El planeta está en una encrucijada, las decisiones que se tomen los próximos días en la cumbre del clima de Glasgow, la COP26, serán decisivas en las condiciones de vida en la Tierra en las próximas décadas y siglos. Esto no es una opinión, es la evidencia científica constatada por 78.000 científicos de todo el mundo que publicaron el estudio más exhaustivo y contundente de la ciencia sobre el impacto de la actividad humana en el clima del planeta. El último informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, en inglés). La constatación no es otra que el cambio climático se acelera, se intensifica y afecta a todas las regiones del planeta.
En el punto en el que estamos por la cumbre del clima pasa la única solución posible a los problemas derivados del cambio climático. La COP es el único organismo -con sus limitaciones, aciertos o desaciertos- que puede dar dirección a la acción humana contra el reto del calentamiento global. Este calentamiento es ya una realidad irrevocable, esto es, el calentamiento global se va a producir, sí o sí, la cuestión ahora en juego es cómo de intenso va a ser ese calentamiento.
El Acuerdo de París alcanzado en la COP de 2005 y que han ratificado la gran mayoría de los países del mundo establece que los países se comprometen a tomar las medidas necesarias para que la temperatura media del planeta no exceda, de media, 1,5ºC. Para eso los países tienen que reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y sustituir las fuentes de emisión de las mismas que en su gran mayoría están derivadas del uso de combustibles fósiles para la movilidad y la generación de energía.
Este es el punto de la encrucijada en la que se encuentran los países presentes desde mañana en la cumbre del clima de Glasgow. En esta cumbre tienen que poner las cartas sobre la mesa y decir cuánto van a reducir sus emisiones en los próximos años para mantener la temperatura media en sólo 1,5ºC más. Cuanto más se exceda esa cifra, mayores y más intensas serán las consecuencias negativas para la Tierra, haciendo partes del mismo inhabitables por los humanos. Los países están saliendo de la crisis económica derivada de la situación de pandemia y tienen que comprometerse con la reducción de las emisiones en mitad de una crisis energética que ha puesto en jaque a las principales potencias mundiales debido a la falta de gas natural por las tensiones geopolíticas y al incremento en los precios de las energías fósiles, tales como el petróleo o el carbón, que se ha erigido como un actor fundamental para muchas economías para poder continuar desarrollando actividades industriales.
Cómo reducir las emisiones contaminantes
El ejercicio que tienen que hacer los países durante los próximos años es sustituir las fuentes energéticas contaminantes (gas, carbón, petróleo) por energías renovables (solar, eólica, hidráulica..) o no emisoras de gases de efecto invernadero como la nuclear.
En plena intentona por reducir los gases adversos a la atmósfera y migrar a energías más limpias, las grandes economías siguen dependiendo de energías que han sido tachadas de la lista para depender de ellas. La energía nuclear es una de ellas, si bien es cierto que en España o Francia existe una gran dependencia de ésta. De hecho, de acuerdo a los datos oficiales de Red Eléctrica Española, la electricidad consumida creada a partir de esta tecnología es cercana al 20% durante los últimos cinco años registrados.
A pesar de que hay un plan de cierre de las nucleares en España que va desde 2027 a 2035, la propia Agencia Internacional de la Energía defendía la conservación de las mismas para seguir generando electricidad ya que contribuye “a la seguridad del suministro, a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y a la diversificación de las fuentes energéticas” según el informe Spain 2021: Energy Policy Review.
El mismo argumentario defiende la patronal de Endesa, Iberdrola o EDP. Foro Nuclear considera que es una de las “energías más limpias y baratas que entran en la casación del mix energético”, pero que sus costes se disparan “por la asfixiante presión fiscal”.
Desde la perspectiva de los ecologistas “la solución a la crisis energética es la misma que la solución al cambio climático, que no es otra que desvincularse de la dependencia del gas y los combustibles fósiles”, mantiene José Luis García, responsable de Emergencia Climática de Greenpeace. Para esta organización pasa por seguir invirtiendo en renovables. “Los defensores de la nuclear van a seguir buscando excusas para intentar hacer creer que hay alguna expectativa para invertir en nucleares, pero ellos saben que sin ayudas del estado eso es inviable”, añade.
Carbón y la crisis energética
El carbón ha sido uno de los principales protagonistas en la crisis energética, una vez que la falta de otros recursos más limpios ha requerido de esta materia prima para seguir generando electricidad. Por ejemplo, Estados Unidos ha aumentado su producción en sus minas durante los últimos meses y la Administración de Información de la Energía de EEUU prevé que se extraerá un 22% más de los yacimientos a final de año.
China, el principal extractor y consumidor de carbón en el mundo, se había concienciado de abandonar la materia prima para evitar la emisión de gases nocivos a la atmósfera. Pero la pandemia ha echado por tierra todas las previsiones puesto que la aceleración de la economía en pocos meses ha hecho que la industria no tenga recursos suficientes de otras energías como es el caso del gas natural que, además, escasea en todo el mundo y su precio se ha disparado, llegando a máximos en los últimos 13 años.
