¿Cómo han acabado un par de jóvenes pegados a Las majas de Goya en el Museo del Prado?, esto es lo que se pregunta Rafael Ordóñez en Amor y furia (Tres hermanas), un gran reportaje convertido en libro que explica y contextualiza la evolución del activismo climático en estos últimos años. El periodista de El Independiente especializado en medio ambiente analiza un momento histórico marcado por la ecoansiedad y la urgencia climática fijándose en los nuevos movimientos ciudadanos que han surgido para buscar solución a una crisis ecológica que ha pasado a ser social.
'Amor y furia' es el lema de una nueva generación de activistas climáticos que ha sorprendido al mundo con su arriesgada e irreverente forma de llamar la atención. Organizaciones como Futuro Vegetal (Extintion Rebellion), Just Stop Oil o Fridays for Future han brotado para canalizar toda esa furia ante la inacción de una clase dominante que se venda los ojos ante el peligro al que se enfrentan las próximas generaciones, pero también llevan por bandera ese amor a la vida y la belleza de este planeta que les empuja a luchar por una causa en la que creen.
Rafael Ordóñez (Madrid, 1973) lleva años cubriendo la información científica y medio ambiental en El Independiente. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Complutense y en Periodismo por la Carlos III, su trayectoria periodística incluye medios como La Razón, El Mundo o la Rolling Stone, entre otros.
Como cronista privilegiado de la actualidad, Ordóñez ha vivido con gran atención toda esta revolución desde sus inicios y se ha puesto en contacto con la nueva y la vieja guardia del activismo climático para contar desde dentro lo que realmente está ocurriendo con un movimiento social que no para de crecer en fuerza, proyección y relevancia, sobre todo entre los más jóvenes. El autor de este libro piensa que la radicalización del ecologismo es una realidad que no va a hacer más que incrementarse, pues sus formas para hacer presión cada vez van a depender más de la urgencia que de la experiencia. Amor y furia es la crónica de un cambio de paradigma en el activismo climático que marcará sin duda una de las cuestiones más acuciantes de los próximos años: ¿cómo vamos a salvar nuestro planeta?
P. ¿De dónde surge la idea de escribir Amor y furia?
R. Este libro parte de la idea de explicar qué ha pasado para que dos chavales acaben pegándose a un cuadro en el Museo del Prado, se pregunta el por qué hacen esto y qué nos ha llevado hasta aquí. Tras tanto tiempo cubriendo temas de medio ambiente y los movimientos sociales que surgen a su alrededor, lo que he hecho ha sido recopilar los últimos años que ponen el contexto en el que se llega a este momento en el que un chico y una chica se pegan a los marcos de las majas de Goya, teniendo en cuenta que es una tendencia que sigue en activo.
P. Todo el mundo se acuerda también de lo que ocurrió con Los girasoles de Van Gogh
R. Lo que pasó con Los girasoles fue muy emblemático porque es un cuadro muy conocido. Las series de los girasoles de Van Gogh son de los más conocidos y algunos han alcanzado alguno de los precios más altos en la historia del arte. Aun así, los primeros que hicieron acciones en museos fueron los alemanes, lo que pasa con estos movimientos es que se imitan entre ellos si las cosas que funcionan y luego vino Just Stop Oil que lanzaron ese bote de tomate sobre el cristal de los girasoles e impresionó a todo el mundo.
P. ¿Por qué usan los museos?
R. Los museos son uno de los lugares sobre los que se forma mucho eco, no son los primeros activistas que hacen cosas en museos. Las sufragistas inglesas directamente quemaban cuadros que pensaban que eran ofensivos para las mujeres, imagínate cuántos cuadros pueden haberse cargado. Aunque este no es el mismo modelo, porque no persiguen dañar a los cuadros, sino que persiguen el efecto mediático del arte. No hay ninguna inquina especial de esta gente por la cultura, lo único es que con la cultura han conseguido llamar la atención.
