Recientemente, científicos de todo el mundo alertaban del “sufrimiento humano” que provocará el cambio climático. Entre sus focos de preocupación destacaban el uso de energía y combustibles fósiles, la destrucción de la biodiversidad y los ecosistemas, y el modo de alimentación de la población. Estos dos últimos puntos están muy presentes en Los monocultivos que conquistaron el mundo. Impactos socioambientales de la caña de azúcar, la soja y la palma aceitera, publicado por Akal, un recorrido por las nuevas –y no tan nuevas– formas de producir comida, su relación con la tierra y con nuestra propia alimentación. Un texto en el que se aúna la reflexión sobre lo que supone el sistema de producción agroindustrial y una visita pausada a algunos de los lugares donde esta producción tiene lugar.
Este libro se centra en tres “monarcas agrícolas”, siguiendo la metáfora usada por Eduardo Galeano: el azúcar, la palma aceitera y la soja. Tres productos de alta demanda, no sólo por su importancia en la alimentación sino, y, sobre todo, por su condición de materias primas flexibles: aquellas que pueden utilizarse con diversos fines, especialmente el de producir agrocombustibles, muy demandados en un momento en que el mundo quiere dejar de emitir CO2, pero sin modificar nuestros estilos de vida.
El azúcar, la palma aceitera y la soja son considerados materias primas flexibles por lo que son muy demandadas en un mundo que quiere dejar de emitir CO2 pero sin modificar nuestros estilos de vida
La primera parada es el origen del azúcar, que puso sobre la mesa un sistema que perduraría siglos: recursos naturales vendidos a bajo precio gracias a la explotación de la tierra y el trabajo esclavo para permitir una enorme acumulación de capital en otros lugares del mundo. Un paseo por los cañaverales de Brasil, Guatemala o Camboya nos permite conocer las condiciones en las que, todavía hoy, viven los recolectores de caña. El azúcar, ese ingrediente omnipresente, nos sirve además para hablar de lo que comemos y de lo que enfermamos y cómo lo vende la publicidad.
El recorrido continúa luego con el aceite de palma, tristemente famoso en los últimos años, pero que tan presente sigue en nuestros coches y supermercados. Según datos de la Fundación Española del aceite de palma sostenible, España es el tercer mayor importador de aceite de palma en la Unión Europea y, el 83% de lo importado se destina a agrocombustibles. En teoría, el uso de agrocombustibles permitiría disminuir las emisiones de CO2 provocadas por el transporte; por eso la Unión Europa lo promovió durante años. Sin embargo, la realidad resultó ser muy diferente, y el proceso de producción de estos agrocombustibles terminó suponiendo un desastre mayor de emisiones, por lo que el Parlamento europeo ha propuesto su paulatina eliminación de aquí a 2030.
El caso de la palma y los grandes incendios que lleva asociados es muy significativo. Una realidad a la que nos acercamos de primera mano viajando a Malasia e Indonesia (productores del 85% del total mundial de aceite de palma y donde son habituales los incendios para limpiar el suelo para las plantaciones) pero también a territorios como Colombia, Ecuador o Camerún donde la expansión, más reciente, es también muy intensa y provoca grandes impactos. Realidades diversas con un denominador común: pérdida de biodiversidad, desaparición de especies endógenas y sufrimiento por parte de las poblaciones que ven cómo disminuye su acceso a la tierra y al agua sin que aumenten significativamente los empleos ni los salarios. Este cultivo, y la proliferación del “aceite de palma sostenible”, lleva a las autoras a preguntarse por lo que implica la verdadera sostenibilidad, las etiquetas de producción responsable, los criterios de evaluación y, en definitiva, si es posible un verdadero “crecimiento verde”.
En último lugar se centran en la soja, que vive en estos años una enorme expansión en países como Brasil o Argentina que, junto a Estados Unidos, concentran el 90% de la producción mundial. De nuevo, una commodity con diversos usos, en este caso principalmente el de la producción de piensos para el ganado. A raíz de este cultivo, abordamos la cuestión de los productos transgénicos, la propiedad de las semillas y el uso de los agroquímicos en la industria.
En definitiva, un libro sobre modelos de desarrollo, que se pregunta por las condiciones –para el planeta y para las personas– en las que se produce lo que comemos y quiénes ganan y pierden con este modelo en el que, a pesar de todos los avances, todavía hoy 821 millones de personas siguen pasando hambre.
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