Los Acuerdos de París, firmados en diciembre de 2015, contemplan que debemos limitar el calentamiento del planeta a 1,5ºC por encima de los niveles preindustriales. Pero si seguimos a este ritmo, para el año 2.100 la temperatura global habrá subido 2,7ºC. Y esto supone una "amenaza catastrófica", que hace que las vidas de generaciones enteras, presentes y futuras, "pendan de un hilo".
Así lo asegura un nuevo informe de la revista británica The Lancet, publicado este miércoles. Se trata de un completo trabajo de investigación, en el que han participado 114 expertos mundiales de 52 instituciones, entre ellas varias de la ONU (como la Organización Mundial de la Salud y la Organización Meteorológica Mundial). Dirigido por la University College de Londres (Reino Unido), el informe ha analizado el vínculo entre salud y cambio climático, y se presenta a sólo dos semanas del inicio de la COP28.
Entre sus principales conclusiones, el estudio apunta que los intentos por mitigar seriamente el cambio climático "están fracasando". Y no hace falta esperar para ver las consecuencias. En 2022 las personas estuvieron expuestas, de media, a 86 días de temperaturas extremas, que "supusieron un riesgo para su salud". Y el 60% de esos días tuvo al menos el doble de probabilidad de ocurrir debido al cambio climático. En paralelo, la mortalidad asociada al calor en personas mayores de 65 años aumentó un 85% entre 2.013 y 2.022, en comparación con el periodo de 1991 al 2.000.
Esta situación también ha impactado en términos económicos. En 2022 el valor total de las pérdidas económicas asociadas a eventos climáticos extremos se estimó en 264.000 millones de dólares (un aumento del 23% respecto al período de 2010-2014). Y las temperaturas extremas también ocasionaron la pérdida de 490.000 millones de horas laborales potenciales a nivel global en 2022 (un aumento de casi el 42% en comparación con el período de 1991-2000).
Teniendo en cuenta que en lo que llevamos de 2023 el planeta ha experimentado las temperaturas más altas de los últimos 100.000 años, y todos los continentes batieron récords, lo más probable es que la situación se mantenga. Y si finalmente el aumento de temperatura es de 2ºC las consecuencias van muchas.
En primer lugar, la mortalidad atribuible al calor crecería un 370%. Las horas laborales perdidas aumentarían un 50% a nivel global. Las enfermedades infecciosas mortales, como la causada por la bacteria Vibrio o el dengue, se dispararían. Y además, alrededor de 525 millones de personas más podrían vivir en situación de inseguridad alimentaria para el período de 2041 a 2060, lo que aumentaría el riesgo de malnutrición.
"Ya podemos ver que se está desatando una catástrofe humana por el calor sin precedentes, las sequías que arruinan las cosechas, el aumento en los niveles de hambre, el número cada vez mayor de brotes de enfermedades infecciosas, y las tormentas e inundaciones mortales. La continua expansión de los combustibles fósiles es una sentencia mortal para millones de personas. No hay excusa para un retraso persistente en la acción climática", expresó el Secretario General de la ONU, António Guterres, en respuesta a la publicación del informe,
¿Quiénes son los responsables?
"Con una emisión de 1337 toneladas de dióxido de carbono por segundo, no estamos siquiera cerca de mantener los peligros climáticos dentro de los niveles tolerables para nuestros sistemas sanitarios. El costo humano de la inacción es enorme, y no podemos permitirnos desentendernos de esta manera. Estamos pagando con vidas. Cada segundo que nos demoramos, el camino hacia un futuro más habitable se hace más difícil y la adaptación, cada vez más costosa y desafiante", aseguró la doctora Marina Romanello, directora ejecutiva de Lancet Countdown en la University College de Londres.
Los autores del informe denuncian la "negligencia" de los gobiernos, las empresas y los bancos, que siguen invirtiendo dinero en la industria del petróleo y gas, al tiempo que el daño provocado al planeta se acerca a "un punto de no retorno". Es decir, que el mundo está yendo en la dirección equivocada.