P. ¿Qué consiguen o pretenden conseguir haciendo este tipo de acciones?
R. En ese momento nos llamó tanto la atención porque pensábamos que se habían cargado Los girasoles. La reacción inmediata y viral es preguntarse qué les pasa a estos ecoterroristas que se han cargado los cuadros. La primera reacción es negativa porque es lo que persiguen, que te asustes pensando que han roto un cuadro muy valioso y luego te das cuenta de que no es así y te preguntas por qué hacen esto, en ese "por qué" es cuando ellos consiguen lo que quieren, que es explicar los motivos de su protesta.
P. ¿Hacia dónde va el activismo climático?
R. Se encamina hacia su radicalización, no solo lo creo yo, lo creen muchas personas con las que he hablado, muchos de ellos miembros o parte de estos movimientos porque el planeta sigue calentándose y el ecologismo se está calentando con el planeta. Hay muchas personas que quieren respuestas y soluciones a un problema que se nos viene encima. No podemos pensar que el cambio climático es sólo una crisis ecológica, es también una crisis social. Igual a nosotros de momento no nos afecta tanto pero si nos tiramos cinco años de sequías con malas cosechas, te aseguro que los activistas climáticos van a ser la menor de las preocupaciones de la policía, que ahora infiltra agentes dentro de estos grupos. La policía va a tener que preocuparse de parar a los agricultores que van a estar quemando contenedores por las carreteras de toda España. El cambio climático nos pone en una situación muy delicada económica y socialmente.
P. ¿Podría derivar esta radicalización en grupos violentos?
R. De momento todos estos grupos se mueven en lo que se llama desobediencia civil, que puede implicar hasta daños en los bienes materiales. No está orientada a hacer daño a las personas, pero no descarto que en el futuro, si la situación sigue empeorando y el mundo sigue yendo a peor, la radicalización sea mayor. Es un poco ingenuo pensar que el mundo se va al garete por el cambio climático y que los jóvenes se van a quedar viendo TikTok.
P. ¿Qué diferencias hay entre los viejos y nuevos activistas ecológicos?
R. Lo que hacen estos nuevos activistas climáticos es llevar la protesta a un nivel más arriesgado. Greenpeace ha tenido siempre mucho cuidado con sus acciones, están muy planificadas y tienen mucho cuidado de no liarla y no cometer ningún error, son años de experiencia. Pero estas nuevas organizaciones están imprimiendo más urgencia y sus acciones son más arriesgadas, no son tan profesionales. De todos modos, estamos hablando de un tipo de activismo del primer mundo, luego está el del tercer mundo en el que se juegan la vida de verdad. No es lo mismo el de Fridays for future de la India, el de Egipto o el de Irán, que el de Holanda. Hay países en los que ser activista climático e incluso medioambiental ya conlleva un riesgo en sí mismo.
P. ¿Cómo se ven los unos a los otros?
R. Desde los grupos nuevos se ve que los otros sistemas hasta ahora no han funcionado, ven que los ecologistas de toda la vida como Greenpeace, Ecologistas en acción o WWF se han pasado toda la vida recogiendo firmas, haciendo incidencia política, viéndose con eurodiputados sin conseguir grandes cambios o que se han producido muy despacio. Lo que viene ahora es la emergencia climática, ellos tienen la necesidad de hacer las cosas de otra manera, de una manera más radical. Extintion Rebellion empieza en Reino Unido, que es uno de los países en los que más se está actuando contra el cambio climático y sin embargo donde más contestación ha salido a las calles, porque la emergencia se percibe de una manera mayor. Allí lo primero que hicieron los miembros de Extintion Rebellion fue ir a Greenpeace para decirles que se pusieran las pilas y se sumaran a su causa. Ellos tienen otro nivel de acción y la propia representante de Greenpeace en España me reconoció que les ha hecho replantearse su papel, porque principalmente los jóvenes perciben que la emergencia climática requiere mayor prioridad y una respuesta rápida.
P. La influencia de Greta Thunberg es muy importante en tu libro, ¿hasta qué punto su ejemplo ha revolucionado el ecologismo?
