Durante décadas una línea geopolítica partió Europa en dos versiones antagónicas y separó amigos y familias. Muros, alambradas, minas, torres de vigilancia, perros... Todo valía para que nadie cruzara a la otra parte, donde el mundo se veía de otra manera. Sin quererlo, la franja fronteriza entre esos dos mundos se ha convertido en el espacio natural mejor protegido de Europa, una línea muy estrecha pero con 12.500 kilómetros de longitud. A esta área se le conoce por el Cinturón Verde de Europa, un corredor que enlaza y conserva diferentes tipos de hábitats desde el mar de Barents al Adriático, un espacio del que se han servido centenares de especies para la migración y su perpetuación. El cinturón verde conecta 24 países y 3.272 áreas protegidas, incluidos 40 parques nacionales.
El tiempo ha revelado a la frontera que dividió Europa como un legado para el futuro, un monumento vivo en el que la historia y la naturaleza se unen formando un muestrario inmenso de especies naturales y valores europeos.
El biólogo Kai Frobel es considerado el padre del Cinturón Verde Europeo. Frobel creció en Hassenberg, una pequeña localidad de Alemania Occidental, a menos de 400 metros de la línea marcada por el telón de acero. Cuando Frobel apenas contaba con 13 años era todo un ornitólogo en potencia. Pronto se dio cuenta de que en la zona de la frontera se veían más pájaros que en otras partes del pueblo. En particular, le llamó la atención una especie de gorrión colorido al que investigó en profundidad. En sus primeras observaciones constató que en torno al 90% de esos gorriones vivían en la zona prohibida. Ése fue el primero de una sucesión de sorprendentes descubrimientos.
Tres décadas después se contabilizan alrededor de 600 especies de pájaros que se han conservado gracias al Cinturón Verde. La flora es única en estos espacios, ya que la tierra ha estado preservada de su explotación agraria. Incluso mamíferos, como el lince y el oso, se han beneficiado de este corredor natural. Poco antes de la caída del muro de Berlín, Frobel y otros conservacionistas, unidos bajo la organización ecologista alemana BUND, hicieron el primer estudio sobre la riqueza del ecosistema de la frontera desde el lado oeste.
Los ecologistas alemanes no perdieron el tiempo tras la caída del muro: en diciembre de 1989 organizaron un encuentro entre 400 naturalistas del este y el oeste de Alemania. Su primera resolución fue reclamar la conservación de los espacios verdes que habían dividido el país. El movimiento ecologista alemán, uno de los más fuertes de Europa, iniciaba así una batalla conservacionista en la que ha involucrado a todo el continente.
De los 24 países que constituyen el Cinturón Verde, el caso alemán es el más paradigmático, no sólo por ser el origen del mismo, tanto en su modalidad de acero como en la verde, sino porque, con su reunificación, el Cinturón quedó rápidamente expuesto. Los 1.393 kilómetros de frontera que partían Alemania suponían un corte quirúrgico único sobre naturaleza (con 17 espacios fisiográficos diferentes), una fuente excepcional de información para científicos. Cerca del 90% del cinturón alemán se mantiene intacto. Desde 1996, el 20% de la frontera fue devuelto a sus antiguos propietarios, un 13% pertenece a municipios, el 65% sigue siendo federal y un 2% ha sido adquirido por organizaciones ecologistas como BUND. La organización alemana posee 210 hectáreas que ha adquirido a base de acciones.
Una reserva paneuropea
El movimiento conservacionista nacido sobre la brecha del Telón de Acero se ha extendido por Europa y organizaciones gubernamentales y no gubernamentales de los 24 países se han sumado al proyecto. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) es la organización encargada de coordinar los esfuerzos por el cinturón.
El proyecto ya no es sólo conservacionista, también persigue la cooperación cultural para crear vínculos entre las comunidades a un lado y otro de las fronteras. En los 24 países con antiguas fronteras del telón de acero la protección de estos espacios se ha hecho realidad en muchos de sus tramos y otros encuentran cada vez más apoyo institucional.
"El conecta a la gente y de manera pacífica, los países trabajan juntos de manera transfronteriza y posee una dimensión humana y cultural muy importante", asegura Laura Meinecke project manager de Euronatur, organización del European Green Belt.
Problemas de la Europa actual
"Nuestra primordial tarea es conservar los hábitats naturales y nos encontramos con retos medioambientales de diferente tipo como la explotación forestal en Rusia y Finlandia, y debido a las recientes migraciones hay países que están levantando vallas para evitar que no crucen inmigrantes como ocurre en Hungría, y eso es un problema para la vida salvaje que no puede cruzar las fronteras y se ve atrapada; en la zona de los Balcanes tenemos problemas con los proyectos de hidroeléctricas que son muy dañinas para la naturaleza y los ríos", explica Meinecke. A esto se suma el cambio climático "hay zonas en las que se hacen cada vez más secas y el número de incendios es creciente", asegura.
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