No hemos tardado mucho en acostumbrarnos, cuando una tormenta tiene nombre sabemos que es peligrosa. Desde 2018 la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) -en colaboración con las agencias Météo-France (Francia) e IPMA (Portugal)- ponen nombres a borrascas de gran impacto que afectan a estos países. Si la tormenta entra por Francia se le pone un nombre francés, si entra por España se le denomina con un nombre español. Los nombres salen de una lista propuesta por las agencias y se van nombrando por orden alfabético. 

Por ejemplo, Aemet dio el nombre a Hortensia, que fue una tormenta de 2021 con gran impacto. La filosofía de esta iniciativa es promover la información respecto a los riesgos por un episodio adverso de viento, fenómenos costeros, lluvia o nieve, como fue el caso de Filomena. Al poner nombre a estas tormentas se fomenta la sensación de que el fenómeno meteorológico que va impactar es grave y peligroso para promover la precaución entre la ciudadanía. 

Es precisamente precaución y sensación de peligro entre las autoridades y la población lo que ha faltado en esta DANA que ya es la catástrofe natural más mortífera de lo que va de siglo. ¿Por qué no tienen nombre las DANAS? ¿No han demostrado muchas veces que son peligrosas?

El sistema de denominación peca de ser demasiado técnico y estricto, obviando el fin último de su razón de ser que es avisar del riesgo a la población y esta herramienta no tiene encaje en el sistema actual de nombres. “La DANA como su nombre indica es una Depresión Aislada en Niveles Altos, no es una borrasca, no tiene reflejo en la superficie, en los mapas del tiempo de superficie no aparece”, explica José Ángel Núñez, portavoz de Aemet de Valencia. 

“Esto es un tema que habrá que tratar porque esto no es una decisión nacional sino de la red de servicios meteorológicos europeos que nombran las borrascas. Hace un par de años se propuso flexibilizar los criterios, porque cuando se empezaron a nombrar sistemas era porque iban a causar mucho viento, que es lo que les pasa a las borrascas inglesas y francesas, pero nuestras borrascas no tienen tanto viento, así que en algunos casos se ha forzado el sistema. Por ejemplo Filomena no cumplía la exigencia de viento que se necesitaba para poner nombre a la tormenta pero se puso”. añade.

“Con las DANAS el problemas es que no aparece una borrasca en superficie que es lo que se nombra, están más altas”, asegura. Una DANA no aparece en los mapas del tiempo porque está más alta en la atmósfera, el fin de semana estaba sobre la península, pero no se aprecia en la representación que vemos del tiempo tradicional que se centra en la presión a nivel del mar.  

José Ángel Núñez no tiene claro si poner el nombre hubiese cambiado muchísimo el escenario. Él, por su parte, intentó recuperar en X el nombre de gota fría que es más popular en Valencia. "La semana pasada puse un mensaje en Twitter sobre que el escenario más probable era que esta semana tuviéramos un escenario de gota fría. Usé gota fría porque precisamente es un término que lo entiende todo el mundo, aunque ya no se usa en el ámbito científico", relata.

Cómo se forma una DANA 

La DANA se forma por una corriente en chorro (también llamado jet stream) muy ondulada que es tan débil que finalmente queda estrangulada en capas altas de la atmósfera y deja aislada una depresión, una bolsa de frío (una gota fría), una borrasca que cuando entra en contacto con el calor y la humedad de capas inferiores - un contacto al que suelen ayudarlos sistemas montañosos cercanos a la costa-se convierte en fuertes precipitaciones en forma de agua o pedrisco. El mar tiene ahora una temperatura mayor debido al calentamiento global, carga las DANA con mayor fuerza energética. Es decir, el calor y la humedad que entran en contacto con la bolsa de aire frío aislada en capas altas es mayor ahora que hace años. 

Un primer análisis del World Weather Attribution (WWA), un grupo de científicos/as internacional que estudia los vínculos entre el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos, afirma que las lluvias torrenciales de la DANA han sido un 12% más intensas y el doble de probables en comparación con el clima preindustrial, es decir, sin un planeta 1,3 ºC más cálido como el que vivimos.

El informe anual de la ONU que calcula el calentamiento global en función de las emisiones de gases de efecto invernadero que emitimos estima que la temperatura media a final de siglo superará los 3 ºC lo que provocará que los fenómenos meteorológicos como las DANAS y otros, sean más frecuentes e intensos. 

José Miguel Viñas, meteorólogo de Meteored,  incide en que en el futuro veremos más fenómenos meteorológicos extremos como esta DANA: “No es que vayan a ser así todas las DANAS, pero veremos más tormentas, tornados y fenómenos extremos ligados a las DANAS si la temperatura sigue aumentando”. En particular a Viñas le ha llamado la atención como esta DANA ha causado lluvias tan fuertes en lugares como Albacete, muy alejados de la costa. “Esta es una diferencia importante, se ha salido del ámbito Mediterráneo, se sale del modelo conceptual de lo que era una gota fría, pero ahora hay más energía en juego”.

Los ingleses son más pragmáticos y les da igual que sea una borrasca que sea otro sistema, ponen un nombre a un gran temporal

En este nuevo tablero que nos trae el cambio climático el debate de poner nombre a la DANA esta sobre la mesa. “En esto los ingleses son más pragmáticos y les da igual que sea una borrasca que sea otro sistema, ponen un nombre a un gran temporal y quizá aquí hay que hacer esto antes o después, que más allá de que sea borrasca o DANA, cualquier temporal de alto impacto se le pone un nombre”, afirma Viñas.

Friederike Otto, profesora titular de Ciencias del Clima en el Instituto Grantham de Cambio Climático y Medio Ambiente y codirectora de World Weather Attribution apunta a que “tenemos que adaptarnos” a estas nuevas condiciones. “El número de personas que han muerto en las inundaciones de España pone de manifiesto la necesidad imperiosa de prepararnos para unas condiciones meteorológicas extremas que son peores que todo lo vivido en el pasado”. 

Un vecino de 48 años de Paiporta nos relataba estos días como cuando le dijeron que se desbordaba el barranco del Poyo salió a poner a salvo su coche, pensaba, él y muchos vecinos, por su experiencia vital que el agua no podría más que anegar algunas calles. “Yo he visto el barranco lleno de agua de punta a punta, pero esto nunca lo había visto”, relataba. La expresión vivida de la nueva normalidad que trae un mundo con más temperatura.  

Poner nombre a las DANAS quizá sea una nueva regla de este clima cambiante. Con todo, nombrarlas no evitará que muera gente si se mantienen otros factores, como la incompetencia de las autoridades para gestionar la crisis, el negacionismo y la persistencia de construcciones en zonas inundables. En Madrid nadie se olvida del nombre de Filomena; en Valencia nadie se olvidará de la DANA de 2024, no por el nombre que no tiene, sino por los nombres de los que se llevó por delante la riada asesina que produjo.