Existe un paraíso sobre la tierra que agoniza, asfixiado por la corrupción, las excavadoras y lo que algunos llaman “el desarrollo”. Un activista español se ha convertido contra viento y marea en el líder de una revuelta ciudadana que lleva más de una década luchando contra los políticos y los militares de Camboya con el propósito de preservar sus parajes naturales, las últimas selvas de un país que sufre una brutal y desenfrenada deforestación.
Una batalla a contrarreloj repleta de riesgos, desde la persecución judicial hasta la violencia y la cárcel. “Camboya tiene uno de los mayores índices de destrucción de junglas del planeta, mucho peor que el Amazonas en Brasil. La destrucción del medio ambiente en Camboya ha sido sencillamente increíble. Hace 25 años era uno de los países con mayor biodiversidad del mundo. Ha pasado de tener unas junglas en un estado biológico excepcional a ir quedándose sin tigres, leopardos o elefantes. Hasta los parques nacionales se están privatizando”, relata en conversación con El Independiente Alejandro González Davidson, el español que encabeza la revolución contra los depredadores de la naturaleza camboyana.
Álex, el fundador deportado
Álex, como le conocen sus camaradas camboyanos, conoce cada palmo del país asiático. Lo pateó durante más de una década antes de fundar en 2012 Madre Naturaleza Camboya (MNC), una organización que declaró la guerra -pacífica y con recursos limitados- a los proyectos de construcción y los delitos medioambientales que han ido arrasando la piel verde de Camboya. Según Amnistía Internacional, el país registra uno de los niveles de deforestación más severos del mundo, con una pérdida aproximada del 64% de su cubierta arbórea desde 2011. “Nació con una campaña contra la construcción de una presa hidroeléctrica. Al principio no tenía ninguna intención de dejar mi trabajo ni de crear una ONG”, rememora. A su misión se sumaron sus allegados. “Eran amigos a los que nos unía poner fin a la destrucción del medio ambiente”, murmura.
¿Tan peligrosos somos? Aquí se suele decir que basta dar una patada a alguien para asustar a otros cien
Hasta entonces el español se ganaba la vida como profesor de inglés. “Tenía un trabajo muy bueno en el sector privado, dando clases de inglés. Ahorré lo suficiente como para empezar la iniciativa contra la presa. El objetivo era establecer un negocio de ecoturismo en el valle donde se iba a construir. Y al cabo de los pocos meses, perdí el trabajo por miedo de mi empresa a que la dictadura le buscase las cosquillas. Y fue ahí donde empezamos la campaña”, evoca. Álex había llegado a Camboya al principio de la década de los 2000. Aprendió jemer y se hizo traductor. “Mi primer empleo fue de traductor en los centros penitenciarios para la Cruz Roja Internacional. A partir de 2010 me di cuenta de las violaciones de derechos humanos y la corrupción”.
Legado de un pasado traumático -de los ochos años de Guerra Civil que concluyeron en 1975 al genocidio de los Jemeres Rojos y la ocupación por parte de Vietnam-, Camboya es hoy un férreo régimen militar. El pasado julio el Partido del Pueblo Camboyano venció en las elecciones después de la exclusión del Partido de la Luz de las Velas, la única formación opositora con posibilidades reales de desafiarlo en las urnas. Un mes más tarde, la Asamblea Nacional ratificó la designación de Hun Manet como primer ministro en sustitución de su padre, Hun Sen, que había permanecido tres décadas en el cargo.
Una represión política en paralelo a la rápida deforestación del país, con la pérdida de hábitats y el riesgo de extinción de decenas especies endémicas. Hace una década un informe ya calculó que la extensión de bosques del país había pasado del 72% en 1973 a sólo el 46%. En Camboya, como sucede desde México hasta Egipto o Emiratos Árabes Unidos, el activismo medioambiental es un ejercicio visto por el poder como un peligroso ejercicio político, un acto subversivo de primer nivel. Álex fue deportado en 2015 y algunos miembros de Madre Naturaleza Camboya han pasado meses en la cárcel.
Este miércoles, en mitad del día mundial del medio ambiente, la justicia camboyana reinicia un juicio contra algunos de ellos -incluido el español-. “¿Tan peligrosos somos? Yo también me lo pregunto. ¿Por qué tanta represión? Al fin y al cabo somos un grupo pequeño, una ONG que no ha tenido hasta ahora ningún tipo de impacto internacional”, replica su artífice. “Creo que existen dos razones: La primera es económica. Es uno de los países más corruptos del mundo, según Transparencia Internacional. La familia del primer ministro está involucrada en muchos de estos proyectos que ellos le llaman desarrollo, desde empresas hidroeléctricas hasta minería y tala de árboles ilegales. Cuando un grupo de activistas hace una campaña contra todo esto, consigue resultados positivos y la gente local habla del tema ven un riesgo para sus bolsillos. La segunda razón es su estrategia de represión política. Piensan: 'Si dejamos que esta semilla crezca y se convierta en un árbol, vendrán otros activistas que los usarán como ejemplo'. Con nuestra persecución, lanzan un mensaje: 'Si otros hacen como nosotros, acabarán en la cárcel; mejor estar callados, hacer cosas que no tengan ningún tipo de impacto real en la protección del medio ambiente. Aquí se suele decir que basta dar una patada a alguien para asustar a otros cien”.
