La relación entre humanos y lobos nunca ha sido fácil. La presencia humana para el lobo ofrece presas fáciles para las manadas pero su persecución le ha conducido a su desaparición en muchas partes de España. En Madrid no había noticias de lobos desde hacía más de 70 años, pero en 2013 volvió a la Sierra Norte y, en menos de diez años, ya se cuentan cinco manadas dentro del territorio autonómico.
Con la llegada del lobo se ha producido, una vez más, el choque con los humanos. “El lobo es un depredador generalista que querrá seguir alimentándose de la presa más abundante y capturable. El ganado es más abundante y, al estar domesticado, es más fácil de cazar. Si el ganado está desprotegido el lobo va a tender a cazar, sobre todo, a ovejas y cabras”, explica Mario Matesanz, técnico de la reserva de la Biosfera de la Sierra del Rincón de Madrid.
Tras la prohibición de la caza del lobo en 2021, la única manera de tener equilibrio en el ecosistema es con mastines que mantengan alejado al lobo de los rebaños. “El lobo tiene otras cosas que cazar, en Madrid tiene unas poblaciones de corzos y de jabalís muy bien conservadas”, añade Matesanz.
En los últimos años según datos de la Consejería de Medio Ambiente, Ordenación del Territorio y Sostenibilidad de la Comunidad de Madrid se han ido reduciendo los ataques de lobos, en 2020 se produjeron 210, en 2018 fueron 385. Si bien la Unión de Agricultores, Ganaderos y Silvicultores de la Comunidad de Madrid (UGAMA) detrás de esa bajada hay una dejación entre los ganaderos por denunciar. En lo que coinciden todos, agricultores, administraciones y ecologistas es que la presencia del mastín es el elemento para dotar de equilibrio al ecosistema que comparten el lobo y el humano.
“Los ganaderos de extensivo la única forma que tenemos de defensa es el mastín, el ganadero que no tenga un mastín está expuesto a que tenga un ataque”, afirma la ganadera Laura Martín. Esta ganadera cuenta con un mastín desde 2019, “nos ha resuelto muchos problemas, si pare una cabra se queda atrás vigilando a los chivos y, desde que la tenemos nos han reducido los robos”, asegura. Con estas ventajas tiene claro que quiere contar con más. De momento se ha hecho con un cachorro, pero calcula que necesita otro más.
Son mastines que han seguido trabajando en ganaderías, pertenecen a líneas antiquísimas de selección y de trabajo como ganaderos
Mario Matesanz, técnico de la reserva de la Biosfera de la Sierra del Rincón de Madrid
Estos mastines no están disponibles para cualquiera. Para vigilar un rebaño no vale cualquier perro, ni cualquier mastín. “El perro es mastín, pero no de criaderos oficiales, estos han perdido su funcionalidad, su pedigrí responde a una selección de reza morfológicos no están testados para este trabajo”, explica Matesanz. “Son mastines que han seguido trabajando en ganaderías, pertenecen a líneas antiquísimas de selección y de trabajo como ganaderos”, añade.
La Asociación perro de los pierros lleva más de diez años trabajando en la identificación de los perros existentes para facilitar el intercambio, los cruces y testando sus comportamientos. “Incluso están sacando ya linajes de perros más aptos para una zona o para otra”, asegura el técnico.
“El mastín es una raza seleccionada cientos de años genéticamente para esta tarea de prevenir que el lobo pueda matar o atacar al rebaño. Su única función ha sido esa y lo lleva en el ADN trabaja por instinto, ha desarrollado un comportamiento que no tienen otras razas como un pastor alemán. Las claves son su temperamento, su morfología, su tamaño y una resistencia adecuada para moverse en este terreno que es el del lobo. Ese temperamento, esa atención y ese equilibrio del mastín - el saber cuando tiene que actuar y cuando no- hace imprescindible a esta raza y no a otras", sostiene Matesanz.
Si el ganado está desprotegido el lobo va a tender a cazar, sobre todo, a ovejas y cabras
Mario Matesanz, técnico de la reserva de la Biosfera de la Sierra del Rincón de Madrid FOTO:wwf
Pero si con el mastín español se dota de equilibrio a nuestra relación con el cánido salvaje -como le llamaba a menudo Félix Rodríguez de la Fuente- queda otro asunto que poner en la balanza. La relación del mastín con el urbanita, ya sea en su versión caminante o sobre dos ruedas, la especie que prolifera por la sierra madrileña los fines de semana para airearse el estrés del día a día por el campo.
La Comunidad de Madrid, a través de la Asociación Perro de los Hierros analiza el comportamiento de estos perros para que no se produzcan incidentes. Esto conlleva una educación por parte del perro, pero también de quienes pasean o disfrutan libremente del campo. A los perros les someten a pruebas como cruzarse con un caminante o un ciclista. Los perros, ante su presencia, se acercan y analizan si son amenazas, si el caminante o el ciclista le ignoran a él y al ganado y siguen su camino, no pasa nada.
Pero para que se comporten así los humanos tienen que estar avisados. En este sentido, se distribuyen carteles por caminos de zonas de pasto de ganado acompañado con mastines para que la gente sepa cómo proceder frente a un rebaño. Las normas son sencillas: no tocar a los mastines ni darles comida, rodear el ganado a pie si va en bici, manténgase a unos 20 metros de distancia y si va con perro átelo con tiempo.
La mastina que cuida las cabras de Laura Martín no tarda en descartarnos como amenaza, pese a que llegamos con cámara y vamos directamente a su ganado. Mueve el rabo amigablemente y como no le hacemos caso vuelve a tumbarse al sol del inverno.
“Igual que vamos por la carretera y vemos a un ciclista y tomamos conciencia de que hay que frenar y rebasarle cuando haya un metro y medio de distancia, tenemos que mantener ciertas normas. Con la gente que está trabajando en el campo pasa exactamente lo mismo, ellos están en su trabajo y nosotros estamos pasando un rato”, mantiene José Julián Rodríguez, técnico ambiental y educador canino de la Asociación perro de los hierros. “Se trata de concienciar a la gente para evitar problemas y de que deben de seguir unas normas básicas”, añade.
Cuando uno de los técnicos que hacen las veces de senderista saluda con un efusivo 'hola', la mastina de Laura Martín se pone el alerta y se comienza a olfatear en la distancia. El senderista pasa de largo, pero antes ya había pasado la mastina de él. No era peligroso. El lobo no se acerca, ni a humanos ni al ganado, se busca el alimento en otro lado. Todo parace en equilibrio.
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