La lucha por la preservación de la capa de ozono continúa, y la reducción de uno de sus agujeros más grandes ha sido uno de los mayores retos. Pero, ¿cómo se encuentra actualmente? ¿Cómo se ha logrado recuperarlo? Eltiempo.es desgrana en 7 preguntas los aspectos básicos para entender su importancia.
La capa de ozono es una franja atmosférica situada en la estratosfera, cerca de los 25 kilómetros de altura, y es más densa en latitudes altas, alcanza su mayor densidad cerca de los polos.
¿Cómo se forma y se destruye?
El ozono se forma naturalmente en la estratosfera por la combinación de átomos y moléculas de oxígeno, y en presencia de otras moléculas, como el nitrógeno, abundante en la atmósfera.
Igual que se crea puede destruirse: al absorber la radiación ultravioleta, se descompone de nuevo en oxígeno molecular y oxígeno atómico. El ozono también puede deshacerse al chocar con otros elementos, como átomos de nitrógeno, hidrógeno o cloro. Por tanto, la concentración de ozono de la estratosfera puede variar de forma natural.
¿Qué es el agujero de la capa de ozono?
Esta disminución del grosor de la capa fue más intensa sobre la Antártida, en el hemisferio sur, y se produjo al aumentar la destrucción de ozono en esta región.
Durante varias primaveras las concentraciones de ozono en la Antártida fueron excepcionalmente bajas y se formó el agujero en la capa de ozono causado por la acción antropogénica.
¿Por qué se produce?
Primero hay que entender dónde ocurre. La estratosfera sobre la Antártida tiene una de las mayores concentraciones de ozono del mundo. Y, su mayor parte se forma sobre los trópicos y es transportado a la Antártida por los vientos estratosféricos.
Durante el largo y oscuro invierno antártico, que va de junio hasta septiembre, las temperaturas en el interior del vórtice pueden caer hasta los -85°C. Formando nubes estratosféricas polares, que contienen en su interior reactivos que destruyen el ozono.
Con la llegada de la primavera al hemisferio sur, la luz del sol vuelve a estas regiones facilitando las interacciones químicas que descomponen el ozono.
¿Por qué se aceleró este proceso?
A pesar de que es una reacción natural, es aquí cuando entran en juego las emisiones de los clorofluorocarbonos (CFC), los hidroclorofluorocarbonos (HCFC) y los hidrofluorocarbonos (HFC), causadas por los humanos.
Estos compuestos de larga vida son algunos de los principales destructores de ozono, pero antes de su prohibición tenían múltiples usos. Se utilizaban para la refrigeración y estaban presentes en desodorantes o lacas para el pelo.
¿Cómo se encontró solución al problema?
En 1974, F. Sherwood Rowland y Mario J. Molina, alertaron de que algunos compuestos podrían ser los causantes de la destrucción del ozono. En 1985 se descubrió el gran agujero y ya en 1987 ya se creó el Protocolo de Montreal de 1987 con calendario para la disminución de las emisiones y el uso de estos compuestos.
El agujero de la capa de ozono alcanzó su máxima extensión en septiembre del año 2000. En la actualidad, diversos estudios indican que los niveles de ozono volverán a los valores anteriores a 1980 para el año 2050. La única excepción es la Antártida, donde probablemente las concentraciones de ozono se mantendrán bajas hasta aproximadamente el 2070.
¿Es debido al cambio climático?
No, no lo es. Aunque estos compuestos también favorecen el calentamiento global, su impacto en el agujero de ozono no está asociado al cambio climático. Una vez prohibido el uso de estos compuestos el agujero de ozono comenzó a recuperarse lentamente.
¿Existe un agujero de ozono en el Ártico?
Mientras que el agujero de ozono sobre la Antártida se observa anualmente, sobre el Ártico rara vez se tiene un fenómeno similar. Esto se debe a que el vórtice polar del hemisferio norte no es tan intenso y las temperaturas son típicamente superiores a -78ºC. Esto evita que se formen las nubes estratosféricas polares y haya una menor o ninguna destrucción de ozono.
Por eso fue especialmente llamativo el extraño agujero de ozono que apareció sobre el Ártico el pasado marzo del 2020. Las muy bajas temperaturas del invierno permitieron la formación de las nubes estratosféricas polares y la posterior pérdida de ozono, de hasta un 30%.
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