El cambio climático en una amenaza para la biodiversidad porque puede dar oportunidades a las especies invasoras. Los mares son especialmente sensibles a estos fenómenos. Sin embargo, aún peor que el calentamiento global puede ser el creciente tráfico martítimo. Los barcos, como caballos de Troya de los océanos, pueden transportar animales y plantas sin ser conscientes de ello. Las próximas tres décadas serán determinantes, según un estudio de la Universidad de McGill. Asia, voraz consumidora del futuro inmediato, puede acelerar el peor de los escenarios.
Los datos, publicados en la revista Nature Sustainability, sugieren que el crecimiento del transporte marítimo puede disparar la propagación de plagas no autóctonas a nuevos entornos. "Se cree que las invasiones biológicas son un importante impulsor del cambio en la biodiversidad y causan miles de millones de dólares en daños económicos anualmente", dice el autor principal Brian Leung, del Departamento de Biología y Escuela de Medio Ambiente de McGill. "Nuestros modelos muestran que la red de transporte global emergente podría producir un aumento de tres a 20 veces mayor en el riesgo de invasión desde ahora y hasta 2050".
El transporte por mar puede crecer hasta en un 1.200%
Tras el 80% de los clicks que hacemos en una compra online hay un barco transportando nuestra mercancía. "Combinando nuestro modelo con escenarios de desarrollo económico global, proyectamos que el tráfico marítimo mundial aumentará entre un 240% y un 1.209% para 2050. Integrando nuestras predicciones con las proyecciones del cambio climático global y los modelos de invasión mediada por el transporte marítimo, prevemos que el riesgo de invasión aumentará en los países de ingresos medios, particularmente en el noreste de Asia", explican los autores.
"Para comprender cómo cambiarán las invasiones biológicas, debemos entender cómo podrían cambiar los patrones de los envíos", dice el coautor Anthony Sardain, del laboratorio de Leung en McGill. "Nuestro estudio sugiere que, a menos que se tomen las medidas adecuadas, podríamos estar ante un aumento exponencial en tales invasiones, con consecuencias económicas y ecológicas potencialmente enormes".
Unas invasiones muy caras
Los costes de las invasiones biológicas están siendo medidos, lo que ha derivado en iniciativas políticas importantes como la Convención Internacional sobre la Gestión del Agua de Lastre, implantada recientemente. La Convención, que entró en vigor en 2017, representa el último esfuerzo global para controlar las bioinvasiones.
Medidas como el intercambio de lastres, se ha revelado eficaz para reducir las tasas de invasión en los Grandes Lagos de América del Norte. "Si bien es demasiado pronto para evaluar la eficacia de la Convención a nivel mundial, nuestro trabajo sugiere que está en la dirección correcta", dice Leung.
Los investigadores usaron modelos informáticos con escenarios de crecimiento socioeconómico en países desarrollados como parte del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas. A medida que aumenta la riqueza y la población, también lo hace la demanda de bienes y servicios que no están disponibles localmente.
A pesar de que las estimaciones no son muy precisas (la horquilla de incrementos es muy amplia), "todos los escenarios apuntan a un aumento tanto en el transporte como en las invasiones", señala Sardain. "Eso debería alertarnos sobre la gravedad de la situación y la importancia de las medidas para reducir las invasiones biológicas".
El ruido de los barcos es otra amenaza
Como os contamos el pasado verano en El Independiente, desde hacía años, algo estaba matando a cetáceos y tortugas en el Mediterráneo. Un fenómeno extraño para expertas buceadoras que, sin embargo, aparecían en las costas con sus órganos llenos de burbujas de nitrógeno. Síndrome descompresivo en especies perfectamente adaptadas para no sufrirlo. Además, rorcuales o zifios desorientados, varados y con hemorragias. ¿Qué estaba pensado?
Diferentes estudios empezaron a probar algo que intuían marineros y organizaciones ecologistas: el mar es demasiado ruidoso. Incluso, aunque no lo oigamos. Las ondas de los sónares de barcos y submarinos, así como las prospecciones industriales estaban machacando los oídos, sistemas de orientación y enmascarando las comunicaciones entre animales del mar. Además, los asusta, lo que los hace salir a la superficie demasiado rápido. Eso, al menos en una extensión de 46.385 km2, ya no debería volver a ocurrir.
El Independiente viaja por las aguas del corredor mediterráneo en que los cetáceos y tortugas están, desde este año, protegidos por el Ministerio de Medio Ambiente. Y nos acercamos a las aguas del Estrecho de Gibraltar a bordo del barco Esperanza de Greenpeace, un lugar por donde acceden buena parte de las especies que migran al Mediterráneo a alimentarse y reproducirse, y que tienen que lidiar con una constante hora punta de barcos que cruzan la zona. | Vídeo: Mario Viciosa, GP.
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