Con todo, los pasos adelante de China hacia la descarbonización y su compromiso de descarbonizar la economía por completo en 2060 son percibidos como positivos por los ecologistas, “China no vuelve al carbón, nunca lo ha dejado, sigue con él. Fuera de países como China no tiene ningún sentido regresar al carbón porque es mucho más caro”, asegura el experto de Greenpeace.
En el panorama nacional, tanto Gobierno como empresas del sector energético han centrado los esfuerzos para descarbonizar la energía española y en España tan solo quedan dos centrales abiertas y una de ellas, la de As Pontes, ha recibido carbón para quemar. “Tenemos la obligación de mantener y quemar el carbón para producir porque así lo dice la ley. Nuestro deseo es clausurarlo cuanto antes, porque es una energía cara y, sobre todo, va contra nuestro plan ecológico”, señalan desde Endesa.
La crisis energética, tal y como contó este periódico, ha dejado una situación surrealista. Y es que, la aportación del carbón a la generación eléctrica española aumentó un 36% en septiembre respecto al mismo mes del año anterior y un 45% en octubre, según datos de Red Eléctrica Española, aunque está por debajo de los niveles del 2019.
La vía de las energías renovables
Con el carbón apagándose en líneas generales, pero con un repunte preocupante ocasionado por la crisis energéticas, desde hace años las principales economías - a través de las instituciones públicas y las buenas palabras de las multinacionales- se lanzaron a las renovables hace años, si bien es cierto que aún queda mucho por hacer. El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) contempla la instalación en España de 60 gigavatios (GW) de potencia renovable entre este año y 2030, lo que exige un ritmo medio anual de unos 5.500 megavatios (MW).
El crecimiento a nivel mundial del consumo de energía primaria procedente de fuentes renovables fue del 7,1%, en el año 2019, último informe realizado por APPA renovables. Las energías verdes aumentaron su contribución al consumo de energía primaria en un 0,4%, situándose en el 10,8% del total, una cifra que aún está lejos de ser realmente importante para depender de ellas.
Las principales eléctricas han sostenido durante años que se dan las condiciones perfectas para que las renovables sean las principales fuentes de energía. No obstante, la falta de baterías para poder guardar la energía acumulada hace que todas esas sinergias queden en agua de borrajas. Los fondos europeos Next Generation, sin embargo, han abierto la puerta de par en par para que tanto gobiernos como empresas den el salto definitivo para acometer las inversiones.
A pesar del poco favorable contexto mundial, en el que potencias como China o Estados Unidos prefieren pasar de puntillas y no cumplir con los objetivos marcados, España es una de las naciones que más comprometida está con el medio ambiente. El crecimiento de la potencia instalada, principalmente eólica y solar, junto con el aumento de la producción hidráulica el pasado año, permitió que el 44% del total de la energía generada en España en 2020 fuera verde, con 110.566 GWh, un 12,9 % más que en el año anterior, marcando así una participación histórica. Este fuerte empuje de las renovables en España en 2020 hizo que nuestro país se colocara en cuarta posición en volumen de generación renovable, con respecto al resto de países europeos.
Empresas como Iberdrola, Endesa, Naturgy o Repsol han anunciado inversiones millonarias que superarán los 150.000 millones de euros para los próximos cinco años, coincidiendo con el cierre de plantas térmicas y nucleares.
Desajuste entre intenciones y hechos
Según el Informe Net Zero Economy Index, elaborado por PwC España es de los países que más ha reducido sus emisiones, pero este esfuerzo -considera la consultora- es todavía insuficiente y España tendrá casi que duplicar su ritmo de descarbonización anual, para cumplir con su parte para limitar hasta el 1,5ºC el incremento de la temperatura del planeta. Este es uno de los grandes problemas a los que se enfrenta la llamada diplomacia climática de las cumbres del clima, los compromisos de los estados y los pasos reales que dan. Tampoco el G20 responsable del 75% de las emisiones está siguiendo con la ruta necesaria para evitar que siga aumentando la temperatura media del planeta.
“Los gobiernos todos reconocen el problema del calentamiento global y todos quieren hacer cosas, pero con sus planes de reducción puestos en marcha a este ritmo no se va a reducir el cambio climático y el calentamiento global va a superar los 2ºC. El conjunto de los gobiernos no ha puesto sobre la mesa que nos deje en el 1.5ºC, ni siquiera ahora que la Agencia Internacional de Energía, un gran lobby a favor de los fósiles, ha presentado un informe en el que es posible mantener la temperatura en es nivel, pero que eso implica abandonar los combustibles fósiles”, afirma José Luis García de Greenpeace.
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