Hay lugares donde cultivar viñedos es casi un imposible y, sin embargo, hay gente que lo consigue. Se trata de la llamada viticultura heroica, que se desarrolla en zonas que por su relieve o condiciones son realmente complicadas. Un nombre que le viene al pelo, y que tiene su origen en la dificultad inherente de cosechar en estos paisajes.
El CERVIM (Centro de Investigación, Estudio, Salvaguarda, Coordinación y Valorización de la Viticultura de Montaña) define la viticultura heroica como aquella que se desarrolla en lugares con una pendiente superior al 30%, que están ubicados en pequeñas islas, a una altitud superior a los 500 metros sobre el nivel del mar o que incorporan vides cultivadas en terrazas.
Hay muchos ejemplos famosos de vinos cultivados en zonas de viticultura heroica. Uno de los más claros son las abruptas colinas de vides de Conegliano y Valdobbiadene, situadas al nordeste de Italia, donde se produce el vino prosecco. O los viñedos tradicionales de la isla de Pantelleria, donde unos 5.000 isleños poseen parcelas de tierra que cultivan con métodos sostenibles que se transmiten de generación en generación. Dos lugares, por cierto, protegidos por la UNESCO.
Nuestro país no se queda atrás. Somos, junto a Italia y Portugal, los grandes especialistas en viticultura heroica. Lugares como la Ribeira Sacra (Galicia), La Axarquía (Málaga), El Priorato (Cataluña) o Cangas (Asturias) son buena prueba de ello. Pero todos esos cultivos están en grave peligro. Así lo asegura, al menos, un nuevo estudio de la Universidad de Padua, publicado este viernes en la revista científica iScience.
"Por un lado, ha aumentado la frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos, que pueden provocar una grave degradación de los suelos agrícolas y desencadenar corrimientos de tierras. Y por otro, se producen sequías prolongadas que están creando problemas sin precedentes en términos de gestión del agua. 2022 fue un año extremo en ese sentido", explica para El Independiente el profesor Paolo Tarolli, que ha liderado la investigación. "La viticultura heroica se ve amenazada por ambas cosas. Con pendientes superiores al 30% todo es mucho más complicado que trabajando en llanuras. Aquí el impacto del cambio climático es más crítico y los procesos físicos se exacerban", añade.
El riesgo -alertan los autores del estudio-, no es perder un producto agrícola o ver cómo se transforma el paisaje, algo que ya de por sí impactaría negativamente en la economía local. El auténtico peligro es "perder la historia de comunidades enteras y sus raíces culturales". Y es que los investigadores se muestran convencidos de que "el gran esfuerzo requerido para gestionar estas áreas refuerza la conexión específica entre el ser humano y el medio ambiente". Por eso muchas de estas zonas son reconocidas por sus singularidades culturales y por el conocimiento tradicional de sus habitantes.
El estudio hace hincapié en esa relación entre la cultura y la tradición que se produce en la viticultura heroica, que consideran demasiado valiosa para que las grandes empresas la pongan en peligro. Pero también alerta de que los agricultores, que ya de por sí tienen que hacer un esfuerzo extra, pueden acabar abandonando el trabajo por el cambio climático: "El último medio siglo se ha caracterizado por el éxodo rural y el paulatino abandono de los paisajes de montaña. Y las nuevas generaciones no está dispuestas a seguir trabajando en condiciones extremas si los beneficios económicos son insignificantes".
Maneras de proteger la viticultura heroica
De entre todos los cultivos heroicos españoles, Tarolli tiene claro su favorito: "Las Islas Canarias son un paisaje asombroso. Allí se practica una viticultura heroica, con terrazas de muros de piedra seca. Las Canarias también son famosas por sus suelos volcánicos, que según los especialistas, ayudan a dotar de carácter al vino. Una condición que es imposible encontrar en otros suelos, porque los volcánicos son ricos en minerales como potasio y están bien drenados, por lo que el agua tiende a infiltrarse rápidamente".
Es evidente que hay que proteger como sea estos lugares. Y los investigadores tienen varias ideas de cómo de hacerlo, desde comunicaciones estratégicas diseñadas para unir a científicos, agricultores y consumidores hasta soluciones en los propios cultivos, como pequeños sistemas de almacenamiento de agua integrados en los paisajes de viñedos que evitan la escorrentía y retienen el agua para el futuro uso.
También ponen el foco en la importancia de la educación de las nuevas generaciones sobre los beneficios de la realidad rural, la necesidad de preservar el patrimonio cultural, vivir en equilibrio con el medio ambiente y tener un enfoque sostenible de la agricultura.
"La clave del éxito radica en combinar el conocimiento tradicional de los enólogos con la innovación y el rigor científico", afirman los autores. "De esta manera, las granjas pueden trabajar en estrecha colaboración con los científicos para optimizar las inversiones para obtener un paisaje agrícola más funcional, sostenible y seguro, una alianza ganadora para enfrentar estos diversos desafíos naturales y antropogénicos", concluyen.
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