El glaciar Thwaites, ubicado en la Antártida, es una de las masas heladas más grandes del planeta. Tiene aproximadamente el tamaño de las dos Castillas, pero es, además, el más ancho del mundo, con 128 kilómetros. Y preocupa especialmente a los científicos, porque según un estudio reciente contiene hielo suficiente como para elevar 65 cm el nivel global del mar, y se está derritiendo más rápido de lo que se pensaba. Por ello ya se ha ganado el apodo de 'glaciar del Juicio Final'.

"La mayor parte del deshielo del glaciar Thwaites se produce donde empieza a flotar en el océano, en una región llamada zona de encalladura. El océano está muy caliente en esta región debido al cambio climático y, por tanto, puede derretir la parte inferior del hielo muy rápidamente. Esto es una mala noticia, porque al derretirse se vuelve más delgado y es más fácil que flote en el océano, lo que impactaría inmediatamente en la subida del nivel del mar. Recientemente hemos descubierto que el océano penetra hasta 12 km tierra adentro, lo que probablemente permite que la base se derrita mucho más rápido de lo que habíamos pensado", resume Christine Dow, investigadora de la Universidad de Waterloo (Canadá) y autora del estudio.

De acuerdo con Dow, el deshielo completo del glaciar Thwaites tendría consecuencias muy significativas a nivel mundial: "Ya estamos viendo problemas de inundaciones costeras por unos pocos centímetros de subida del nivel del mar. Así que 65 cm más serían devastadores para las ciudades costeras, provocando inundaciones y daños importantes en las infraestructuras, además de la infiltración de agua salada en el agua dulce subterránea, lo que afectaría a nuestras reservas de agua potable. Algunas ciudades dispondrán de capital suficiente para adaptarse y levantar defensas contra la subida del nivel del mar. Pero muchas regiones de todo el mundo no podrán hacerlo, y los habitantes de la costa tendrán que trasladarse al interior, lo que supondrá un gran desafío".

Aunque el glaciar Thwaites es el más "inestable" y el que más posibilidades tiene de sufrir un rápido retroceso en los próximos 50 años, según la investigación, hay otros muchos glaciares en el mundo que albergan volúmenes de hielo similares. Sin ir más lejos, Dow sostiene que el glaciar Pine Island, contiguo al glaciar Thwaites, también corre el riesgo de retroceder rápidamente: "Es otro ámbito de interés, porque debemos determinar la rapidez con la que está cambiando para poder predecir mejor las tasas de aumento del nivel del mar".

"Cuando hablamos de un glaciar nos referimos a cualquier gran masa de hielo que se forma por acumulación y compactación de nieve. Pueden tardan en formarse miles e incluso millones de años, dependiendo de su tamaño y del clima. Pero al ser tan grandes se mueven y fluyen por el efecto de la gravedad a lo largo de grandes periodos de tiempo. Y es que el hielo, aunque da la impresión de ser sólido, en realidad puede considerarse un fluido viscoso. Algo así como la miel", asegura Francisco Navarro, doctor en ciencias físicas y director del grupo de Simulación Numérica en Ciencias e Ingeniería de la Universidad Politécnica de Madrid.

Navarro es uno de los mayores expertos de glaciología en nuestro país, un campo en el que no somos, precisamente, una potencia por razones obvias. Ha realizado unas 20 expediciones al Ártico y a la Antártida a estudiar los glaciares, entre las que se incluyen varias visitas a la base española Juan Carlos I, que llegó incluso a dirigir en 2007.

"La principal consecuencia del derretimiento de los glaciares a nivel global es la subida del nivel del mar. En el mejor de los escenarios se espera que el mar suba entre 20 y 40 centímetros de aquí a finales de siglo. En el peor esa subida podría llegar a ser de un metro. No parece mucho, pero implicaría que decenas de millones de personas tendrían que abandonar sus casas y desplazarse por estar en zona inundable. Además, muchas regiones del planeta, como Asia Central, dependen del deshielo de los glaciares, que ocurre sobre todo en verano, para tener agua potable. Y en algunas zonas los glaciares son un recurso turístico importante", resume Navarro.

