Hace 50 años el movimiento ecologista estaba dando sus primeros pasos, pero en septiembre de 1971 el movimiento pacifista estaba en su momento más álgido, especialmente por el rechazo a la Guerra de Vietnam. Ese mismo verano se habían publicado los Papeles del Pentágono que demostraban cómo EEUU se había involucrado en el conflicto a espaldas de la opinión pública estadounidense.
Una pequeña protesta de un grupo de ecologistas y pacifistas en un barco canadiense llamado Phyllis Cormack estaba a punto de dar el impulso definitivo al movimiento ecologista con el nacimiento de Greenpeace. Las ansias de cambio social acababan de encontrar una vía de continuidad al movimiento pacifista al sumarlo al ecologista; una corriente social pujante que ponía el foco en la destrucción de los ecosistemas naturales por las actividades humanas.
Hace hoy 50 años, el 15 de septiembre de 1971, partieron desde Vancouver hacia la isla de Amchitka en Alaska, donde estaban decididos a evitar una prueba nuclear de los EEUU. Menos el capitán del barco, John Cormack, nadie tenía experiencia en alta mar, así que se pasaron medio viaje descompuestos. La idea era navegar en el barco con bandera canadiense en aguas internacionales para que los americanos no lo abordaran sin cometer un acto de piratería. Cambiaron el nombre del barco y lo rebautizaron como Greenpeace.
En el barco estaba Bob Hunter, columnista en The Vancouver Sun que tuvo la visión de que para amplificar el efecto de la protesta era necesario tener una historia que enganchara y un evento que tuviese impacto en todo el mundo. Quería crear una mind bomb, como él mismo la llamó. Una bomba mental, una idea de impacto que se extendiera entre la opinión pública de manera que condujera a la acción. Algo parecido a lo que hoy llamaríamos viral.
Desde el barco enviaban por radio crónicas de cómo avanzaba su viaje que se empezaron a emitir por radios de todo el mundo. Habían creado una acontecimiento mediático global. Las protestas contra la prueba nuclear se extendieron desde Vancouver a Alaska, a Australia o Japón.
La prueba nuclear fue retrasada hasta finales de octubre, la tripulación se refugió en un antiguo puerto de barcos balleneros en Alaska. Un lugar repleto de esqueletos de ballenas y donde conocieron el exterminio al que se estaba sometiendo a las ballenas. En el tiempo que estuvieron en Alaska disfrutaron de la naturaleza, las ideas conservacionistas que manejaban y que, aderezadas con alucinógenos, les llevaron a conectar con la vida natural y animal.
No pudieron evitar la detonación de la bomba, la Guardia Costera de EEUU americana les retuvo por entrada ilegal en el país, aunque la totalidad de los miembros de la tripulación de la Guardia Costera firmaron un papel mostrando su apoyo por la causa de los ecologistas. Habían perdido una batalla, pero estaban armando un ejército. A su regreso a Vancouver fueron recibidos como héroes.
La popularidad se materializó en la creación de la Fundación Greenpeace que medio siglo después tiene presencia en 55 países. Había nacido la organización ecologista que más impacto ha tenido en la opinión pública en 50 años determinantes para el planeta.
Era 1971 y los problemas medioambientales eran inabarcables y ellos eran un puñado de activistas con un barco ¿Cuál sería su siguiente paso? Bob Hunter marcó el camino: Salvar las ballenas.