemplar de Homo erectus conocido como el niño de Turkana, un esqueleto juvenil de 1,5 millones de años que se encontró en Kenia en 1984.
“Hemos utilizado tecnología 3D para reconstruir los huesos del tórax, el niño de Turkana es uno de los cuerpos más completos, aún así faltan costillas y vértebras, hemos desarrollado un protocolo para reconstruir esas estructuras”, explica Bastir.
Además de esa reconstrucción los investigadores han hecho simulaciones en el Hospital de la Paz para estudiar cómo sería la capacidad pulmonar. El estudio aborda el hecho de que la forma de nuestro cuerpo moderno puede estar vinculada con una cinemática respiratoria optimizada para correr largas distancias, así como para otras actividades de resistencia.
“El Homo erectus tal vez no era el corredor delgado y atlético de larga distancia que imaginamos”, apunta Bastir. “El mayor tamaño del tórax proporciona un una forma más maciza y robusta a sus cuerpos, no sólo no es que no tenga el cuerpo esbelto del homo sapiens es que tendría más peso y eso haría más difícil su capacidad de correr durante tiempo para cazar”, asegura el investigador.
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