El teniente coronel de la Guardia Civil David Oliva tenía un lema que hizo grabar a fuego en la mente de sus subordinados: “Trabajo, trabajo y trabajo”. Quienes han trabajado con él subrayan su perseverancia en los casos que tenía entre manos. Lo llegan a calificar de “ser un fatiga”, una expresión andaluza que hace hincapié en la insistencia que alguien pone en las cosas. Su rápido ascenso contrasta con la estrepitosa caída que, solo unos meses después de su última condecoración por el Ministerio del Interior, se ha producido por una imputación en la Audiencia Nacional tras haber conseguido presuntamente de forma ilegal información secreta de investigaciones sobre narcotráfico.
A Oliva la vocación por la Guardia Civil le viene de casa. Su padre, de más de 80 años, perteneció al Cuerpo, “de los que iban con la capa”. Nació en Algeciras hace poco más de 40 años, y allí se crio rodeado de amigos a los que años más tarde tuvo que apresar. Con una carrera meteórica en la Benemérita, Oliva se convirtió en 2018 en el jefe del OCON-Sur, (Organismo de Coordinación de Operaciones contra el Narcotráfico) la unidad de élite que el Ministerio del Interior puso en marcha para combatir el tráfico de drogas en la costa de Andalucía.
“Los conoce de toda la vida”, comenta una fuente que ha trabajado con él codo con codo. “En 30 años que llevo aquí, nadie ha hecho tanto contra los narcos como él”, señala otra. A David Oliva le ofrecieron crear un grupo que luchase contra los señores de la droga, ya que “nadie quería hacerse cargo”. No se lo pensó, para él era casi un tema personal, dicen las fuentes consultadas. Él seleccionaba a sus hombres, sólo en los que podía confiar. Interior le puso todos los recursos disponibles, y eso causó resquemor en otras unidades. “Dicen que ganábamos mucho, pero teníamos un día como mucho de descanso, siempre pegados al móvil y haciendo todas las comidas fuera, incluso teniendo que dormir en hoteles”.
No era la primera vez que combatía a los clanes de la droga. Su paso por distintos cuarteles y comandancias, como en Barbate, le habían curtido en la gresca de los narcos. Fue aprendiendo hasta que, una vez al frente de la unidad especial antidroga, introdujo sus propios métodos de trabajo. “Él metió la investigación patrimonial a estos tíos. Nadie lo hacía hasta entonces y él pensaba que de nada servía quitarles un alijo si la maquinaria de blanqueo seguía en marcha. Potenció esas unidades hasta convertirse en un referente nacional”.
Este conocimiento del territorio y los capos “como la palma de su mano” le hizo acumular un poder que ligó odios y amores a partes iguales. “Él es un chulo, tú lo ves y un chulo”, comenta un agente en Madrid. “Sabía más que todos los jefes y eso dentro de la Guardia Civil no interesa”, prosigue.
“A Oliva hay que sufrirlo para saber lo que es trabajar con él”. Quien lo describe se refiere a él como incansable a la hora de perseguir a los capos. “Son auténticos cárteles y colaboran entre ellos”. Las jornadas de trabajo eran maratonianas, de “13, 14 y hasta 15 horas”. “Pero es que no había otra, había que hacerlo así porque ellos no descansan”.
“Mira, yo debo tener 1.500 conversaciones entre chats y grupos sólo de mi zona de OCON. Imagina en las que tenía que estar él, que estaba en todo”, explica un agente en el Sur. Este método de trabajo, básico pero efectivo, se convirtió en una especie de base de datos rudimentaria para los 150 agentes que dirigía en el equipo. Cada vez que se asestaba un golpe, metían datos como matrículas de coches, apellidos o armas en el buscador de WhatsApp. Con ello conseguían cruzar datos y cercar a los traficantes en cuestiones patrimoniales. “Si dejaba el móvil quieto una hora tenía 600 mensajes”.
Las actuaciones se sucedían en los siete puntos donde hay unidades de OCON: Huelva, Sevilla, Cádiz, La Línea, Málaga, Granada y Almería. En los cuatro años que estuvo funcionando la unidad, hasta septiembre de 2022, se incautaron 1,1 millones de kilos de hachís; 35.000 kilos de cocaína; 59.000 kilos de marihuana y 2.500.000 cajetillas de tabaco de contrabando, según datos del ministerio de Fernando Grande-Marlaska.
