Este 2 de agosto ya hemos alcanzado el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra de 2023. Esto quiere decir que los seres humanos ya hemos consumido los recursos generados por el planeta que deberían durarnos todo el año. Así lo asegura Global Footprint Network (GFN), que lleva realizando esta medición desde el año 1970, cuando los recursos se consumieron el día 29 de diciembre.
Apenas medio siglo más tarde la fecha se ha anticipado varios meses. Lo que quiere decir que los 151 días que quedan hasta final de año estaremos en números rojos, algo que supone que entramos a "vivir de las rentas del capital natural acumulado". Aunque esta fecha es a nivel mundial, los cálculos de la ONG advierten de que España ya rebasó ese nivel el pasado 12 de mayo.
Global Footprint Network estima que cada habitante a nivel mundial necesita 1,75 planetas para satisfacer sus necesidades. Según este estudio la demanda de los habitantes del planeta ya supera en un 70 por ciento la capacidad que tienen sus ecosistemas de regenerarse. En 2022 alcanzamos el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra el 28 de julio, un poco antes incluso que este año.
En concreto, el estudio calcula que la alimentación supone la mayor parte de la huella ecológica del planeta, ya que alimentar a la humanidad supone en torno a la mitad de esta biocapacidad del planeta Tierra.
GFN expone en su informe anual que con una población mundial creciente y un aumento de la demanda de comida saludable, la presión ecológica por la comida seguirá creciendo mientras la capacidad para producir comida es un reto creciente debido a que sus propios recursos sufren un mayor estrés y a la situación climática incierta. Además, advierte de que no está claro todavía que sea posible proporcionar la cantidad de alimentos suficiente con estas tendencias.
Así, GFN destaca que su socio Wageningen University & Research (WUR) publicó recientemente en la revista Nature un artículo en el que analizaba las oportunidades de Europa de producir comida al tiempo que se reduce el impacto ecológico de su sistema alimentario.
Con un sistema de optimización biofísica, concluyeron que varios escenarios podrían lograr esa minimización del impacto ecológico y lograr cubrir sus necesidades alimentarias. Para ello, estimaban que sería necesario rediseñar el sistema de producción alimentaria con los principios de circularidad y esto tendría el potencial de reducir el uso de tierra para alimentos en torno a un 71 por ciento y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero per cápita en un 29 por ciento.
Para GFN las claves de este reto están en minimizar y prohibir el desperdicio alimentario a través del su reciclaje en otros bienes como fertilizantes o alimentación animal. Además, plantea la necesidad de optimizar la producción con cosechas y cultivos adaptados a las distintas zonas climáticas de los suelos.
Global Footprint Network sugiere que en un sistema agrícola ideal y optimizado la huella ecológica podría reducirse un 24 por ciento por persona y, con ello, la biocapacidad de la Tierra aumentaría en un 12 por ciento. La magnitud de esa capacidad de transformación del sistema alimentario en la UE es tal que llevaría hacia delante unos 34 días la fecha de sobrecapacidad de los Veintisiete, lo que conllevaría alargar 9 días más la fecha a nivel mundial en la buena dirección.
De hecho, el informe de GFN incide en que estos cálculos solo tienen en consideración los aspectos del sistema agrícola optimizado, incluidos aspectos como el aumento de las hectáreas de cultivo, la reducción del uso de la tierra y cambios en el consumo total de alimentos así como las reducciones de las emisiones de gases de efecto invernadero.
En definitiva, los cálculos realizados concluyen que el 72 por ciento de la población mundial vive en países que gastan más allá de sus recursos biológicos propios que los que genera la media mundial, lo que limita su capacidad de compra de estos recursos extra en otros mercados.
Para GFN si una transformación significativa del sistema alimentario es "difícil imaginar" cuánto progreso será necesario para erradicar la pobreza.
España
En esa línea, el director de conservación de WWF España, Enrique Segovia, ha subrayado en declaraciones a Europa Press que la situación en España es aún peor, ya que el día de sobrecapacidad llegó el 12 de mayo y desde entonces el país está en deuda con sus propios recursos naturales y en déficit ecológico. Son 132 días por delante en números rojos.
"Es como si desde entonces estuviéramos viviendo de las rentas porque llevamos un nivel de vida muy alto y cada año nos comemos un trozo de capital. Estamos perdiendo capital natural porque nuestro consumo de recursos naturales es superior a nuestra capacidad de generarlos", ha explicado.
Segovia ha destacado que cada año desde 1971 tanto en España como a nivel mundial se están incrementando las emisiones, la sobrepesca, desecando más humedales, perdiendo más fuentes de agua dulce y la deforestación. Lamenta así como se va deteriorando año a año la situación y aunque la curva es cada vez más plana aún no se ha llegado al tope de emisiones de CO2; la pérdida de biodiversidad no se detiene y advierte de que esta degradación "va a seguir" a no ser que se revierta la situación.
En ese sentido, precisa que la GFN estima necesario retrasar hasta 2030 un total de 19 días por año la fecha de sobrecapacidad de los recursos de la Tierra y para ello considera necesario revisar el modelo de producción y consumo de alimentos, que es "lo que más impacta".
El director de conservación de WWF España elogia el cálculo del día de sobrecapacidad de la Tierra porque es "una herramienta" para medir lo que está ocurriendo al planeta: "No estamos dejando a nuestros hijos capital natural".
En ese sentido, reclama a las administraciones que den más pasos para reducir "claramente" las emisiones y que la huella ecológica y la fecha de biocapacidad de la Tierra se conviertan en un indicador de seguimiento para medir el progreso de los países. A su juicio, no solo basta con los indicadores económicos, como el índice del Producto Interior Bruto (PIB) sino que es preciso vincular el desarrollo con el consumo de los recursos naturales, algo que ya ha hecho Nueva Zelanda.
De hecho, critica que el PIB computa aspectos como el nivel de quema de combustibles fósiles o el consumo de agua, y por ello exige un cambio para lograr un modelo de crecimiento en el que se pueda seguir "viviendo bien pero con menos".
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