Desde que en 1988 se constituyó el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) sólo un español había formado parte de la Mesa del organismo, conocida en inglés como Bureau. Fue José Manuel Moreno, catedrático de la Universidad de Castilla La Mancha, que en el quinto ciclo ejerció como Vicepresidente del Grupo de Trabajo II. Pero eso acaba de cambiar.
La semana pasada en Nairobi (Kenia) los 195 países que componen el IPCC renovaron todos los puestos de responsabilidad de la Mesa de cara al séptimo ciclo de evaluación, que va a comenzar ahora y tendrá una duración de entre cinco y siete años. Entre los nuevos nombramientos estaba el de María José Sanz, directora científica del Basque Centre for Climate Change (BC3), que había sido nominada por el Gobierno español y formará parte del Grupo Especial para los Inventarios Nacionales de Gases de Efecto Invernadero.
"Más que un reconocimiento, para mí esto es una oportunidad. Supone seguir trabajando con gente que está intentando entender qué está pasando y poniendo soluciones a nivel global. Y me permite estar vinculada con la mejora de las estimaciones de las emisiones, para que los datos de los países sean consistentes y comparables entre sí. Pero yo llevo trabajando de una manera u otra con el IPCC desde 2002. He sido autora de todos los informes metodológicos desde 2003, y fui autora del cuarto informe de evaluación", explica Sanz en conversación con El Independiente.
Bióloga de profesión, se licenció en la Universidad Valencia y realizó su estancia postdoctoral en la Universidad de Arizona. Su carrera se ha centrado en estudiar la calidad del aire, el ciclo del carbono y los usos de la tierra, así como la adaptación y mitigación del cambio climático. Trabajó en el Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo antes de marcharse en 2007 a Alemania a la Secretaría de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Regresó a España para dirigir brevemente el Instituto de Investigación sobre Cambio Climático de Zaragoza y ejerció como coordinadora del programa UNREDD de la FAO. Y desde 2016 está al frente del BC3.
El nombramiento supone un logro importante para España. No es fácil para nuestros científicos acceder a la Mesa del IPCC, el órgano encargado de orientar al Panel, asesorar sobre cuestiones estratégicas y de gestión y tomar decisiones sobre cuestiones específicas. Lo explica Sanz: "Hay 195 países, y no hay un puesto para cada uno. Los países que nominan más gente son los que tienen grupos muy grandes y coordinados, como Reino Unido, Francia o Alemania. España tiene centros como el BC3 desde hace muy poco. Aunque ya tenemos bastante autores en los informes de los últimos dos ciclos. Algo que es muy importante".
Transparencia de los gobiernos
El Grupo Especial para los Inventarios Nacionales de Gases de Efecto Invernadero, del que ya forma parte Sanz, es el encargado de establecer cómo deben ser los informes sobre las emisiones que, posteriormente, los 195 países deben hacerle llegar al IPCC. El objetivo principal es que los datos sean comparables, para poder saber exactamente en qué situación se encuentra cada uno.
En dichos informes se especifica las emisiones que el país ha generado, clasificadas por sectores (los principales son energía, procesos industriales, residuos, agricultura y uso de la tierra). Pero también se recoge la cantidad de gases que han absorbido, normalmente a través del proceso de fotosíntesis que las plantas terrestres y marinas realizan. Porque aunque ya existen medios tecnológicos para hacerlo, Sanz explica que son aún proyectos piloto que no están desarrollados a gran escala.
"En las distintas eras geológicas claro que ha habido momentos en los que la Tierra tenía temperaturas más altas a las actuales, pero no existíamos nosotros. Y estos cambios se producían de forma más lenta. El que estamos viviendo ahora está siendo hiperrápido desde la Revolución Industrial. Y nuestra forma de vida va a verse afectada"
maría josé sanz
Pero, ¿cómo se garantiza que los países están siendo transparentes y dando los datos correctos? Muy fácil, porque un grupo de expertos se encarga de revisar con detalle los informes para ver si están cumpliendo con sus compromisos y si están siendo sinceros o no. Hasta hace poco este procedimiento de revisión sólo se llevaba a cabo con los países desarrollados, pero actualmente todos siguen ya el mismo proceso. En general, Sanz asegura que cuando los países han tenido problemas de transparencia han ido ligados a la falta de información o a la falta de capacidad para recopilar los datos, algo que en las revisiones se resuelve.
