Varias islas griegas están sufriendo una serie de incendios mientras el país se encuentra inmerso en la sucesión de olas de calor más larga de su historia. En Portugal más de 600 efectivos trabajan para sofocar las llamas que están calcinando el Parque Natural de Sintra-Cascais, cerca de Lisboa. Suiza y Alemania han vivido estos días tormentas fortísimas, que han causado graves destrozos. Y en Italia está pasando todo a la vez: el norte sufre fuertes temporales, que han provocado granizos, fuertes rachas de viento, inundaciones e incluso tornados; mientras que en la zona sur se han registrado temperaturas extremas y se han producido varios incendios, que han obligado a evacuar a cientos de personas y han causado cuatro muertos.
La lista de fenómenos meteorológicos extremos que se han vivido estos últimos días en Europa es casi inacabable. Y todo esto se ha juntado con una de las noticias más preocupantes del verano. Y es que el Servicio Europeo de Cambio Climático Copernicus (C3S) informó que el pasado lunes la temperatura media de la superficie del mar Mediterráneo fue de 28,4 grados centígrados. Un nuevo récord, que desbanca a los 28,25ºC que se registraron el 23 de agosto de 2003. ¿Qué está sucediendo?
Samuel Biener, experto de Meteored, explica que estos días han coincidido en Europa varios factores: "La corriente en chorro está muy ondulada, y eso se traduce en la presencia de dorsales que impulsan aire muy cálido hacia latitudes altas, lo que explica que tengamos temperaturas como los 48 grados que ha habido en Cerdeña. Por otra parte, tenemos la situación contraria. Vaguadas de aire frío que provocan importantes episodios de inestabilidad, que es lo que hemos visto en Italia, Eslovenia, Croacia y los Alpes. Así que se ha juntado aire frío en altura, calor acumulado en la superficie y que el el Mediterráneo está muy caliente. El caldo de cultivo perfecto para que las tormentas sean muy violentas".
"Asegurar que todo es culpa del cambio climático es exagerado, porque en los fenómenos meteorológicos hay mucha variabilidad. Pero es verdad que todo lo que estamos viendo, con esa intensidad y recurrencia, es compatible con lo que se espera del cambio climático. Así que la tendencia es pensar que esta es la razón", asegura Antonio Turiel, investigador científico en el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, que añade que existe "mucha preocupación por la cantidad de energía acumulada que ha provocado el calentamiento global, que se está acelerando en los últimos tiempos".
Según detalla Turiel, a los científicos les interesa estudiar la temperatura media del planeta, porque cuanto más alta sea mayor será cantidad de energía acumulada en la atmósfera. Y eso provoca que sucedan más fenómenos meteorológicos extremos, y que éstos sean más violentos. "Esta sucesión de fenómenos que hemos visto en Europa estos días no sería posible si no hubiera tanta energía disponible. Antes podía pasar de vez en cuando, se acumulaba energía y descargaba. Ahora sucede en cada vez más sitios y con más recurrencia. Por eso hay que mirar los datos. Lo que está pasando no es normal, y no es algo opinable", sostiene el científico del CSIC.
La situación de España
Nuestro país no es una excepción a todo esto. Aquí también se están produciendo fenómenos extremos con más asiduidad. Biener explica que la circulación atmosférica está variando debido al cambio climático, lo que está provocando que "cambie la forma en la que llueve en España". Las lluvias frontales y las borrascas atlánticas han perdido peso en favor de las precipitaciones más irregulares e intensas, asociadas a vaguadas o danas. Y también estamos viendo más irrupciones de aire frío (véase Filomena). Si España era ya un lugar de climas extremos, sostiene el experto, ahora lo es aún más. Y el calentamiento de los mares que nos rodean tampoco ayuda.
De momento, eso sí, no nos podemos quejar del verano que estamos teniendo. "España está saliendo bien parada, teniendo en cuenta todo lo que está pasando en Europa. Aunque decir cualquier cosa es peligroso, porque es escupir hacia arriba. Pero el verano pasado fue mucho peor. Este año ha habido temperaturas muy altas en sitios muy concretos, mientras que en 2022 encadenábamos una ola de calor detrás de otra. De momento vamos bien, pero hasta que llegue el invierno yo no cantaría victoria", resume Turiel.
Biener explica por qué hemos conseguido librarnos: "Curiosamente en España estuvimos en una situación parecida a la que ahora está Europa en mayo y junio, cuando vimos las supercélulas americanas de Zaragoza, por ejemplo. Pero esos meses todavía no había tanta energía acumulada. Y gran parte del país suele ser bastante seco en verano, aunque a partir de agosto suele haber más movimientos porque la atmósfera se muestra más dinámica. De momento este verano estamos un poco en tierra de nadie. Nos hemos quedado en el borde, en el límite entre las entradas de aire frío y las dorsales que suben por el Mediterráneo".
Previsión de lo que resta de verano
"Las previsiones de tormentas a largo plazo son una lotería, porque hablamos de fenómenos muy locales y también tremendamente irregulares. De todas formas, las que manejamos en Meteored señalan que para el mes de agosto, a priori, la situación estará más tranquila en buena parte de Europa", afirma Biener. Y añade: "No parece que vayan a seguir en esta situación tan extrema que han tenido en los últimos días, que precisamente se ha caracterizando por su persistencia, extensión y porque está siendo bastante generalizado. Ha sido algo extraordinario. En Italia, de hecho, se han registrado algunas de las piedras de granizo más grandes de la historia de Europa. Y a nivel mundial ha competido por, entre comillas, ese honor. Y se han quedado muy cerca, por cierto".
No obstante, Turiel se muestra preocupado con lo que se avecina: "En principio el verano pinta mal para Europa, porque hay un factor que tienen en común todos estos eventos, que es la intensidad. No es una medida cuantitativa, es cualitativa. Fenómenos como estos siempre han sucedido, pero no con tanta fuerza. Y este tipo de cosas se retroalimentan. Además, el mar no es como el viento, funciona de manera más lenta, por lo que la temperatura no puede descender rápidamente. Así que a priori es muy probable que siga influyendo de esta manera en las condiciones de estabilidad de la atmósfera. Y eso es como echar más leña al fuego".
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