En la cordillera del Pirineo hay algunas zonas donde el cambio climático no ha llegado. En esos lugares, las altas temperaturas que ahogan y preocupan a nuestro país no son tan extremas. Así que son más frescos de lo normal. Esa excepcionalidad les ha convertido en un refugio natural, algo que provoca que las plantas que allí habitan tengan mayor probabilidad de sobrevivir (y más en un contexto como el actual). Por eso son tan valiosos e interesantes, a pesar de ser tan desconocidos.

Así lo explica Begoña García, investigadora del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE), que pertenece a su vez al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Ella es la encargada de dirigir al equipo que a partir de ahora se encargará de investigar estos refugios en el Pirineo, que pueden ser de un metro cuadrado o tan grandes como un valle entero.

"Por la experiencia que tenemos en el Parque Nacional Ordesa -donde ya han realizado otros estudios- hay factores que influyen en la creación de los refugios, como que tengan una orientación norte, la orografía, la topografía y la altitud. Y luego algunos se crean en bosques donde entra poca radiación solar, aunque esas zonas no son aptas para todas las especies", asegura García.

La investigadora explica que el nuevo estudio que dirigirá tiene dos objetivos fundamentales. En primer lugar, detectar dónde están ubicados estos refugios en el Pirineo, qué características tienen y cómo pueden localizarse, porque actualmente no se conoce ni siquiera el número exacto de ellos. Y una vez hayan conseguido hacerlo, el segundo paso será ver qué organismos viven en esos lugares e inventariarlo todo. Y esto no se limitará únicamente a la flora. También se estudiarán los insectos o las bacterias que habitan en los refugios para saber cuáles están en mejor posición para sobrevivir. 

Sensores y drones

Comparativa entre una fotografía normal y una fotografía térmica en el Pirineo

Para ilustrarlo, nada mejor que un ejemplo. "Estas fotos están tomadas a mediados de julio, a mediodía, y es una orientación sur. La franja azul de la foto térmica -la de la derecha- es un acantilado donde vive la planta Androsace cylindrica, que es endémica del Pirineo central y está catalogada como amenazada. Al comparar las dos imágenes vemos que en el resto del terreno la temperatura es muy alta, pero la zona donde vive esta planta se mantiene varios grados por debajo. Así que podemos decir que esa zona es un refugio térmico para la planta", detalla García.   

Los investigadores utilizarán mini sensores para registrar la temperatura y la humedad de la tierra del Pirineo, así como cámaras térmicas manuales que serán colocadas tanto en el propio terreno como en drones que sobrevolarán la zona desde arriba. Será algo así como un satélite pero "a pequeña escala", explica García.

Luego, una vez hayan recopilado todos esos datos durante meses podrán hacer modelos digitales de toda la zona para conocer las características térmicas específicas de cada sitio. "No podemos hacerlo en todo el Pirineo, pero sacamos la esencia y luego podemos escalarlo a montañas o lugares más complejos", comenta la investigadora. 

"Los refugios son absolutamente normales en las montañas y cordilleras. Siempre han existido, tanto a microescala como a macroescala. De hecho, la propia Península Ibérica sirvió como refugio durante las glaciaciones", asegura García. "Lo que sucede es que existen innumerables refugios a microescala, de unos pocos metros cuadrados como mucho, que no se ven si no tienes unas cámaras de temperatura adecuadas. Y nosotros ahora sí podremos verlos", añade. 

En el proyecto colaborará Bodega Pirineos, de la Denominación de Origen Somontano, que realizará una donación al Instituto Pirenaico de Ecología (IPE). Las dos entidades han formalizado una alianza que, según explican, "aspira a mantenerse en el tiempo y se traducirá en una aportación económica procedente de las ventas de dos de sus vinos monovarietales".