En España tener un árbol de Navidad natural no es lo más habitual. La mayoría optan por uno sintético, que se guarda en una caja durante todo el año y se saca de nuevo cuand0 llegan estas fechas. Seguramente sea más cómodo, pero desde luego también es mucho más contaminante. Y es que, aunque parezca contradictorio, los árboles navideños naturales tienen muchísimos beneficios ecológicos aunque se corten para ser expuestos en las casas.
En primer lugar se trata de un producto natural, que a diferencia de los sintéticos no tiene huella de carbono, no genera residuos y tampoco precisa de petróleo para su fabricación. Como toda la vegetación, también capturan CO2. Y además, su cultivo genera empleo en zonas que a menudo sufren problemas de despoblación. Por lo que algunos expertos dudan incluso que estos árboles existieran si no hubiera una demanda comercial, que se dispara en época navideña.
En zonas de Estados Unidos y del norte de Europa hay cultivos extensivos de árboles navideños naturales. Se plantan muchísimos y se cortan otros tantos, que son los que acaban finalmente en las casas. Pero los restantes, tal y cómo explicó el New York Times en un artículo reciente, forman auténticas granjas de árboles, que en realidad funcionan como un "pequeño bosque", atrayendo a mucha fauna y dándole uso a terrenos agrícolas que de otra manera estarían abandonados.
"La gente no conoce todos los beneficios que tienen. No se trata de que cada uno vaya con su hacha al monte y corte el que quiera, que es lo que pasaba al principio, sino de que se encarguen los gestores adecuados de hacerlo. Porque es como con la ganadería, los peores ejemplares se sacrifican antes y los mejores se reservan para la reproducción", explica Eduardo Rojas Briales, decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes.
Rojas detalla que este tipo de árboles no han sido nunca una tradición española. Pero a finales de los 60 y principios de los 70 empezaron a popularizarse en nuestro país gracias a las películas europeas y estadounidenses. Posteriormente, de acuerdo con el experto, sus ventas aquí se estancaron porque algunos ecologistas los criticaron de forma "infantil", asegurando que su impacto en el medio ambiente era negativo.
Desde entonces la tradición se ha mantenido sólo en las zonas donde se cultivan estos árboles (País Vasco, Navarra, Cataluña y, en menor medida, Aragón) y en Madrid. En esas regiones, según Rojas, el mercado es grande y accesible y los precios, "razonables". Pero en el resto de España, donde no han terminado de cuajar del todo, sus precios se disparan. "Si lo calculas, el precio del árbol de plástico sale más barato. Pero no es lo mismo", remata el experto.
A nivel general existen dos especies de árboles que se utilizan como elemento decorativo en Navidad: el abeto puro del Pirineo y el abeto rojo. El segundo crece más deprisa y es más común en Europa, pero en España es más raro porque la temperatura de nuestro país está lejos de ser su clima ideal.
Un producto familiar
En Madrid hay varias maneras de conseguir un árbol de Navidad natural. Una de ellas es acudir a Escuela de Montes, donde los Estudiantes de las Escuelas Técnicas Superiores de Ingenieros de Montes, Agrónomos y de la Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica Forestal de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) los ponen a la venta hasta el próximo 23 de diciembre.
"Es una tradición que tiene más de 60 años", explica Alejandro Duro, uno de los estudiantes. "Nos organizamos nosotros mismos en grupos, sin ayuda de los profesores, para ir vendiéndolos por turnos y poder compaginarlo con las clases. Y con el dinero que sacamos organizamos un viaje de fin de curso, que este año queremos que sea a Tailandia", añade.
Allí venden tanto abetos, que tiene una hoja más suave y más verde, como abetos rojos, que son más frondosos, tienen una hoja más corta y huelen muy bien. Los precios oscilan entre 35 euros para los más pequeños y entre 100 y 200 euros para los árboles más grandes, que pueden alcanzar los cuatro metros de altura.
"La gente se lleva de todo. Muchos incluso se llevan dos", relata Duro. Según cuenta, la mayoría de sus clientes son familias, pero también reciben a mucha gente mayor y a muchos antiguos alumnos de las escuelas. "Lo principal es mantener el árbol lejos de focos de calor. En la terraza pueden estar bien, pero dentro de casa también. Y a partir de ahí solo es asegurarse de que la tierra esté húmeda, como con cualquier otra planta", remata. Así, asegura, pueden durar incluso años.
Los ejemplares que allí se venden proceden de Lérida, de un cultivo que la propia escuela presume que es "respetuoso con el medio ambiente". Según se especifica en su página web, todos ellos poseen raíces: bien son abetos enraizados, que cuentan con raíces primarias y secundarias, o bien son repicados, es decir, que crecieron fuera de la maceta y solo poseen las raíces primarias.
En cualquier caso, muchos optan por comprarlos para plantarlos posteriormente en el monte, aprovechando que son productos biodegradables que cuando mueren pueden utilizarse también para fabricar abono orgánico. Desde la propia escuela recuerdan que quienes quieran llevarse un abeto a casa pero no sepan cómo transportarlo pueden optar por el servicio de entrega a domicilio, y que parte de los beneficios obtenidos se reservan para que vayan destinados a Cáritas.
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