Los ejemplos de animales extintos en los últimos años por culpa de la actividad humana son incontables. Desde la paloma migratoria -que llegó a ser una de las especies de aves más numerosa del mundo- hasta el tigre de Tasmania o el delfín del río Yangtsé. Los animales vertebrados están desapareciendo cientos de veces más rápido de lo que deberían. Algo que ha llevado a muchos científicos a declarar la sexta extinción masiva.
Sin embargo, una investigación de la Universidad de Stanford (EEUU) y la Universidad Nacional Autónoma de México, publicada esta semana en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, sostiene que el problema puede ser aún más grave de lo que se pensaba. Las tres especies mencionadas son un buen ejemplo para entenderlo, porque fueron también el último miembro de su género (la categoría más alta en la que los taxonomistas clasifican las especies).
"El estudio inspecciona la crisis de la biodiversidad desde una perspectiva novedosa: en lugar de cuantificar el número de especies que se han perdido por causa de la actividad humana, cuantifican el número de linajes de orden superior (que se conocen como géneros), lo cual equivale a ramas completas del árbol de la vida. Y los resultados son alarmantes", explica Daniel Pincheira-Donoso, investigador del Laboratorio de MacroBiodiversidad de la facultad de Ciencias Biológicas de la Queen's University Belfast (Reino Unido) en declaraciones a SMC.
La investigación analizó 5.400 géneros de vertebrados terrestres, que abarcan 34.600 especies, entre los años 1500 y 2022. Y los autores concluyeron que en ese periodo se extinguieron 73 géneros. Las aves sufrieron las mayores pérdidas, con 44 géneros extintos, seguidas por los mamíferos, anfibios y reptiles.
Los resultados revelan que durante esos años la tasa de extinción fue 35 veces mayor que la tasa de extinción promedio en el millón de años anterior. Esto significa que, sin la influencia humana, la Tierra probablemente habría perdido sólo dos géneros durante ese tiempo, en lugar de los 73 que quedaron extintos. Según los investigadores, los géneros perdidos en los últimos cinco siglos habrían tardado 18.000 años en extinguirse sin el impacto humano.
"A largo plazo, estamos causando un gran impacto en la evolución de la vida en el planeta. Y lo que estamos haciendo provocará mucho sufrimiento a la humanidad", explicó Gerardo Ceballos, autor del estudio. "Lo que estamos perdiendo son nuestros únicos compañeros vivos conocidos en todo el Universo", afirmó por su parte Paul Ehrlich, que también participó en la investigación.
El estudio califica lo sucedido como una "mutilación del árbol de la vida". "Cuando se extinguen especies dentro de un género, otras especies del mismo género pueden evolucionar. Pero, cuando se extingue el género, la pérdida de esas formas de vida es irrecuperable", detalla Pincheira-Donoso.
Un árbol perdiendo sus ramas
En muchos niveles, las extinciones de géneros afectan más que las de especies. Ceballos explicó que cuando una especie muere otras especies de su género a menudo pueden cumplir su papel en el ecosistema, al menos en parte. Y como esas especies portan gran parte del material genético de sus primos extintos, también conservan gran parte de su potencial evolutivo.
Representado en términos del árbol de la vida, si una sola "ramita" (una especie) se cae, las ramitas cercanas pueden ramificarse con relativa rapidez, llenando el espacio de manera muy parecida a como lo habría hecho la ramita original. En este caso, la diversidad de especies del planeta se mantiene más o menos estable.
Pero cuando se caen "ramas" enteras (géneros), se provoca un enorme agujero. Es una pérdida de biodiversidad que puede tardar decenas de millones de años en recuperarse a través del proceso evolutivo de especiación. Y la humanidad, según Ceballos, no puede esperar tanto tiempo a que se recuperen sus sistemas de soporte vital, dado lo mucho que depende la estabilidad de nuestra civilización de la biodiversidad de la Tierra.
La enfermedad de Lyme es un buen ejemplo. Los ratones de patas blancas, que son los principales portadores de la enfermedad, solían competir con las palomas migratorias por alimentos como las bellotas. Con la desaparición de las palomas y la disminución de depredadores como lobos y pumas, las poblaciones de ratones han aumentado y, con ellas, los casos humanos de enfermedad de Lyme.
