El oso pardo es el animal terrestre en estado salvaje más grande de la Península Ibérica. Pero estuvo a punto de desaparecer. Fue en los años 80 y 90 del siglo pasado, cuando apenas se contabilizaban unos 80 ejemplares en España. Con los años su situación mejoró notablemente, y ahora los últimos datos han elevado la cifra hasta situarla por encima de los 400 individuos, que viven en dos poblaciones (una de unos 80 ejemplares en el Pirineo y otra de más de 350 en la cordillera cantábrica). Una recuperación que ha convertido a esta especie en todo un icono de la conservación en nuestro país.
No ha sido algo casual. En 1973 se prohibió cazarlos, luego en los 90 llegaron los planes de recuperación… Y desde entonces no han dejado de crecer en número. "Ha sido fruto del trabajo de las administraciones, de las fundaciones, de los científicos y de los vecinos", asegura Pepín Tuñón, director de la Fundación Oso de Asturias, que detalla que se ha conseguido gracias a una potente campaña de sensibilización, a la lucha contra el furtivismo (que se considera inexistente a día de hoy) y a la investigación científica. "Pero no hay que olvidar que sigue siendo una especie amenazada", recuerda.
Como casi todo, esta recuperación también tiene una parte negativa. Y es que los ataques a cosechas y ganado por parte de osos pardos han crecido a la par que la especie se recuperaba. Según un informe de la Fundación Oso Pardo (FOP), entre 2009 y 2018 se registraron de media 585 expedientes de reclamación por daños de oso al año en Asturias, Cantabria, Castilla y León y Galicia, que supusieron un coste de compensación de unos 250.000 euros anuales para las administraciones. En 2012, el año récord, esa cifra llegó a alcanzar los 329.564 euros.
El oso, un "carnívoro arrepentido", como lo califica Tuñón, se alimenta de todo. Y los datos así lo demuestran. Según el informe de FOP, el 60,2% de las reclamaciones que se tramitaron en ese periodo fueron por daños de los osos a colmenas, el 22,7% a frutales, el 12,9% a ganado y el resto a otros daños. El mismo estudio asegura que las administraciones compensan económicamente la mayor parte de los perjuicios que el animal inflinge a las colmenas, que son los más comunes. Pero ponen en duda que los expedientes por daños al ganado "representen la realidad de la depredación por los osos".
Lisardo García y Francisco Cadenas, dos ganaderos asturianos, coinciden en que ése es el principal problema. Según cuentan, cuando los osos matan animales deben encontrarse los cadáveres con "signos claros" de que los causantes han sido ellos (huellas, excrementos, pelo, etc) para cobrar la indemnización. Algo ya de por sí bastante complicado, pero incluso cuando lo consiguen explican que les ponen "excusas" y problemas. "Y cuando finalmente te lo pagan lo que te abonan está muy por debajo del valor del animal. El año pasado vino una periodista francesa que me dijo que en Francia e Italia a los ganaderos les pagan un precio tres veces superior al valor real. Aquí pagan por debajo", sostiene Cadenas.
El propio Cadenas, que tiene un rebaño de unas 450 cabras, explica que ha habido años en los que los osos le han matado 35 de ellas. Él mismo calcula que anualmente pierde unos 2.000 euros por culpa de ataques del oso. García, por su parte, asegura que sus pérdidas anuales rondan entre los 5.000 y los 6.000 euros. "Llevamos años peleándonos con ellos. Empezó a ser un problema serio en 2013 o 2014, y cada vez va a peor porque hacen más matanzas de ganado. Yo antes tenía caballos, pero me los mataron todos entre los osos y los lobos. Solo aparecieron las pieles", comenta.
"Me he planteado dejar este trabajo bastantes veces por todo esto. La gente está abandonando poco a poco, quedamos cuatro", comenta Cadenas, que tiene una solución bastante radical para el problema: "Los osos molestan mucho, así que hay que buscar la manera de ahuyentarlos, porque se asustan con mucha facilidad. Y si no habrá que matarlos, no queda otra. Antes estaban en extinción y ahora es al revés, hay superpoblación".
Ataques a personas
"El oso de la cordillera es tímido y huidizo, porque históricamente es un animal perseguido y casi extinguido. Es muy raro que ataquen a las personas, porque no les gusta el contacto con nosotros", asegura Tuñón. Y lo cierto es que los datos le dan la razón. Según la FOP, desde 1989 hasta 2021 se produjeron siete ataques por parte de osos a personas en España. No hubo ninguna víctima mortal, y todos ellos fueron encuentros "súbitos" que causaron heridas "leves o poco graves".
El ataque más importante de los registrados por la FOP sucedió en Casavegas (Palencia), en 1999, cuando un oso macho atacó a un hombre de 35 años. Los mordiscos provocaron daños "graves" en la arteria y en la vena femoral, que precisaron de cirugía. Pero en 2021 sucedió un incidente que generó una gran conmoción, que la FOP no pudo recoger en su informe porque ya se había publicado. Una mujer de 75 años que paseaba por Cangas del Narcea fue atacada por un oso, que le rompió la pelvis y le desgarró la cara. Por suerte, sobrevivió y pudo recuperarse en el hospital.
Los ganaderos temen que algún día ocurra una "desgracia", porque aseguran que los osos están empezando a ser cada vez más activos durante el día, cuando antes preferían salir siempre de noche. Según explican, se comen el pienso destinado a los animales, matan a los perros guardianes y "estresan" al ganado.
Impacto positivo del oso
El informe de la FOP también detalla el impacto económico positivo que tiene el oso en las regiones en las que vive. Y es que el 40% de los negocios percibe que su facturación y clientela dependen, en algún grado, de la presencia de este animal. Además, explican que el oso pardo es un "recurso productivo" que contribuye a generar o mantener empleo en aquellos casos en que más del 30% de la facturación del negocio está asociada a su presencia.
De esta manera, estiman que por cada millón de euros facturado en 2017 por los negocios que se declararon económicamente dependientes del oso se han sostenido o creado 17 empleos directos en el medio rural. "En los 26 municipios oseros analizados, en el escenario de cálculo más conservador, el oso pardo contribuyó a generar 20 millones de euros de ingresos en el tejido productivo rural y a crear o sostener de forma directa 350 empleos equivalente a tiempo completo, mayoritariamente residentes en la misma localidad del negocio", detallaron desde FOP.
"La literatura científica sugiere que los osos pardos serán más activos durante el invierno, pasando menos tiempo hibernando, y tenderán a alimentarse en zonas más humanizadas", concluye el informe de la fundación, que considera que a lo largo de la próxima década la especie, que llegó a estar en Peligro Crítico de extinción podría pasar a la categoría de Vulnerable. Y todo apunta a que seguirá creciendo.
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