La ciudad egipcia de Sharm el-Sheij acoge la 27ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático (UNFCCC), la COP27 o cumbre del clima. El instrumento que nos hemos dotado los seres humanos para abordar la crisis climática que amenaza la habitabilidad de nuestra especie en el planeta.
Una cita, como todas las que tiene por delante la diplomacia climática, de vital importancia, pero que se produce en un contexto mucho más desfavorable. La guerra de Ucrania y la crisis energética y económica derivadas del conflicto que han obligado a muchos países a volver al carbón alejándoles de cumplir los Acuerdos de París. En el caso de España se ha llegado a aumentar este año un 160% el consumo de carbón.
Las emisiones de los países están por encima de sus compromisos de reducción y con su acción real no hay un camino creíble para cumplir el Acuerdo de París. Como supimos la semana pasada, según un informe de la Agencia de la ONU para el Medioambiente (UNEP, por sus siglas en inglés) La ventana que se cierra: la crisis climática exige una transformación rápida de las sociedades.
Según este informe con los compromisos y acuerdo de la comunidad internacional actuales en la mano la temperatura de la Tierra subirá a 2,6º a final de siglo, lo que excede el máximo de los Acuerdos de París que marca que la actuación humana debe evitar la subida de las temperaturas a 1,5 °C de media y -en el peor de los caso y asumiendo un cambio climático muy dañino- a 2ºC.
El cambio climático está aquí
La COP arranca un día en el que en algunos puntos del Polo Norte se van a alcanzar los 20 grados de temperatura en un mes de noviembre, después de haber vivido un mes de octubre veraniego en gran parte de Europa. “La verdad es que ya se agota el uso del término extraordinario para definir estos hechos, porque todo es extraordinario los últimos años”, explica el meteorólogo Rubén del Campo de la Agencia Española de Meteorología. “Las anomalías de calor en el Ártico cada vez son más comunes y como hemos sabido este verano el Ártico se calienta cuatro veces más rápido que el resto del mundo. Pero en Europa ya hemos visto cómo hemos tenido temperaturas récord por todo el continente porque, como dice el IPCC, el calentamiento de Europa es el doble que en el resto del mundo y ya lo sufrimos en nuestra piel con olas de calor más frecuentes y duraderas como las de este verano”, añade Del Campo.
Cita el meteorólogo al Panel Internacional de Cambio Climático: el IPCC. Es importante recordar que se crea por la ONU, en 1998, para aportar a la diplomacia climática de las cumbres del clima las últimas evidencias científicas desde la máxima independencia y sin ser remunerados por su trabajo. En los últimos informes han participado más de 200 científicos de más de 60 países y sus conclusiones han sido revisadas por 78.000 expertos y técnicos gubernamentales de los 195 países que componen el IPCC.
En su último informe el IPCC apela a los países a reducir sus emisiones a la mitad en 2030 pese a la guerra de Ucrania porque el cambio climático se está acelerando. Este verano han tenido lugar condiciones meteorológicas que no se esperaban hasta 2050, como la superación de los 40 grados en Gran Bretaña.
Hartos del bla, bla, bla
A este contexto de crisis climática y de divergencia entre lo que demanda la ciencia y la actuación política se han sumado las crecientes protestas de una nueva generación de jóvenes ecologistas activistas que nacieron tras la movilización masiva liderada por Greta Thunberg. Quien dijo “basta ya de bla, bla, bla” en referencia a la cumbre del clima.
“Están viendo cómo gente que le queda veinte años de vida no hace nada por el clima y ellos saben que van a vivir sus consecuencias. Los efectos del cambio climático ya son visibles en 2022, imagínatelos en 2050 o 2080”, reflexionaba para El Independiente Eva Saldaña, directora de Greenpeace España.
Organizados en la A22 Network organizaciones ecologistas de toda Europa se movilizan estos días para presionar a sus gobiernos con polémicas acciones en museos. “La gente debería estar aterrorizada por el futuro, yo lo estoy como joven. Hemos pasado un terrible calor en Londres y el año que viene será peor”, nos reconocía un activista británico, Alex de Koning, portavoz de Just Stop Oil.
Justicia climática
Otro de los aspectos que no augura nada positivo para esta cumbre es que se celebra en un país donde la violación de los derechos humanos es una constante y donde a los ecologistas los encarcelan por defender el medio ambiente. El escepticismo crece aún más cuando se piensa que la siguiente cumbre, la COP 28, se celebrará en Emiratos, uno de los principales productores de petróleo del mundo.
La cumbre se celebra en Egipto porque se persigue que en esta cumbre africana se avance de manera definitiva en el los compromisos de financiación para compensar a los países que menos han emitido gases de efecto invernadero -porque se han desarrollado menos- pero que son los más afectados por los efectos de las subida de las temperaturas. Es lo que se conoce como mecanismo de Pérdidas y Daños. Los países más vulnerables además necesitan ayuda financiera para abordar una transición energética como la que llevan a cabo los países ricos.
De fondo en estas cumbres siempre existe la esperanza de que se eleve la ambición climática. Que sea más bla, bla, bla o compromisos reales está en manos de los líderes mundiales. Un año más el futuro está en juego en una cumbre del clima, mientras. los termómetros continúan su escalada extraordinaria.
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