"La industria de los combustibles fósiles está recibiendo cada vez mayores inversiones y préstamos. Los 20 gigantes mundiales de gas y petróleo han incrementado sus proyecciones para la producción de combustibles fósiles en comparación al año pasado, lo que provocaría que las emisiones de gases de efecto invernadero superen en un 173% los niveles compatibles con un aumento de temperatura de 1,5 °C para 2040 (en comparación con el aumento de 112 % anticipado en sus estrategias de 2022", expresaron los autores.
"Al mismo tiempo, los países con menos recursos quedan excluidos de la transición hacia las energías limpias, y el acceso desigual a ellas ha llevado a las comunidades más vulnerables a depender del uso de combustibles que contaminan la atmósfera", añadieron.
Ante esto, la profesora Stella Hartinger, directora del centro regional para Sudamérica de Lancet Countdown, expresó su preocupación: "Los esfuerzos de adaptación no pueden seguirle el ritmo a los efectos del cambio climático. Nos toca dar un paso más allá, y enfocarnos en la prevención primaria. Se deben abordar las causas subyacentes del cambio climático con estrategias de aceleración rápida de la mitigación en todos los sectores. A menos que los gobiernos comiencen, de una vez, a actuar como corresponde frente a estas advertencias, la situación se pondrá mucho, mucho peor".
Sin embargo, algunas voces apuntan a que el daño ya podría ser "irreversible". Es el caso de Irene Bernal, Responsable de Cambio Climático en la fundación Salud por Derecho. "Estos datos revelan la grave crisis climática en la que nos encontramos y el precio que vamos a pagar si no actuamos. Sin embargo, decisores políticos y privados siguen invirtiendo en petróleo y gas como si nada ocurriera. En 2022 los subsidios globales a los combustibles fósiles fueron de 7.000 millones de dólares, un máximo histórico, según el Fondo Monetario internacional", asegura.
Brotes verdes
Al mismo tiempo, el informe señala los enormes beneficios sanitarios que obtendríamos si decidiéramos actuar decididamente contra el cambio climático. Pero para ello, alertan, lo primordial es ayudar a los países pobres a realizar una transición acelerada hacia las energías limpias y la eficiencia energética. Algo que, aseguran, traería beneficios inmediatos para la salud, a la vez que reduciría las desigualdades sociales, económicas y sanitarias.
Otra prioridad debería ser mejorar la calidad del aire, lo que podría evitar muchas de las 1,9 millones de muertes anuales que derivan directamente de la exposición al aire exterior contaminado que se asocia a los combustibles fósiles (y millones de muertes más por el aire interior contaminado). Cambiar la manera en la que nos desplazamos y apostar por alternativas activas, públicas, eléctricas y accesibles también podría ayudar, y promovería la salud de las personas al favorecer la actividad física.
Pero los cambios que se pueden hacer engloban, en realidad, a todas las esferas. Lo explican los autores: "Acelerar la transición hacia dietas más saludables y que tengan bajas emisiones de carbono evitaría 12 millones de muertes anuales relacionadas, y también reduciría en un 57% las emisiones del sector agrícola procedentes de la producción de carne roja y leche. Todos estos logros también contribuirían a que las poblaciones sean más saludables, reducirían la presión sobre los sistemas sanitarios, minimizarían las emisiones derivadas de la industria sanitaria y fomentarían la equidad sanitaria".
Aunque la situación es complicada, The Lancet ve también algunos brotes verdes. Lo que ellos llaman "signos esperanzadores". Como que las muertes asociadas a la contaminación atmosférica derivada de combustibles fósiles han disminuido casi un 17% desde 2005 (siendo el 80% de dicha disminución el resultado de los esfuerzos por reducir la contaminación derivada de la quema de carbón). O que la inversión mundial en energías limpias creció un 15% en 2022, y las energías renovables representaron el 90% del crecimiento en capacidad eléctrica en 2022. No está todo perdido.
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