No obstante, el experto recalca que estamos en una época interglaciar, así que "aunque no existiéramos los humanos los glaciares se estarían deshaciendo, y acabarían despareciendo casi por completo". Los más grandes quizás aguantarían, pero de aquí a 5.000 años muchos desaparecerían por sí solos. Pero el problema es que el hombre está por medio, y con las emisiones de CO2 estamos acelerando ese proceso. Y como el clima tiene inercia, aunque dejáramos de emitir emisiones hoy mismo el planeta se seguiría calentando de manera acelerada durante años.

Sin embargo, a la larga sí será importante ver hasta qué punto podemos reducir nuestras emisiones. "Se considera que ha desaparecido un glaciar cuando queda menos del 10%. Ahora mismo depende de qué hagamos hay escenarios más pesimistas y más optimistas. En el más pesimista, según el IPCC, para finales de siglo habrían desaparecido todos los glaciares de Europa central, el Cáucaso, Escandinavia y el oeste de Canadá. En el escenario más optimista la cosa mejora, pero hay algunos que están condenados a desaparecer. Suiza, por ejemplo, ha perdido el 50% de su volumen de hielo en los últimos 80 años", afirma Navarro.

Diferencias entre el Ártico y la Antártida

Navarro apunta que los glaciares del Ártico son los que están teniendo más problemas, porque en esa zona se está calentando al doble de velocidad que la media del planeta. La situación es opuesta en la Antártida, donde se acumula el 89% del volumen de hielo total, que no está sufriendo tanto los efectos del cambio climático. Y luego, por todo el planeta hay repartidos 200.000 pequeños glaciares, que en total agrupan el 1% del volumen de hielo. Son precisamente estos los que están contribuyendo más a la subida del nivel del mar, porque al ser más pequeños responden antes a las consecuencias del calentamiento global.   

"No hay más opciones que reducir las emisiones. Las soluciones alternativas de geoingeniería, que intentan modificar el clima con medios artificiales, son muy arriesgadas, y pueden tener otras consecuencias. Quizás la menos peligrosa sea el secuestro de carbono, que captura el CO2 de la atmósfera y lo almacena. Pero no es un tema fácil. Luego podríamos aumentar la cobertura vegetal plantando más árboles, pero ahí entramos en conflicto con los recursos hídricos. Y con la energía nuclear el problema son los residuos. Así que todo pasa por controlar las emisiones sí o sí", desliza Navarro.

Falta de medios para investigar

Dow considera que se debería destinar más dinero a investigar este tema: "Los cambios en los glaciares antárticos provocados por el clima afectarán a todo el mundo. Por eso es fundamental que haya recursos suficientes para que los glaciólogos puedan vigilar glaciares como el Thwaites, como satélites que recopilen datos en el propio glaciar y desarrollen modelos para predecir mejor cómo reaccionará a un mayor calentamiento del clima. Con esta información, los glaciólogos están en condiciones de proporcionar estimaciones de las futuras tasas de aumento del nivel del mar, que serán vitales para que los gobiernos planifiquen enfoques de adaptación al cambio del nivel de los océanos. Además, una rápida reducción de las emisiones de carbono podría evitar el peor de los escenarios para el glaciar Thwaites, por lo que debemos hacer todo lo posible por limitar cuanto antes nuestros cambios en el clima".

Navarro, sin embargo, tiene otra visión: "Depende un poco del país, pero en general la inversión que se hace para temas de investigación sobre clima, y en general en ciencia, es muy superior hoy en día si la comparamos con la que había hace 30 o 40 años. Aunque la gente siempre se queja porque siempre hace falta más, claro. Dicho esto, es verdad que España ha sido más rácana, porque la inversión se ha mantenido bastante estable, estamos estancados. Y eso se nota a la hora de contratar personal, porque ha habido mucha fuga de cerebros".