“Si alguien duda del cambio climático le invito a que venga a la dehesa conmigo un año y entenderá lo que es”. Con esta contundencia responde al negacionismo climático Rodrigo Cárdeno Sánchez. Es propietario de una finca en la dehesa extremeña, en Badajoz lindando con Huelva. Es el paraíso de los cerdos ibéricos, aquí se alimentan de bellota y pasto que dan como resultado los mejores bocados de jamón del territorio.

Pero este año Cárdeno tiene menos guarros haciendo la montanera, pastando por la dehesa. La merma se debe a la ausencia de bellota. La sequía y las olas de calor que han afectado a toda Europa y cuya virulencia se atribuye al cambio climático ha dejado los campos con menos bellotas que llevarse al morro. “Antes teníamos un mes de verano y ahora tenemos tres meses. Cuando era pequeño salíamos con una sudadera y un pantalón largo todo el verano y ahora salgo con un pantalón corto y una camiseta manga corta. Tenemos noches de 26 grados y eso aquí no existía”, continúa el dueño de esta explotación agropecuaria.

Según la previsión de la Asociación Interprofesional del Cerdo Ibérico (ASICI), esta montanera 2022-23 se va a sacrificar entre un 15% y un 20% menos de cerdos de bellota respecto a la campaña 2021-22. La ausencia de lluvias retrasó la matanza de las jaulas de cerdos de bellota, que es como se conoce a estas piaras que viven en la dehesa. Para obtener el engorde óptimo de los cerdos con bellota y alcanzar los estándares de calidad que se exige, este año, han pastado en más hectáreas en las que deben pasar un mínimo de 61 días de montanera.

“La sequía ha impactado directamente en la dehesa y la producción de bellota por hectárea ha disminuido entre un 20% y un 25%, y eso ha hecho que la cantidad de cerdo que se puede llevar a montanera  haya disminuido”, explica Alfredo Subietas, director general de Ilunion Ibéricos de Azuaga. “Esta situación va a disminuir la oferta de cerdo ibérico y de jamón ibérico en el sector, porque no ha habido más bellota que la que ha habido”, asegura. 

La renovación de encinas se complica con la sequía.

La dehesa en peligro

El año 2022 fue el más caluroso de España desde que se tienen registros. El Panel Internacional de Expertos de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) apunta a que la tendencia en nuestro país es de tener cada vez menos recursos hídricos. “Yo lo llevo notando desde hace diez años”, asegura Cárdeno. “Pero este año ha sido más acuciante porque ha llovido solo un tercio de lo que suele llover. Eso supone que los ecosistemas producen muchísimo menos, los árboles producen menos, hay menos puntos de agua naturales para abastecer al ganado y conseguir animales de calidad se hace mucho más complicado que cuando todo esto es un vergel”. 

En sus tierras observa que tiene menos agua, que antes su animales bebían en cualquier sitio, había manantiales y pozas, pero ahora proviene de sondeos. “El nivel freático baja y hay menos hierba, menos humedad disponible para el árbol y todo produce muchísimo menos”, explica. 

“Desde el año 75 aproximadamente hasta 2016, ha habido un 35% menos de lluvia en esta zona”, asegura. La renovación de las encinas es más difícil en esta situación, las replantaciones artificiales tienen un nivel de éxito de supervivencia de los árboles muy bajo porque lo que este ganadero apuesta por la renovación natural de fincas que se tienen que dejar de descansar de explotación para poder desarrollarse.

Desde el año 75 aproximadamente hasta 2016, ha habido un 35% menos de lluvia en esta zona

Rodrigo Cárdeno

Futuro de la montanera

“Los expertos en cambio climático dicen que esta situación de sequía extrema no tiene por qué reproducirse el año que viene de la misma manera, pero que ya su frecuencia va a aumentar y que ya no va a ser tan esporádicos”, reflexiona Subietas. “El cambio climático nos preocupa en el sector, porque es verdad que el campo está acostumbrado a tener un mal año. Eso es una cosa que pasa a veces, pero si eso se reitera en el futuro puede comprometer la viabilidad de las explotaciones de montanera”.

El cambio climático no sólo afecta a los sacrificios, también se ve reducida la venta de hembras reproductoras y de primales (los cerdos en la fase de crecimiento previa al engorde definitivo) y según los entendidos no es sencillo de recuperar dado el ciclo de vida largo y costoso del cerdo ibérico. Especialmente en un contexto de subida de precios en los piensos que se inició con la pandemia y se disparó con la guerra de Ucrania.

En este sentido las empresas como Ilunion Ibéricos de Azuaga buscan fórmulas de ahorro a la vez que reducen la huella de carbono de su negocio. “El cerdo de bellota se alimenta de la propia explotación y, por tanto, el impacto en huella de carbono es muy bajo. Tenemos medida la huella de carbono, es de 0,3 toneladas de Co2”, asevera el directivo. Un dato al que han llegado por la electrificación con placas solares de su secadero de jamones.