Empezaron los viernes faltando al colegio para llamar la atención sobre un cambio climático que desde que tienen uso de razón se cierne sobre su futuro. Fue Greta Thunberg, la niña sueca que dio la vuelta al mundo sacando los colores y encolerizando a los adultos la que ha marcado su generación. Y muchos no han parado, tampoco el cambio climático.
La Thunberg mayor de edad se ha convertido en la activista climática más influyente, acaba de publicar El libro del clima con la editorial más grande del mundo (Peguin) semanas antes de la cumbre del clima de Sharm el Sheij (Egipto). Un volumen que coordina con firmas como la escritora Margaret Atwood (autora de El cuento de la criada), Tedros Adhanom (director de la OMS), la pensadora Naomi Klein (autora de No Logo) o el economista Thomas Piketty (autor de El capital en el siglo XXI), además de decenas de científicos reconocidos mundialmente.
Mientras, los jóvenes que seguían sus huelgas escolares también han crecido y se han organizado todavía más. Al colectivo Fridays For Future, nacido de su terca huelga escolar, se han ido sumado movimientos como Extinction Rebellion, Futuro Vegetal, Rebelión Científica, Just Stop Oil -británica- o Letzte Generation (La última generación) de Alemania.
Las polémicas acciones contra los museos han reabierto el debate sobre los límites de la protesta, pero han tenido el efecto que perseguían: llamar la atención. Y mucho; la más llamativa fue el ataque sobre el icónico cuadro Los girasoles de Vincent van Gogh salpicado con un bote de tomate. Conseguía la foto, el vídeo y el impacto que quería la organización Just Stop Oil, sin dañar al cuadro. Esta organización británica pide que se acabe con el petróleo, un mensaje sencillo que arrastra a otro mensaje más complejo, el de frenar el cambio climático e imprimir la urgencia que ellos perciben en la crisis climática.
Just Stop Oil que tantos titulares ha labrado este mes está dentro de una red internacional, no formal, de organizaciones que actúan enviando mensajes sencillos y diferentes, pero que manejan el mismo fondo contra el cambio climático: se denomina A22 Network. “Nos comunicamos entre nosotros y nos apoyamos e inspiramos con nuestras acciones. No hay un cerebro central, pero trabajamos conjuntamente”, explica Alex de Koning, portavoz de Just Stop Oil. “Si una acción funciona muy bien en Alemania la replicamos en Reino Unido”, añade. Así las primeras acciones con cuadros de este movimiento se hicieron en Alemania y se imitaron en Reino Unido.
“Es una coalición de trabajo”, nos explica Bilbo Bassaterra (pseudónimo) de Futuro Vegetal, organización en contacto con esta red. “Nosotros estamos en la misma línea, hacemos acciones no violentas, hemos cortado carreteras y nos focalizamos en la industria cárnica española por su impacto medioambiental”, afirma.
Salimos los jóvenes porque es una manera de poner el foco en que lo que está en juego es el futuro
alex De Koning, just stop Oil
Su organización cortó la carretera durante la última Vuelta a España para manifestarse contra la industria cárnica, los alemanes de Letzten Generation piden que se limite la velocidad en las carreteras a 100 Km/h - cuanto más corre un coche más consume y más contamina-, en Francia el movimiento “asociado” es Dernière Rénovation (Última Reforma).
Esta organización “pide la puesta en marcha de un plan integral y eficiente de renovación del parque habitacional acorde con la emergencia climática y social en la que se encuentra el país”. Demandan edificios eficientes, como los que se pueden renovar en España ahora gracias a los fondos Next Generation de la UE. El pasado mes de junio en Roland Garros vimos como una activista de este colectivo se ataba a la red del campo de tenis.
“La teoría es enfocarlo a un problema concreto para que se entienda qué es lo que se está pidiendo. Nosotros no pedimos que se acabe la industria cárnica, sólo que no se les concedan subvenciones, que ese dinero vaya a otras partidas”, asegura el activista español de Futuro Vegetal.
“En Alemania no tenemos límite de velocidad y nosotros demandamos un límite y transporte público barato, es el mínimo que pedimos al gobierno. Es un mensaje muy sencillo y demostramos que nuestro gobierno no es capaz de siquiera hacer eso” explica Theodor Schnarr de Letzte Generation. “Hay mucho debate sobre nuestras acciones, pero cuando tiramos tomate o puré a un cuadro estamos preguntando qué vale más si la vida o el arte. Hay un gran interés en preservar el arte, pero no se preocupan por la mayor crisis que afronta la humanidad que es el cambio climático. Pero ese arte no vale nada si no va a haber nadie para verlo”, añade Schnarr.
La misión de sus acciones, es generar reacciones en la gente, que se pregunten por qué lo hacen. “El vídeo de las activistas ha sido visto por millones de personas si sólo un 10% de ellos se ha preguntado por el cambio climático es un gran éxito. En Pakistán, hace pocas semanas, murieron más de 1300 personas por las inundaciones causadas por el cambio climático y eso no ha tenido ningún impacto, hay más gente hablando del cambio climático por el bote de tomate”, compara De Koning de Just Stop Oil.
Este activista asegura que su movimiento no sólo está compuesto por jóvenes sino también por gente de todas las edades. “Salimos los jóvenes porque es una manera de poner el foco en que lo que está en juego es el futuro. La gente debería estar aterrorizada por el futuro, yo lo estoy como joven. Hemos pasado un terrible calor en Londres y el año que viene será peor”, afirma este activista que estudia el doctorado en ingeniería en la Universidad de Newcastle. “Es nuestro futuro, el futuro de todos”, añade.
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