"Cada país pone encima mesa su compromiso para reducir en un determinado nivel las emisiones. Y ese compromiso es todo lo grande que le permite su capacidad maniobra. Lo que ha pasado ahora es que el sector privado ha entendido que esto es una realidad, y que hay que moverse para transformar los sistemas productivos. Ahora la pregunta que nos hacemos es con cuánta rapidez seremos capaces de hacerlo, porque cuanto más tiempo pasa menos tiempo queda. Y estamos en una situación crítica, nos queda poco tiempo", señala la directora científica del BC3.
Panorama mundial de las emisiones
Sanz explica que las emisiones globales se han "ralentizado". Pero la curva no se ha aplanado del todo: "Para 2050 si queremos quedarnos por debajo del 1,5 de aumento de temperatura respecto a la etapa preindustrial -un objetivo recogido en el Acuerdo de París- tendríamos que tener emisiones netas. Es decir, que la absorción y las emisiones se deberían compensar. Si eso no ocurre alcancemos los 2 grados entre mitad y final siglo. Y las metas autoimpuestas por los países no son suficientes para garantizar que llegaremos a tener emisiones cero. Así que no es que se estén incumpliendo los objetivos, es que no son suficientes. Habría que incrementar la ambición o revisarlos".
A día de hoy China, seguido de EEUU, son los países que más gases generan. España tiene emisiones "modestas", según la experta, comparada con países europeos como Alemania, porque no somos una economía "superindustrializada". En nuestro caso, señala, quizás las relacionadas con el transporte serían las más complicadas de reducir. Porque "lo tenemos más fácil que otros", al contar con energías renovables y producción hidráulica. Siempre y cuando no estemos en una etapa de sequía, claro.
"En los últimos seis periodos interglaciares, donde se desarrolló la vida tal y cómo la como conocemos, el promedio de C02 en la atmósfera era de poco más de 300 partes por millón. Así que podemos considerar que por encima de ese nivel tenemos exceso. Ahora mismo tenemos más de 400 partes por millón, lo que significa que estamos casi 100 por encima de los niveles promedios", señala Sanz. "Este cambio climático afecta a las especies que conocemos, que estaban adaptadas ya. Y nuestros niveles de tolerancia al cambio son más pequeños que el cambio que se está produciendo. Así que si esto se sigue ampliando nuestra capacidad para adaptarnos va disminuyendo", añade.
Negacionismo climático
Y, sin embargo, ni siquiera los datos parecen ser suficientes para tumbar el discurso negacionista climático que se ha propagado últimamente, que se ha juntado con otro que admite el cambio climático pero niega que sea debido a la influencia humana.
Unas teorías que Sanz explica que son muy fáciles de desmontar. Y es que si se utilizan los modelos de simulación de los gases de efecto de invernadero y se le descuentan las emisiones generadas por los humanos la temperatura de la Tierra no sube. Pero cuando se meten los datos reales de emisiones que el planeta está generando el modelo de predicción devuelve a cambio las temperaturas que se ajustan a la perfección con las que estamos viendo en la realidad.
"Las metas autoimpuestas por los países no son suficientes. No es que se estén incumpliendo los objetivos, es que habría que revisarlos"
maría josé sanz
"En las distintas eras geológicas claro que ha habido momentos en los que la Tierra tenía temperaturas más altas a las actuales, pero no existíamos nosotros", señala Sanz. Y añade: "Estos cambios se producían de forma más lenta. Pero este está siendo hiperrápido desde la Revolución Industrial. Y nuestra forma de vida va a verse afectada. Olas de calor, hambrunas, falta de energía, exacerbación de los conflictos sociales y económicos... Por eso también es importante la mitigación. El sistema ya tiene una inercia y tendremos impactos inevitables en las próximas décadas. De hecho, ya estamos viendo eventos extremos que pensamos que llegarían a finales de siglo", advierte la experta.
¿Cómo se explica que haya gente empeñada en negar lo evidente? "Nuestra sociedad tiene una resistencia innata al cambio. Nos da miedo, porque no sabemos cómo va a ser y si nos afectará a nuestro bienestar. Y esta situación propone cambios profundos en algunos sectores. La ciencia trabaja con incertidumbre, sólo te puede dar la probabilidad de que algo ocurra. Pero ahora estamos entrando en valoraciones de probabilidad muy altas. Y eso es un paso muy grande. Así que cuando las probabilidades son tan altas, aunque haya riesgo hay que intentar cambiar. Sobre todo porque si no lo hacemos tenemos un riesgo aún más alto", concluye Sanz.
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