Durante las últimas décadas ha captado un mundo en retirada. Ha viajado a más de un centenar de países a la caza de alguno de los últimos retratos de un paisaje y sus habitantes que el cambio climático hace mutar o desaparecer a tiempo récord. Cristina Mittermeier ha hecho de su trabajo un SOS por la vida salvaje que se desvanece como un azucarillo, entre los estragos del calentamiento de la Tierra.
Mittermeier (México DF, 1966) reconoce haber llegado tarde con su cámara a algunos de los parajes de los que habría querido dejar constancia. “Es que el cambio climático se ve ya en todas partes: desde la mortalidad de especies hasta la degradación de hábitats, el calentamiento del mar y el incremento en sus niveles. Son solo algunos de los efectos del cambio climático”, relata en conversación con El Independiente una de las artistas más reconocidas del mundo en el campo de la fotografía conservacionista.
Sus instantáneas hablan del impacto intenso y perturbador que el ser humano ha dejado en la naturaleza, sin límites geográficos. También de los últimos pueblos indígenas que sobreviven en espacios naturales igualmente amenazados. Uno de sus fotogramas más queridos, que se exhibe hasta la próxima semana en la C. Parker Gallery de Greenwich (Estados Unidos), capta precisamente a los miembros de una tribu de Papúa Nueva Guinea masticando chicle.
“Me preguntan si les di el chicle a estos chicos de las tierras altas de Papúa Nueva Guinea. La respuesta es no. Estaban participando en el Sing Sing de las tierras altas de Mount Hagen, un festival que anima a competir por ser la tribu culturalmente más intacta. Se hicieron con un chicle y se deleitaron sorprendiéndome con burbujas”, evoca Mittermeier.
Nos hemos quedado cortos a la hora de comunicar la seriedad de los efectos del cambio climático para evitar que nuestros hijos vivan en un futuro apocalíptico
Su universo, por el que se mueve verdaderamente como un pez en el agua, son los océanos. Se licenció en México en ingeniería bioquímica en ciencias marinas. A los océanos y los cantos por su conservación ha dedicado sus mejores disparos.
“Resulta muy seria la acidificación del agua de mar, que impide la reproducción de fitoplancton, vital en la producción de oxígeno para el planeta”, explica la fundadora de la Liga Internacional de Fotógrafos Conservacionistas. La organización SeaLegacy.org -establecida junto a Paul Nicklen, cuyas fotografías también forman parte de la exposición- ha patrocinado cerca de medio centenar de expediciones y su misión de estudiar alrededor de 800 especies.
De Groenlandia a las Bahamas
Mittermeier está convencida del poder de las imágenes para lograr aquello que no logran las advertencias de organismos como la Agencia de la ONU para el Medioambiente (UNEP, por sus siglas en inglés).
En su último informe, alertaba de que, al ritmo actual e incluso si se aplican las promesas actuales de reducción de emisiones, se registrará un aumento de la temperatura de entre 2,4 y 2,6 °C para final de siglo, lejos del compromiso del 1,5° C. “Las imágenes pueden ayudarnos a comprender la urgencia de proteger los lugares salvajes que tantos de nosotros consideramos de suma importancia", desliza. "Mi trabajo trata de crear una mayor conciencia de la responsabilidad de lo que significa ser humano".
A medida que el hielo marino se derrite en el Norte, se hace más difícil cazar, más difícil encontrar comida
Su viaje puede comenzar en el paisaje helado de Groenlandia. "La disminución de la población de perros de trineo es otro ejemplo, quizá sorprendente, del impacto del cambio climático en el Ártico", explica. "A medida que el hielo marino se derrite en el Norte, se hace más difícil cazar, más difícil encontrar comida tanto para los perros como para los humanos. Viajé a través de temperaturas gélidas con estos hombres y sus perros para intentar captar la relación entre ellos. Para los perros de trineo, la mentalidad de manada es fuerte. Son audaces e independientes y no escuchan a cualquiera. Necesitan un líder poderoso, alguien que se sienta tan a gusto en este mundo de hielo y nieve como ellos".
Y concluir en las Bahamas, siguiendo a una tortuga "viajera". "Lejos de las blancas playas de media luna y los manglares, me encontré con esta solitaria tortuga marina vagando entre praderas de algas", recuerda la fotógrafa. O buscando el retrato perfecto de un tiburón. "Captar la imagen perfecta puede resultar casi imposible, sobre todo si se combina este caótico y bello espectáculo de luz con el rápido e impredecible comportamiento de la vida marina. Tras horas en el agua, llegó el momento y apreté el disparador". O desembocar tal vez en el curso seco del río Mandrare, en Madagascar.
Un ejercicio que busca agitar conciencias, alcanzando a quienes desprecian, subestiman o directamente niegan la contrarreloj para salvar el planeta. “Durante las últimas tres décadas nos hemos quedado cortos a la hora de comunicar la seriedad de los efectos del cambio climático así como los pasos que son absolutamente necesarios para evitar que nuestros hijos vivan en un futuro apocalíptico”, responde Mittermeier.
Y a ese noble objetivo se dedica esta fotógrafa que ha convertido sus fotogramas en su mejor arma contra los escépticos. “La fotografía es una manera educada de recordarnos que vivimos en un planeta muy hermoso y que todavía estamos a tiempo de rescatarlo y devolverle la abundancia y la salud necesarias para que la humanidad pueda prosperar”.
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