Venciendo a los poderosos
Hay veces en las que David es capaz de vencer a Goliat. Y Madre Naturaleza Camboya (MNC) ha logrado un puñado de triunfos que han puesto en jaque al poder. Su movilización frustró la construcción de la presa en el valle de Areng, convertida en duro revés para quienes han perpetrado el expolio natural de Camboya. Fue su primera campaña y su primer caso de éxito. “Detrás estaba la empresa estatal china Sinohydro. Conseguimos parar el proyecto”, admite Álex. El castigo fue la deportación. “El dictador hizo público el día después de deportarme que ya no se iba a hacer la presa y pidió que se dejara de hablar de ella. Hemos tenido éxito en otras campañas, por ejemplo, la de extracción y exportación, principalmente ilegal, de arena de las costas camboyanas hacia Singapur para su expansión. En 2016 se ganó la partida y Camboya ya no exporta. Pero también es verdad que ha habido muchísima represión y muchísimas de las campañas que hemos hecho no han conseguido mucho, aparte que que dos o tres activistas acabaran medio año o un año entero entre rejas”.
Desde hace nueve años el español opera desde el extranjero. “Desde España o algún país cercano a Camboya”, desliza sin más detalles, por estrictos motivos de seguridad. Es uno de esos enemigos públicos número uno del régimen. “Camboya es un país muy pequeño con una dictadura muy férrea. Hay cien o doscientas personas que son enemigos públicos. Yo hablo camboyano y parece que es algo que les molesta especialmente. Me consideran un agente de los servicios secretos estadounidenses y me acusan de querer destruir 'la armonía' del país. Es la típica paraonia de una dictadura. Y cada día va a peor”, esboza. El último informe anual de Amnistía Internacional levanta acta del deterioro: en 2021 se desalojó por la fuerza a miles de familias de Angkor, lugar declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO; se retiró la licencia a uno de los últimos medios informativos independientes del país y, tras un juicio injusto, se impuso una larga pena de prisión a un importante rostro de la oposición política”, además de llevarse a cabo sin control talas y operaciones mineras ilegales en bosques, vulnerando los derechos humanos de los pueblos indígenas.
Aunque no pueda volver a Camboya el resto de mi vida y me cueste cada día más, yo lo sigo intentando y al menos tengo la conciencia tranquila
“En 2015, cuando me echaron, yo tenía la esperanza de que sería temporal, de que me dejarían volver a entrar. De hecho, la situación política no estaba tan mal como ahora. Dos años después, con el inicio de la ilegalización de la oposición, me di cuenta de que no podría volver y me deprimí muchísimo. Muchas veces me he preguntado qué hago. Por razones económicas no es, pero me siento implicado en un país en el que pasé 13 años. Pensé: 'si yo no hago nada, va a ser peor aún, porque la destrucción del medio ambiente y el abuso de derechos humanos irán a peor y el acoso a los activistas del equipo va a seguir, aunque yo no esté. Por eso continuo. Aunque no pueda volver a Camboya el resto de mi vida y me cueste cada día más, yo lo sigo intentando y al menos tengo la conciencia tranquila”.
Un movimiento al alza
“Los activistas de Madre Naturaleza Camboya hasta ahora nos hemos tenido que enfrentar a la represión judicial, con sentencias de cárcel, multas o restricciones. Eso sí, las amenazas han estado ahí, por ejemplo por parte de elementos pro-dictadura a través de redes sociales. En los últimos años ha habido varios casos en los que activistas del medio ambiente han sido o bien asesinados, como por ejemplo Chhut Wutty en 2012, o bien han sido sujetos a actos de violencia, por ejemplo, durante visitas al bosque”. Hasta once de los activistas de la ONG han estado en prisión y decenas han sufrido arrestos desde 2015.
Su labor, impermeable al desaliento, ha comenzado a merecer el reconocimiento internacional. El año pasado la ONG fue galardonada con el Premio Right Livelihood 2023, apodado como el Nobel alternativo. El jurado valoró “su activismo audaz y comprometido para proteger el entorno natural de Camboya en un espacio democrático sumamente restringido”. “Trabajan en primera línea junto con las comunidades locales para proteger la naturaleza y los medios de subsistencia, incluso ante la creciente represión gubernamental sobre activistas de la sociedad civil”, arguyó el acta del premio.
