Apenas superan los veinte años, pero los activistas de Just Stop Oil que ayer lanzaron un bote de tomate sobre el cuadro Los girasoles de Vincent Van Gogh -que no se dañó al estar protegido con un cristal- consiguieron llamar la atención de los medios de todo el mundo. La acción performativa se realizó con presencia de medios de comunicación. En acciones similares grupos como Fridays For Future o Extinction Rebellion hacen convocatorias de medios para que den buena cuenta de sus acciones, si bien no especifican que van a hacer.
No es la forma de proceder de Greenpeace, la organización ecologista más conocida del mundo y pionera en el eco mediático de sus protestas. Su procedimiento es hacer una acción y luego comunicar. Preguntamos a su directora en España, Eva Saldaña, si esta acción la hubiera firmado su organización. Es contundente: “No, nunca lo hubiéramos hecho”. En el balance de la organización “no vale sólo con aparecer en los medios”, afirma.
La organización tiene más de 50 años de experiencia, en 2014 la protesta se le fue de las manos, invadieron un espacio arqueológico protegido en Perú -los geoglifos de Nasca- y un activista austriaco fue condenado con una multa. “Fue un error”, recuerda la directiva, “no se hizo el correcto análisis de riesgo que hacemos en cada acción”.
Desde Greenpeace no juzgan la acción de las ecologistas de Londres, “no nos corresponde, cada organización sabe dónde pone los límites de su acción no violenta”, que es como dentro del activismo se denomina este tipo de acciones de protesta. “Las acciones son siempre no violentas y cada uno ve sus márgenes. La desobediencia civil, cuando trazas una línea, puede tener muchos grises”, añade Saldaña.
No tiene ningún sentido ese tipo de protesta contra el arte y el patrimonio de la humanidad
Fernando Prieto
Juan Bordera, Fernando Valladares y Fernando Prieto trazaron su propia línea en abril en una acción del colectivo Rebelión Científica España y se manifestaron en las escalinatas del Congreso de los Diputados y llenaron un líquido rojo las paredes del histórico edificio. “Hay una diferencia importante respecto a lo que han hecho con el cuadro, nosotros actuamos contra un centro de poder que no hace suficiente contra el cambio climático”, señala Bordera. “Y usamos un líquido biodegradable que sabíamos que no iba a afectar al edificio”, añade. Bordera reconoce sentir empatía con los activistas londinenses porque ante “la situación del clima se sigue sin actuar, pero hay maneras más efectivas de enseñar a los responsables”, afirma.
Por su parte Fernando Prieto investigador del Observatorio de la Sostenibilidad considera que es “inadmisible, no tiene ningún sentido ese tipo de protesta contra el arte y el patrimonio de la humanidad. Existen miles de formas más inteligentes para llamar la atención, aunque tuviera el cristal protegiéndolo”, afirma, si bien también muestra cercanía en tanto que “tienen toda la razón en alertar sobre la emergencia climática”.
Los científicos se han convertido en activistas ante la lentitud de la acción política contra el cambio climático ante las evidencias que aporta la ciencia. El investigador Fernando Valladares cree que la acción de la National Gallery esta justificada. “No somos conscientes o no queremos ser conscientes de la gravedad del cambio climático, no tomamos acciones a la altura de esa gravedad y muchas veces se recurre a cambios en la en la narrativa y en la forma de expresar esta preocupación”. Para Valladares, las ruedas de prensa, los artículos, los documentales y las conferencias que como él y otros científicos hacen “no terminan de generar la suficiente acción y por eso se recurre a la desobediencia civil y en ese caso cuando es no violenta, como es este caso del cuadro Los girasoles, pues creo que está relativamente justificada”, afirma.
Bordera cree que esta acción “a corto plazo puede afectar a la imagen de estos ecologistas, pero a largo plazo serán no solo más comprendidos sino que se van a dignificar en un futuro no muy lejano, cuando encadenemos veranos llenos de olas de calor y años con cosechas perdidas”, asevera.
En esta línea la directora de Greenpeace llama la atención sobre los desórdenes civiles que el cambio climático va a generar en la sociedad por su impacto en nuestra forma de vida y en la economía. “Habrá cada vez más reacciones y no solo de los ecologistas, habrá agricultores que se manifiesten porque no tienen agua o han perdido su cosechas. Va a verse todo tipo de desobediencia civil en los próximos años por culpa del cambio climático. De ahí la importancia de una transición energética justa”.
La ecologista piensa en los jóvenes de la National Gallery y empatiza con la llamada ecoansiedad de su generación. “Están viendo cómo gente que le queda veinte años de vida no hace nada por el clima y ellos saben que van a vivir sus consecuencias. Los efectos del cambio climático ya son visibles en 2022, imagínatelos en 2050 o 2080”, reflexiona Saldaña.
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