El mundo ha perdido a Raquel Welch. Una mujer que se convirtió en un mito erótico en una generación que se destapaba a la globalización. Seguía a actrices como Marilyn Monroe o Sophia Loren, que con su sensualidad y poderío habían abierto las puertas a todas las mujeres que vinieron detrás.
La fallecida actriz de Hace un millón de años nació en 1940 en Chicago y saltó a la fama a finales de los 60. Rápidamente se convirtió en un icono de la sensualidad. La conocían como 'El cuerpo', un título que después heredó Elle McPherson.
Ser una sex symbol como entrada a la industria
Guapa, intrépida y espía o Raquel y sus bribones, ambas estrenadas a finales de los 60, marcaron la carrera de Raquel Welch. Ella era consciente de que tenía que aceptar ciertos papeles para hacerse su lugar en la industria.
"Ser una sex symbol era una tremenda responsabilidad y una batalla constante", decía la intérprete. "Solía molestarme al principio, pero ahora sé que puedes ser respetada por ello también", aseguraba.
Cualquiera hubiera dicho que su calidad de icono sexual marcaría negativamente su carrera. Pero supo reconducir esa sensualidad, que los hombres deseaban y a la que las mujeres aspiraban, como herramienta de marketing de sus productos.
Supo dar el giro a su imagen gracias a una buena inversión de dinero: evolucionó como actriz en empresaria y productora de éxito. Siguió trabajando hasta 2017, cuando participó en la última serie de su filmografía y por supuesto, su marca de pelucas sobrevivirá.
El activismo, ¿incompatible con la sensualidad?
Otras de sus compañeras de profesión se enfrentaron al mismo reto, ¿cómo reconducir esa imagen sexi? Jane Fonda, que nació solo tres años antes que Raquel, y que estrenó Barbarella solo dos años después de Hace un millón de años, ha sido una de las que ha hablado más claramente de ello. "Cogí el camino fácil durante un tiempo. Diría que acabó con Barbarella", aseguró en una entrevista con Vanity Fair en la que se enorgullecía de haber sido la fantasía de toda una generación de hombres.
"Cuando me convertí en activista no quise que me encasillaran más como objeto sexual… no había películas en las que quisiera estar, así que simplemente pensé en dejar la profesión", añadió en 2015. Sin embargo, lo que decidió hacer fue empezar a producir ella misma los contenidos en los que quería participar.
Los 70 fueron la era de liberación, el fin oficial del código Hays que censuraba los contenidos audiovisuales en décadas anteriores. Hollywood venía del asesinato de Sharon Tate y de la muerte de Jayne Mansfield, dos iconos sexuales opuestos que fueron arrebatados.
Una era una mirada penetrante e imagen dulce con un halo de misterio. La otra era una bomba de erotismo y exuberancia que hasta la propia Sophia Loren cuestionaba en esa famosa imagen en Beverly Hills.
Ingenuidad o seducción
La era del flower power también estuvo marcada por la rebeldía e ingenuidad, que se consideraban formas de seducir. El movimiento feminista tuvo un boom y la liberación de la mujer se utilizó como herramienta para vender aún más sensualidad.
Mientras, en Francia actrices como Catherine Deneuve explotaban ese talento en contraposición a la sexualidad que suponía Brigitte Bardot. En el mismo año, la intérprete que tiene ahora 79 años, protagonizó la ingenua Las señoritas de Rochefort y Belle de jour.
Claudia Cardinale rompió con esa idea de que una mujer sexy es delicada. De hecho, fue Fellini quien decidió marcar el antes y el después. Hasta que no trabajó con el conocido director italiano, la doblaban para que no se escuchara su característica voz ronca.
Pero esa falta de control sobre su propia imagen, la que experimentaron sus compañeras estadounidenses a finales de los sesenta, también la vivió: en 1966 Bob Dylan estrenó su álbum Blonde on Blonde con una fotografía no autorizada de la actriz en la portada. Aparecía mordiéndose el labio con mirada atrevida. El cantante tuvo que retirarlo.
En España los setenta llegaron a otro ritmo
En España, todo llega más tarde, pero en los 70 esa inocencia e ingenuidad se convierte en una herramienta para sexualizar. En el caso de Marisol, transforma a una niña en una mujer adulta que no consigue emprender el camino que desea.
Como Claudia Cardinale, la imagen de Pepa Flores se utilizó sin su consentimiento: fue portada de Interviú en el 76, con unas fotografías que había tomado en un casting con un director. Marcó una era, pero también un antes y un después en su vida. Tras haber sido utilizada por una industria que nunca la respetó, escogió utilizar su fuerza para desaparecer. Hasta el día de hoy no ha querido volver ni para recoger el Goya de honor.
A día de hoy, Catherine Deneuve todavía defiende algunos de los valores que los años sesenta y setenta impusieron en las mujeres. En 2018 publicó una carta abierta en la que aseguraba que movimientos como el Me Too promueven el "puritanismo sexual" del que generaciones anteriores se habían "liberado". Por supuesto, poco después pidió perdón por banalizar el acoso y la cultura de la violación que en la industria del cine siempre se ha autorizado.
Y lo curioso es que historias como las de estas actrices siguieron ocurriendo, hasta el punto de que historias como la de Harvey Weinstein son actuales. Recuerdos como el de Pamela Anderson y su infame vídeo que se convirtió en el primer viral de internet, siguen estando presentes. Las nudes de Jennifer Lawrence o Scarlett Johanson fueron casi antes de ayer. Casi parece que cada década se inventa una nueva manera de utilizar la sensualidad, la fortaleza y la libertad en contra de las mujeres.
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