R. Por más que la gente se haya reído de Greta Thunberg, es un personaje que seguramente será recordado porque haber creado un marco de actuación para una generación entera de jóvenes, casi todos del primer mundo, que han crecido diciéndoles que van a vivir el cambio climático, pero con la sensación de que no se está haciendo nada para pararlo. Su ejemplo ha ayudado a que los jóvenes se pueden movilizar y unirse para tomar soluciones, no solo de los grandes problemas, sino soluciones más cercanas a ellos. Pueden pelear porque no se derrita el Ártico pero también para que no talen 50 árboles en su barrio. Aparte, se ha convertido en un personaje de primer nivel mediático, es una influencer capaz de publicar un libro en Penguin con los científicos más importantes del mundo, para que, apoyándose en su nombre, consigan llegar a más gente. El libro de Greta Thunberg se estudia en foros de Extintion Rebellion, por ejemplo, porque cada uno de esos capítulos, que ella compila, están llenos de claves científicas para entender qué es lo que está pasando en el cambio climático.
P. Otro de los temas que influyen en las acciones de los jóvenes es el término de la ecoansiedad.
R. Hay gente que cree que no existe la ecoansiedad, igual que hay gente que cree que no existe el cambio climático, pero es una realidad no solo de los activistas sino de cualquier persona que tenga preocupaciones climáticas. La ecoansiedad no solo existe a nivel psicológico sino también a nivel sociológico, porque la gran mayoría de la gente lo está percibiendo. Porque este calor que decimos que no es normal, realmente no es normal. Cuando veo el telediario y veo que hay un fuego que debería haberse producido en agosto pero se ha producido en marzo, eso asusta. Cuando las temperaturas siguen escalando te preocupas porque el clima que estamos viviendo y que vamos a vivir es muy distinto del que hemos vivido y eso a mí me asusta.
P. Y si todos vemos lo mismo, ¿por qué molesta tanto ver a los jóvenes organizando acciones para protestar por ello?
R. Es un poco paradójico, ellos reciben muchas críticas pero al mismo tiempo reciben apoyos importantes, como el de las Naciones Unidas. António Guterres, por ejemplo, ha criticado que llamemos radicales a algunos activistas cuando realmente los que deberían preocuparnos son aquellos países que siguen utilizando los combustibles fósiles. Depende un poco de la lectura que se quiera hacer. A los activistas les da igual como se les insulte, cuentan con ello, porque ellos no hacen las cosas para caer bien, hacen las cosas para llamar la atención. Si te cortan el tráfico en la M-30, te va a joder que te tengan atascado durante media hora, pero ellos quieren llamar tu atención, porque si no se hace nada, se sigue con el día a día y lamentablemente el cambio climático no está en la agenda de lo urgente ni en la de los medios ni en la de la política.
P. ¿Qué importancia llega a tener la política en este asunto?
La solución climática necesariamente pasa por la política. Las cumbres del clima son, lo queramos o no, el único aparato que hay en marcha para solucionar un problema que es mundial y que no se puede solucionar individualmente. En paralelo vemos que Biden ha licitado nuevas exploraciones de petróleo en Alaska, cuando se trata de justo lo contrario, de dejar el petróleo y los gases de efecto invernadero bajo tierra. No es nada fácil porque hay muchos intereses para frenarlo. Uno entiende que la realidad política tiene que ir por un camino, pero cuando los datos de la ciencia te están diciendo que no hay tiempo, que hay que acelerar, es cuando la respuesta de los ciudadanos, de estos activistas es llamar la atención para imprimir urgencia, para que las soluciones se aceleren. Su labor es la presión, es una especie de lobby callejero, que lo que hace es aumentar la presión en una dirección.
P. ¿Y cómo puede influir la ciencia para que se tomen medidas más efectivas?
R. La ciencia no tiene versiones, tiene hechos refutados y constatados y verificados. La ciencia dice que el cambio climático ya está aquí, que cada fenómeno extraordinario que se produce tiene una atribución al cambio climático o no. Sabemos que la sequía de este verano que ha arrasado Europa ha sido acelerada o producida por el cambio climático, que no es una sequía normal y en ese tipo de cosas la ciencia nos esta marcando el terreno de lo que es y no es cambio climático y lo que va a ser el mundo con el cambio climático. Si tienen o no relevancia para los políticos da igual, no importa lo que piensen los políticos sobre la ciencia porque la ciencia son hechos, da igual si Trump o Abascal no creen que el cambio climático existe, porque es algo innegable.
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