Los continuos golpes que Oliva y sus hombres daban a los narcotraficantes le obligaron a llevar escolta. Un hecho que algunos agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado ven como una extravagancia (el jefe de la Unidad de Drogas de la Policía Nacional no lleva escolta, por ejemplo), mientras que sus allegados defienden porque le habían puesto un precio a su cabeza: 400.000 euros. “Tenía a un cabo del GAR pegado a él, como si fuese su binomio. Su familia tenía un coche de agentes que la seguían a todas partes”.
El premio gordo cayó cuando desmantelaron el clan de ‘Los Castañas’, los mayores proveedores de hachís de Europa. La alegría, cuando se abrió juicio contra ellos, el pasado 11 de abril. 152 miembros de esa organización se sentaban en el banquillo acusados de delitos que suman 1.787 años de prisión.
Pero solo unos días después del éxito, comenzaron los días más duros para Oliva. Un confidente detenido dos veces puso su nombre en cuestión y en una investigación sobre el clan de los Ariza en la Audiencia Nacional también se cruzó su apellido. Fuentes de la investigación hablan, no solo de fiestas con los narcos, sino de compadreo y de “muchas noches” durmiendo en “casa de los malos”. Cuando el caso ‘Varea’ empezó a involucrar a guardias civiles de Algeciras la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (UDYCO) de la Policía Nacional se apartó y dejó paso a sus compañeros de Guardia Civil que indagan en la corrupción de su propio cuerpo.
El Servicio de Asuntos Internos del Instituto Armado involucró a Oliva y a otros dos tenientes. El 13 de abril el teniente coronel viajó a Madrid para declarar durante cinco largas horas ante el juez de la Audiencia Nacional Alejandro Abascal. Entró por el parking, mostrando su identificación de guardia civil, saltándose el paseíllo ante la prensa, algo que no está permitido para quienes no están detenidos, y Oliva no lo estaba. El magistrado le obligó a salir más tarde por la puerta principal, donde los fotógrafos le tomaron fotos, y a volver a entrar por el parking, en lugar de salir de nuevo sin ser visto.
La tarea
A Oliva, al teniente F. (que estaba en Asuntos Internos) y a un tercer teniente que ahora está destinado en Ceuta los acusan de un delito de revelación de secretos y otro de cohecho. Asuntos Internos cree que le delatan unos mensajes con los que pretendió sacar información confidencial de investigaciones por narcotráfico a cambio de dar a su filtrador un puesto en OCON-Sur, con mayor salario y más cerca de su familia. “Entrega la tarea. Esto es la operación boomerang”, es uno de los whatsapp que se recogen en la investigación, como adelantó eldiario.es. Toda la información salió del teléfono del teniente F. a quien detuvieron el pasado mes de diciembre y pasó dos días en el calabozo. Algunas fuentes de la investigación lamentan que todo el operativo se haya hecho por fases porque esto puede llevar a que unos avisen a otros y la causa se desinfle.
Lo cierto es que, según fuentes jurídicas, todo esto ha perjudicado a la información principal sobre el clan de los Ariza que, al saberse investigado, supuestamente han dejado de actuar. De esta forma, la Fiscalía Antidroga ha pedido el archivo de esta causa por haber decaído el principal delito de tráfico de sustancias y, tal y como avanzó El Independiente, han solicitado que la investigación a los otros tres agentes se vaya a un juzgado ordinario en Valdemoro.
Oliva, ahora destinado en Málaga desde que Interior deshizo OCON-Sur, ha pasado un último mes tranquilo porque, según fuentes de su entorno, cree que los indicios contra él no son sólidos y confía en que todo quede en una anécdota. “Esto no va a hacer que no llegue a general, seguro”, afirma una fuente conocedora de su situación dentro de la Benemérita. Sus peores momentos los pasa pensando en su padre, agente también retirado, y en lo que se rumoreará en su Algeciras natal. “No es de buen gusto para nadie que tu padre oiga cuchicheos cuando pasa sobre lo que ha hechos su hijo, cuando además no hay nada”.
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