Su compromiso, desliza, ha “ha ido evolucionando”. “De ser una cuestión de principios, el no aceptar tanta destrucción sin sentido, a ser también personal. Digo personal más que nada porque al ser en mi caso exiliado, o en el caso de los otros activistas detenidos y encarcelados en una situación abismal, existe también la sensación de demandar justicia para nosotros mismos”, responde. “Para mi siempre ha sido un compromiso local más que global. Camboya ha sufrido y sufre tanta destrucción de la naturaleza que es casi imposible ignorar el ángulo local. También es importante añadir que, al menos para mí, si va a haber algún cambio positivo global por lo que respecta al planeta, este tiene que ser una suma de muchos esfuerzos y sacrificios al ámbito más local y personal”, alega.
Lo que comenzó como una aventura de unos amigos ha ido creciendo, sumando la voluntad de quienes han asistido, conmocionados, a la expansión del desastre natural. La difusión de videos virales ha contribuido a la sensibilización de los jóvenes sobre los delitos ambientales que acaecían en el país. “El grupo principal está formado por unos ocho o nueve personas, en su mayoría, universitarios. Trabajamos con comunidades locales y con gente que está escandalizada. Desde 2016 la gente sigue a Madre Naturaleza porque ven que, en medio de tanta destrucción y miedo, hay un grupo de gente joven que sacrifica tanto por el bien común. Esto inspira a muchos, sobre todo gente joven, que es la primera generación que no sufrió directamente ni el genocidio de los Jemeres Rojos, ni la brutal guerra civil de después, ni el gobierno militar del ejercito vietnamita en el país”, comenta Álex.
Conquistas
Entre sus conquistas, figura la paralización de la construcción china de una presa hidroeléctrica que amenazaba a una comunidad indígena y el fin del negocio de exportación de arena de los estuarios costeros de Koh Kong, que estaba destruyendo el ecosistema local y los caladeros de pesca. Por sus órdagos han pagado un elevado precio.
Los desafíos no conceden tregua. “Estamos en una campaña destinada a proteger la isla de Koh Kong, la más grande del país. La campaña pide al gobierno que declare la isla zona protegida y que no permita a inversores que la destruyan, como ha pasado con prácticamente todas las otras islas del país, bajo la excusa del 'desarrollo'”, explica el fundador del movimiento. “Esta isla no solo es la más grande, sino que también tiene un índice de cubierta forestal muy grande, de un 90%, y por la tanto tiene un tremendo potencial para convertirse en el parque nacional o zona protegida con más biodiversidad del país. El gobierno hizo público en el 2020 que de hecho ya había autorizado que la compañía SEZ, propiedad del infame Ly Yong Phat, la 'desarrollara' durante 99 años, pero desde entonces ha habido silencio, y ningún desarrollo en la isla”, añade.
“Si dos se miran y se reconocen, el mundo cambia”, escribió Octavio Paz. Las adhesiones, como un riachuelo que va creciendo curso abajo, reconfortan al desterrado español. “La esperanza, o más bien el sueño, está ahí sin duda. Pero en los últimos años me he dado cuenta de que lo más probable es que eso no pase, y que lo mío sea un exilio de por vida. Aún así, estoy dispuesto a seguir luchando desde fuera, a pesar de los obstáculos que ello representa, tal y como hacen tantos otros activistas camboyanos, a los que no se les permite regresar al país. Es una de las cosas que todo activista que aboga por los derechos humanos, en contra de una dictadura tan represiva como ésta, tiene que afrontar” concluye.
Un crimen contra las comunidades indígenas
El pasado julio, denuncia Amnistía Internacional, la Asamblea Nacional aprobó un nuevo código sobre recursos ambientales y naturales que, a diferencia de anteriores leyes relativas a la tierra y al medioambiente, utilizaba el término “comunidades locales”, en lugar de la expresión “comunidades indígenas”. Este cambio hizo temer que el nuevo código viniera a socavar el respeto y la protección de los derechos de los pueblos indígenas. Prosiguió la tala ilegal, y se llevaron a cabo nuevas actividades mineras en el bosque de Prey Lang, hogar de las comunidades indígenas kuys. Existían pruebas fotográficas en las que se podía ver a leñadores ilegales con armas de fuego caseras, y personas integrantes de la Red Comunitaria de Prey Lang relataron a Amnistía diversos incidentes, entre ellos al menos uno ocurrido a principios de 2023, en el que los leñadores les habían disparado para intimidarlas. Seguía preocupando que la reforma propuesta de la Ley de Bosques -presentada en 2022- para permitir la caza en bosques protegidos pusiera en peligro la fauna y agravara las tensiones existentes entre pueblos indígenas, activistas ambientales y leñadores.
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