Este miércoles la revista científica Nature ha publicado un nuevo estudio que analiza una de las grandes incógnitas que el calentamiento global provocado por la actividad humana ha generado. Se trata del deshielo. Y no sólo han tratado de predecir cómo los distintos escenarios de emisiones impactarán de una manera definitiva en la cantidad de hielo que se derretirá. También han visualizado cómo podrían ser esos nuevos ecosistemas.
"Las masas de hielo se estudian a fondo porque son indicadores climáticos clave e influyen de manera determinante en el sistema terrestre", explicaron los investigadores, que aseguran que el retroceso glacial está provocando uno de los cambios "más rápidos" vistos en los ecosistemas de la Tierra.
Todo ello está provocando varios problemas de "marcadas consecuencias sociales y ecológicas" que aún hay que resolver. Entre ellos, qué hacer ante la "inminente" pérdida de biodiversidad animal y vegetal que se vive en ecosistemas glaciares y cómo utilizar mejor las zonas deglaciadas para crear nuevos hábitats.
Utilizando el Modelo de Evolución Global de los Glaciares, los investigadores analizaron la trayectoria ecológica en el siglo XXI de más de 650.000 km2 de hielo que actualmente cubren el planeta. Pero no tuvieron en cuenta en su estudio el hielo de Groenlandia y la Antártida, a pesar de que corresponde al 96% de la superficie de hielo permanente en la Tierra. La razón es que esas capas de hielo tienen un comportamiento que "difiere notablemente" del resto de los glaciares. Y sus cambios actuales y futuros no han podido estudiarse con tanta precisión.
Retroceso glacial
El modelo que los investigadores utilizaron predice que la desglaciación ocurrirá a un ritmo similar independientemente del escenario climático hasta 2040. Pero a partir de ahí las estimaciones divergen según la cantidad de emisiones que sigamos generando.
"Bajo un escenario de altas emisiones (en el que las emisiones globales de gases de efecto invernadero se tripliquen para 2075) aproximadamente la mitad del área glaciar que había en 2020 podría perderse para el año 2100", afirma el estudio. "Sin embargo, esto podría frenarse con un escenario de bajas emisiones (en el que las emisiones netas se logren en 2050), lo que reduciría la pérdida de hielo glaciar a aproximadamente un 22%", añade.
Además, estiman que alrededor de la mitad de estos glaciares que están en riesgo se encuentran actualmente "desprotegidos", lo que subraya "la urgente necesidad de mejorar las medidas de mitigación del cambio climático".
Nuevos ecosistemas
El modelo empleado predijo las características de los ecosistemas emergentes en áreas desglaciadas, que se clasificaron en tres categorías: marinas (14%), de agua dulce (8%) o terrestres (78%). Y pudo analizar el tamaño, la topografía y la temperatura predominante del aire de esas futuras zonas. Algo que consideran que podría ayudar a hacer frente a algunos desafíos como el cambio climático, la degradación de los hábitats, la pérdida de biodiversidad y la escasez de agua dulce.
El estudio recoge que "en las zonas deglaciadas, los ecosistemas emergentes se caracterizarán por condiciones ecológicas de extremas a suaves. Y afirma que los ecosistemas postglaciares podrían actuar como "sumideros de carbono".
Sin embargo, también se advierte que el desarrollo de ecosistemas postglaciares funcionales puede ser extremadamente "lento y complejo". Lento porque podría demorarse milenios. Y complejo, porque las especies pueden responder al cambio de forma positiva, negativa o nula.
A pesar de ello, los investigadores estiman que no sólo la deglaciación será rápida, sino que las zonas deglaciadas en el futuro abarcarán una gran variedad de biomas, que podrían tener el tamaño de países como Nepal o Finlandia.
"Hay varias ventajas asociadas a estas predicciones. En primer lugar, las zonas pueden albergar ya vida vegetal. Por ejemplo, un descubrimiento notable reveló que algunos musgos y microorganismos asociados habían estado enterrados bajo el hielo durante 400 años. En segundo lugar, las zonas deglaciadas serán un refugio para especies que buscan nuevos hogares y hábitats adyacentes a los glaciares, lo que podría favorecer la recolonización", aseguran los investigadores.
En tercer lugar, las predicciones sugieren que las zonas emergidas por la pérdida glaciar podrían promover la diversidad local y la productividad primaria (la tasa a la que la energía se convierte en sustancias orgánicas). Sin embargo, no todas las especies responderán igual a la deglaciación: podría aumentar el número de especies no autóctonas y de aquellas que pueden prosperar en determinadas condiciones.
Y por último, estas zonas recién deglaciadas podrían también actuar como refugios potenciales para especies adaptadas al frío que actualmente están en peligro. Sin embargo, predecir el éxito del establecimiento de las especies en estas zonas sigue siendo un reto.
Para los investigadores este estudio supone "el primer paso" para comprender de manera completa el cambio en los ecosistemas asociado a la deglaciación global. Y se muestran convencidos de que el siguiente debería ser estudiar el deshielo de Groenlandia y la Antártida, que podría traer problemas incluso mayores y que esperan que sea posible analizar técnicas similares a las que ellos han empleado en esta ocasión.
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