El pasado 1 de enero la costa oeste de Japón sufrió un terremoto de magnitud 7,6 en la escala de Richter. Murieron más de 230 personas, a las que hay que sumar miles de heridos y desplazados más. El Gobierno nipón lo calificó como un "desastre de gravedad extrema", y acaba de aprobar un paquete de ayudas que asciende a 155.300 millones de yenes (alrededor de 965 millones de euros). Porque, justo cuando se cumple un mes de la catástrofe, 46.000 viviendas siguen sin tener agua potable y que alrededor de 15.000 personas continúan viviendo en centros de evacuación.
Este periódico se ha puesto en contacto con Maxar, una de las empresas de referencia en la observación terrestre, que ha explicado que las imágenes satelitales muestran que el terremoto produjo daños cerca de la península de Noto y las zonas circundantes en el centro de Japón. "Algunas de las regiones más afectadas son Wajima, en la prefectura de Ishikawa, donde las imágenes muestran decenas de edificios destruidos por incendios en la ciudad, junto con otros daños estructurales. Además, los signos del fuerte seísmo son evidentes, ya que la licuefacción inducida por el terremoto puede verse en varios puntos de la ciudad y sus alrededores", detallaron.
También se observaron daños en la ciudad de Suzu y en los pueblos costeros vecinos, donde las olas del tsunami golpearon varios puertos, volcando barcos y empujando otras embarcaciones a la costa, y dañaron docenas de casas y edificios. Además, las observaciones de Maxar identificaron "numerosos corrimientos de tierra que han bloqueado autopistas, carreteras y, sin duda, han complicado los desplazamientos y las operaciones de rescate".
Pero, además, la catástrofe ha producido un fenómeno extraño. Tal y cómo informó EFE, el terremoto ha dejado expuestos 200 metros de nueva costa a lo largo de unos 85 kilómetros del litoral que recorre las localidades de Suzu, Wajima y Shika. Es decir, que muchas playas le han ganado kilómetros al mar. Y en paralelo se ha producido un levantamiento del terreno, que ha llegado a ser de hasta 4 metros en algunos puntos.
El sismólogo Yoshihiro Hiramatsu, que encabeza las mediciones sobre el terreno, explicó a la agencia que la subducción de placas que provocó este desastre ocurre una vez cada 2.000 o 3.000 años. La estampa que dejó en muchas zonas fue de puertos secos y barcos encallados. Según datos oficiales, 43 embarcaciones sufrieron daños, 16 quedaron varadas y otras 27 a la deriva. Las consecuencias se pueden observar a la perfección a vista satelital, gracias a unas fotos cedidas por la empresa Planet Labs PBC a este periódico.
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