En este caso sólo desapareció un solo género. Pero una extinción masiva de géneros podría significar, según los autores, "una explosión proporcional de desastres para la humanidad".
Además, esta pérdida biológica implica también una pérdida de conocimiento. Ceballos y Ehrlich señalan a la rana melancólica gástrica, también el último miembro de un género extinto. Las hembras tragaban sus propios huevos fertilizados y criaban renacuajos en sus estómagos mientras "apagaban" el ácido del estómago. Estas ranas podrían haber proporcionado un modelo para estudiar enfermedades humanas como el reflujo ácido, que puede aumentar el riesgo de cáncer de esófago. Pero ya no existen.
Por último, esta situación podría exacerbar el empeoramiento de la crisis climática. "La alteración climática está acelerando la extinción, y la extinción está interactuando con el clima, porque la naturaleza de las plantas, los animales y los microbios del planeta es uno de los grandes determinantes del tipo de clima que tenemos", señaló Ehrlich.
Unos resultados "alarmantes"
"Como científicos, debemos tener cuidado de no ser alarmistas", reconoció Ceballos. Pero la gravedad de los hallazgos en este caso, aseguró, exigía un lenguaje más contundente de lo habitual. "No sería ético no explicar la magnitud del problema, ya que nosotros y otros científicos estamos alarmados".
¿Por qué este estudio es una advertencia alarmante? Daniel Pincheira-Donoso explica que las razones son varias: "Primero, la mutilación total de linajes no es en sí misma el problema ―la mayoría de los linajes que alguna vez existieron terminaron extintos por causas naturales―. El gran problema que revelan los resultados de este estudio es la velocidad a la que estos linajes se están extinguiendo. La actividad industrial del ser humano está provocando que avance a una velocidad tan acelerada que los organismos que habitan la tierra no alcanzan a tener el tiempo de adaptarse a esos cambios, lo que causa su colapso".
En segundo lugar, señala el experto, es importante tener en cuenta que, pese a todos los esfuerzos científicos, es posible que todavía no hayamos descubierto y catalogado más del 25 % de las especies que existen sobre la Tierra. Esto significa que estas alarmantes tasas de extinción de especies y de linajes completos podrían solo ser "la punta del iceberg", y que la magnitud real de estas extinciones está ocurriendo en especies de las que "no tenemos noticia" y de cuya existencia "nunca vamos a saber".
"Por último, es preciso apreciar el hecho de que esta extinción en masa es única no solo por su velocidad, sino porque ―tal como indican los autores― es la única que ha sido causada por la actividad de una sola especie: nosotros. Es aquí donde todos debemos entender que nos cabe una cuota de responsabilidad. Cada actividad que ejecutamos cada día, como encender la luz o conducir un vehículo, contribuye a la erosión de los ambientes de los que todos dependemos para nuestra subsistencia. Y todos podemos contribuir un poco a mitigar esta crisis", afirmó Pincheira-Donoso.
El experto detalló otro matiz importante. Y es que cuando contabilizamos el número de especies extintas, en este caso solamente de vertebrados terrestres, sabemos que no llegan al 1 % del total de las especies. Sin embargo, el estudio de Ceballos y Ehrlich muestra que cuando contabilizamos el número de linajes completos extintos (ramas enteras del árbol de la vida) su proporción es de más de 1,3 % respecto del número total de linajes. "Es decir, la magnitud de la crisis que revela este estudio debería añadir un nivel más de alarma", concluyó.
Proteger los trópicos
Los autores señalaron que los mayores esfuerzos de conservación deberían priorizar los trópicos, ya que las regiones tropicales tienen la mayor concentración tanto de géneros extintos como de géneros con una sola especie restante. Y pidieron también una mayor conciencia pública sobre la crisis de extinción, especialmente teniendo en cuenta cuán profundamente se cruza con la crisis climática más publicitada.
"El tamaño y el crecimiento de la población humana, la creciente escala de su consumo y el hecho de que el consumo es muy desigual son partes importantes del problema", afirmaron los autores. "La idea de que se pueden continuar con esas cosas y salvar la biodiversidad es una locura. Es como sentarse en una rama y cortarla al mismo tiempo", sostuvo Ehrlich.
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