Los investigadores de todo el mundo llevan años tratando de prever cómo será el efecto del cambio climático a nivel global y en todos los ámbitos. Y lo cierto es que la mayoría de estudios coinciden en señalar que su impacto será mayúsculo en la mayoría de aspectos, llegando incluso a transformar por completo algunas cosas. Ahora, un nuevo artículo elaborado por la Universidad de Loughborough (Reino Unido) y publicado en la revista Nature ha querido analizar en qué medida será importante para algo muy concreto: los conflictos bélicos.

"La influencia de los efectos del calentamiento global en los conflictos recientes sigue siendo objeto de intenso debate. Pero la inseguridad vinculada a la alteración del clima es sólo un aspecto del 'problema del carbono' al que se enfrentan la defensa y la seguridad", afirmaron los investigadores, que explicaron que hay, al menos, otros dos aspectos a tener en cuenta.

En primer lugar, el hecho de que los fenómenos climáticos se estén volviendo cada vez más "extremos e impredecibles" obligará a los ejércitos a adaptar sus fuerzas, sus equipos y el enfoque de su operaciones. Algo que, según el nuevo estudio, pasar por encontrar la manera en la que los soldados mantengan su disponibilidad para operar y puedan seguir llevando a cabo operaciones distintas de las de guerra, como la asistencia humanitaria y la ayuda a las autoridades civiles.

Y en segundo lugar, los investigadores apuntan que las enormes cantidades de combustibles fósiles que se queman para mantener las capacidades militares son cada vez mayores y cada vez "más difíciles de ignorar". 

Importancia del carbono para los ejércitos

"Los científicos estiman que las fuerzas armadas del mundo son responsables de entre el 1% y el 5% de las emisiones mundiales sólo en tiempos de paz, aunque las cifras exactas no se conocen con exactitud y son difíciles de calcular debido a la escasa transparencia y a la falta de información", explicaron los expertos.

No obstante, aseguran que los militares reconocen cada vez más que, a medida que el mundo se descarboniza, mantener la eficacia operativa puede depender de la eliminación de su dependencia de los combustibles fósiles a medida que se imponen las tecnologías energéticas bajas en carbono. 

Sin embargo, consideran que en la práctica aún "queda mucho por entender". Y es que la combustión de carbón, petróleo y gas ha permitido a la humanidad liberar enormes reservas de energía, desencadenando la revolución industrial e impulsando la transformación global. Esta "potencia de fuego" también fue aprovechada por los ejércitos y se convirtió en el alma de la capacidad bélica a partir de finales del siglo XIX.

Una transición "compleja"

Los expertos de la Universidad de Loughborough visualizan que el abandono de los combustibles fósiles será una transición "compleja". Y es que se muestran convencidos de que la tarea principal de los ejércitos sigue siendo la misma: proteger a las naciones. Y la necesidad de mantener la capacidad suficiente para hacerlo afectará inevitablemente a la velocidad y el alcance de cualquier transformación posible.

Esto supone "una fuente de frustración para los que piensan que los ejércitos deberían avanzar más rápido". Pero conflictos como los de Ucrania evidencian que "cuando se trata de guerras de supervivencia nacional, los Estados siempre estarán dispuestos a asumir costes más altos ya sea en términos de vidas, finanzas o carbono".

A pesar de ello, recuerdan que varios grupos de defensa y seguridad, incluida la OTAN, han intentado evaluar las opciones disponibles. Y señalan que la vía más directa para descarbonización militar es desarrollar y adoptar combustibles alternativos a los existentes (los llamados combustibles sintéticos o biocombustibles).

Ese reabastecimiento es "especialmente atractivo" porque permite que la fuerza futura se parezca se parezca en gran medida a la que existe en la actualidad. Y ponen como ejemplo a Estados Unidos, que demostró que un grupo de ataque de portaaviones (formado por un portaaviones, destructores, cruceros, buques de reabastecimiento y un ala aérea) podría alimentarse con biocombustibles avanzados. 

Más recientemente, el Reino Unido también ha mostrado la posibilidad de alimentar grandes aviones militares con combustible de aviación 100% sostenible (con un potencial de ahorro de hasta un 80% en comparación con el queroseno). Por otra parte, Rolls Royce ha informado de que su motor de combate EJ200, que propulsa el Eurofighter Typhoon, y la turbina de gas MT30 utilizada en muchos buques de guerra, ya es compatible con los combustibles sintéticos.

Retos

Sin embargo, hay muchos retos pendientes. Los combustibles alternativos siguen siendo extremadamente caros y su producción consume mucha energía. La logística y la infraestructura deben ser reelaboradas para asegurar la disponibilidad cuando sea necesario. Y la producción debe ampliarse sustancialmente, aunque esto puede crear a su vez nuevos desafíos en términos de tierra, agua y energía.

Por lo tanto, el estudio asegura que también son necesarias plataformas y capacidades nuevas y mejoradas diseñadas en torno a nuevos sistemas de propulsión de bajo carbono o cero neto. Y de ahí surge otro problema: en la actualidad no existe ninguna alternativa obvia al motor de combustión interno que pueda adoptarse de forma generalizada en todo el mundo militar. Más bien los ejércitos deben estar preparados para adoptar una gama de diferentes sistemas de propulsión. 

El ejército británico, por ejemplo, está experimentando con variantes híbridas y totalmente eléctricas de algunos de sus vehículos de combate sobre ruedas. Y Estados Unidos está estudiando la posibilidad de desplegar microrreactores nucleares en el campo de batalla para abastecer de energía a los campamentos.

Sin embargo, los tanques, aviones y buques serán difíciles de descarbonizar. Todo lo contrario que los drones, que ofrecen sistemas más baratos y ligeros que pueden adoptar métodos de propulsión. Y de hecho, el estudio se recoge que los ejércitos ya están experimentando con la posibilidad de utilizar paneles solares y pilas de combustible de hidrógeno para propulsar vehículos aéreos no tripulados. Unas tecnologías que, además de reducir las emisiones, prometen disminuir los costes y mejorar la fiabilidad, al tiempo que aumentan el sigilo.

Las fuerzas militares del futuro

"Es probable que la repotenciación implique una reimaginación sustancial de los sistemas de armas, vehículos y otros materiales hasta el punto de que las futuras fuerzas militares tendrán un aspecto muy diferente. Esto plantea varias dificultades: no sólo parte de esta tecnología está aún en pañales, sino que también llevará tiempo y requerirá costes iniciales elevados rediseñar y reequipar las fuerzas armadas, así como los sistemas de apoyo necesarios para mantenerlas en funcionamiento. Y será necesario repensar las tácticas y la estrategia", explican los investigadores.

Pero no iniciar el camino hacia la transición, alertan, traería más problemas. "Puede que la sociedad civil deba asumir una parte cada vez mayor de los costes de la descarbonización para compensar el mantenimiento de unas fuerzas alimentadas con combustibles fósiles. Y bajo presión, las organizaciones de defensa podrían tratar de trasladar las emisiones al exterior mediante un mayor uso de contratistas militares privados y otros tipos de fuerzas indirectas", advierten.

Y de hecho, los investigadores concluyen preguntándose si, en caso de no encontrar una solución, a las sociedades no les quedará más alternativa que reevaluar las circunstancias en las que están dispuestas a aceptar aceptar el despliegue de fuerzas militares en operaciones de alto consumo energético lejos de casa, especialmente en tiempos de paz.