El 8 de septiembre de 2022 Isabel II fallecía en Balmoral a los 96 años. La monarca más longeva de la historia de Reino Unido y todo un icono de la institución, también a nivel internacional. Su marcha dejó un vacío difícil de llenar que tuvo que ocupar como pudo su hijo, Carlos III. Hoy se cumplirían 97 años de su nacimiento y, a las puertas de la coronación, parece evidente lo que ha cambiado la Casa Real británica en tan poco tiempo.
Carlos III es el rey legítimo de Reino Unido desde el momento de la muerte de su madre. Aunque la coronación no sea hasta el próximo 6 de mayo. Por lo tanto, ese 8 de septiembre, Gran Bretaña tenía como soberano al que era el hombre más odiado de los 80. Y su mujer, la que la propia Casa Real no aceptó en los 70, la que todos tildaron como amante durante décadas, como reina consorte.
La evolución de Camilla
Si bien en los años 90 Camilla Shand, o Camilla Parker-Bowles tras su primer matrimonio, era la más odiada de Inglaterra, ahora la opinión de la ciudadanía ha cambiado.
En los primeros días de Carlos como rey, con todos los ojos posados en él, fueron varias las polémicas que le salpicaron. Como su manera de quejarse porque una pluma no funcionaba correctamente o una bandeja que le molestaba. Sin embargo, lo que se ha publicado es que cuando Camilla está cerca es mucho más fácil trabajar con el rey.
La actual reina consorte ha conseguido hacerse un hueco en la Familia Real, pese a las declaraciones del príncipe Harry en su libro, En la sombra. Si bien el hijo pequeño de la princesa Diana no habría terminado de aceptar a Camilla, ella parece haberse adaptado a su puesto sin fallos. Incluso mejor que el consorte por excelencia, el príncipe Felipe de Edimburgo.
Los títulos, el primer y más obvio cambio
Fue la reina Isabel quien dejó todo atado para que este fuera el paisaje después de su muerte. La situación del resto de los familiares Windsor la habría discutido con Carlos, pero fue el nuevo rey quien tomó las decisiones posteriores.
El primero de los cambios, naturales por el orden de sucesión a la corona, fue el de los Cambridge. Guillermo y Kate pasaban a ser príncipes de Gales, títulos que un día pertenecieron a los propios Carlos y Diana, y heredaban los títulos de duques de Cornualles. Meghan y Harry se quedaban fuera de la ecuación. Continuaban viviendo en Estados Unidos y mantenían los títulos de duques de Sussex, pero sin intención de volver a trabajar para la Familia Real.
Sus hijos, Archie y Lilibeth, se convirtieron técnicamente en príncipes, pero no fue hasta bien entrado el 2023 cuando Buckingham anunció el cambio. Fue con motivo del bautismo de la pequeña, una celebración discreta y sin miembros de la Casa Real que tuvo lugar en Los Ángeles.
Justo después se anunció también que el príncipe Eduardo, antes conde de Wessex, se convertía en duque de Edimburgo. El título había pertenecido al príncipe Felipe, marido de Isabel II, hasta su muerte en abril de 2021. Sin embargo, la Reina no había querido darle nuevo dueño en un acto de respeto y cariño al que fuera su esposo durante algo más de 73 años.
Y Ana, que siempre ha permanecido en segundo plano, sin título más allá que el de princesa, seguía igual. Está claro que la única hija de Isabel II quiere trabajar pero no necesita la pompa de los ducados, condados y otros artificios.
Las polémicas que la sobreviven
Temporalmente, la muerte de Isabel II dejó en pausa algunas de las polémicas. Meghan y Harry, que casualmente se encontraban en Reino Unido, formaron parte de todos los ceremoniales. También el príncipe Andrés, que había sido oficialmente apartado de la vida pública pero a quien la Reina aún mantenía cerca.
La ausencia de la Reina iba a ser, teóricamente, la marcha definitiva del príncipe Andrés de la Familia Real británica. Sin embargo, lo que ha resultado ser es una batalla entre los dos hermanos.
Supuestamente, el hermano díscolo del Rey no obedece las órdenes del monarca y se niega a abandonar el Royal Lodge de Windsor, donde ha vivido durante las últimas dos décadas. Una impresionante propiedad palaciega que simboliza lo que es ser un "senior royal", es decir, de primera línea, y que ahora necesitaría reformas.
Informaciones que resultan contradictorias con imágenes como la de la pasada misa de Pascua. Allí la familia al completo caminó a la salida de la Iglesia y tras Carlos III y Camilla iban los hermanos del rey, el príncipe Andrés y la princesa Ana. Se especuló entonces que pudiera ser una prueba de que el hijo "favorito" de Isabel II tendría la oportunidad de volver a la vida pública, algo totalmente descartado por su relación con el caso Epstein.
Por supuesto, la reina Isabel II se fue sin ver el libro En la sombra. La polémica autobiografía que publicó a principios de año el príncipe Harry, en donde habla de sentirse el segundo plato de la Corona. La distancia entre los Sussex y The Firm (como se llama coloquialmente a la Familia Real británica) va creciendo cada vez más, sin que pueda hacerse nada para evitarlo.
Tanto es así, que el viaje del príncipe Harry a Londres para asistir a la coronación será exprés y puramente ceremonial. No participará en las celebraciones, solamente en la misa que se celebrará en la Abadía de Westminster. Inmediatamente después se marchará de nuevo a Los Ángeles, donde se habrá quedado Meghan para estar con sus hijos. Hay que tener en cuenta que el mismo día 6 de mayo es el cumpleaños de Archie, su primogénito.
Y para Harry, que algún día estuvo dispuesto a darlo todo por la dinastía, ahora lo principal es su familia.
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