Siete de cada diez personas ya sienten en su día a día el cambio climático en España. 32 millones de españoles notan en sus pueblos y ciudades efectos del calentamiento global, especialmente en lo que a temperaturas se refiere. El número de días con tiempo veraniego ha crecido entre 5 y 10 jornadas en varias regiones desde 1971. Es una de las principales conclusiones del Open Data Climático, una herramienta de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) de acceso libre a partir del mes de abril. El sistema recopila y presenta información procedente de su Banco Nacional de Datos Climatológicos y, en particular, con datos procedentes de un total de 58 observatorios.
Según las conclusiones de este estudio preliminar, las temperaturas medias de todas las estaciones son cada vez más elevadas, aunque el ascenso se aprecia con más claridad en primavera y, sobre todo, en verano. Es la estación más afectada por el cambio climático, pues se está volviendo más largo y más cálido. El verano térmico actual abarca cinco semanas más que a comienzos de los años 80, aunque el calentamiento afecta a todas las estaciones del año. En general, las temperaturas son más cálidas ahora entre abril y octubre, lo que confirma que esta estación comienza antes y termina después. "Es algo que todos notamos y los datos nos vienen a confirmar", subraya uno de los portavoces de la AEMET, Rubén del Campo.
Con todo hay que tener en cuenta la propia definición del concepto “verano” y, por tanto, que el verano dure 5 semanas más no implica necesariamente que comience en mayo. Así, en los años 70, tomando datos del observatorio situado en Madrid Retiro, el periodo llamado estival (por temperaturas) comenzaba el 15 de julio y terminaba el 16 de septiembre, mientras que en la actualidad empieza el 11 de junio y finaliza el 22 de septiembre.
Analizando la evolución de la temperatura de cada mes (1981-2010), los datos de nuevo destacan una tendencia de años más cálidos hacia el final del periodo de estudio. Además, los meses que superan el percentil 80 (es decir, aquellos que se sitúan entre el 20% de meses más cálidos de la distribución (en el gráfico, bolitas coloreadas en naranja y rojo) se acumulan en el periodo de verano y especialmente en la época de transición hacia el otoño o desde la primavera. Esto hecho confirma el alargamiento de la extensión del verano desde el punto de vista térmico. Los límites de las estaciones se desdibujan.
Los datos también revelan que las superficies con climas semiáridos están avanzando en España, y ocupan ya un 6% más que en el periodo 1961-1990, es decir, de unos 30.000 kilómetros cuadrados, un aumento "considerable", según otra de las portavoces de la AEMET, Beatriz Hervella. Las zonas más afectadas son Castilla-La Mancha, el valle del Ebro y el sureste peninsular, al ser estas las más propensas a no registrar precipitaciones.
Castilla-La Mancha, el sureste peninsular y el Valle del Ebro, hacia la aridez
Con respecto a las temperaturas, el estudio confirma una tendencia a temperaturas más altas en España desde 1971, tanto en valores promedios como en máximas y mínimas, lo que afecta directamente a la población en lo referente al índice de mortalidad. Este resultado concuerda con el hecho de que los años más cálidos se hayan registrado en su mayoría en el siglo XXI.
De los 58 observatorios analizados, 37 registraron al menos cinco años desde 2011 con temperaturas medias anuales situadas dentro del 20% de las más cálidas del periodo de referencia (2011-2018). Estas anomalías ponen de manifiesto que al menos cinco de los últimos ocho años en estos observatorios han sido muy cálidos, siendo el "caso más extremo" en Barcelona, donde desde 2011, la temperatura media anual se ha situado entre el 20% de las más cálidas desde este mismo año, periodo de referencia.
También, en cinco observatorios, entre ellos el de Murcia o el de Teruel, todos los años excepto uno, han exhibido un comportamiento similar, mientras que en Madrid ha sido así en cinco de los últimos ocho años.
Se ha estudiado el fenómeno de las olas de calor y de frío. Si bien los episodios fríos disminuyen en número de días, las olas de calor tienden a concentrarse en los últimos años, con especial incidencia en su duración. Este hecho es particularmente relevante, según ha destacado Hervella, al existir una elevada correlación entre temperaturas máximas y mortalidad, pues a partir de un determinado umbral de temperatura máxima las muertes aumentan de forma notable.
El mar se calienta. La gota fría se alimenta
Por otro lado, el estudio señala que la temperatura superficial del Mediterráneo está aumentando 0,34ºC por década desde principios de los años 80. Este aporte de calor provoca una expansión termal que contribuye al incremento del nivel del mar. De hecho, desde 1993 el nivel del Mediterráneo ha aumentado en 3,4 milímetros por año. Según los resultados del Open Data Climático, un Mediterráneo cada vez más cálido repercute en sus regiones costeras aumentando el número de noches tropicales, es decir, aquellas en las que la temperatura mínima iguala o supera los 20ºC.
La gota fría, explicada en 30 segundos
Aire cargado de humedad del mar enfriado de golpe y sumado a la propia humedad en superficie. Gotas de las nubes que se vuelven muy pesadas y caen de forma abrupta en forma de lluvia o granizo. Así funciona la típica gota de otoño en un Mediterráneo caliente.
La AEMET prefiere utilizar el concepto 'depresión aislada en niveles altos' (DANA) antes que 'gota fría', ya que considera esta expresión como un "comodín" que explica situaciones que causan un impacto social (lluvias intensas, efectos desastrosos...). Desde la agencia explican que lo que entendemos por gota es técnicamente un tipo de "depresión cerrada en altura que se ha aislado y separado completamente de la circulación asociada al chorro, y que se mueve independientemente de tal flujo, llegando a veces, a ser estacionaria o incluso retrógrada". Es decir, es una masa de aire fría que se separa de otra más grande a gran altura, que desciende hasta chocar con aire más templado y que puede llegar a producir perturbaciones meteorológicas. | Vídeo: Mario Viciosa
En este sentido, ambos portavoces han destacado la amplificación de los efectos del fenómeno 'isla de calor', anomalía térmica positiva que tiene lugar en el centro de las ciudades en relación con la periferia. Según el Open Data Climático, este plus térmico nocturno que eleva las temperaturas mínimas afecta al confort de los ciudadanos por sus efectos nocivos para la salud, en particular para aquellos grupos de riesgo que viven en grandes urbes.
Ambos efectos, por tanto, señalan a las grandes ciudades y a la costa mediterránea como los dos entornos más vulnerables al cambio climático.
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